Es una de esas alarmas que gritan “¡CORRAN, CORRAN!», mientras uno trata de hacerse el que no pasa nada con un termo bajo el brazo.
Desde un estudio de televisión, con fondo azul, cacerola y cara de «yo les avisé», Redrado dijo que el kirchnerismo está tan acabado que tuvo que replegarse a la tercera sección electoral para no perder hasta en la categoría de mejor murga barrial. ¿Cómo será la cosa que ya ni en Avellaneda te saludan con “¡Vamos Cristina!”, sino con “¿tenés fiado?”.
Pero lo mejor vino con su analogía: las reservas del BCRA son como un seguro de auto… pero de esos que cuando chocas te dicen “disculpe, no le cubre siniestros, ni robos, ni lluvia, ni andar con el motor encendido”. Básicamente, tenemos un Fiat Uno sin frenos y sin seguro y lo estamos manejando por la cornisa de la economía mundial. A toda velocidad.
Después se puso ecológico y dijo que podríamos levantar las reservas con exportaciones, energía renovable, litio y hasta con tierras raras. ¿Raras como las tierras que aparecen en los papeles de Lázaro Báez? ¿O raras como “hay democracia, pero no llega al precio del asado”? Porque raras, tenemos un montón.
También habló de semáforos: tenemos rojo en desarrollo federal, amarillo en esquema cambiario y verde en pavadas. Mientras tanto, la inflación baja, pero los precios suben. Algo así como decir “tu fiebre bajó, pero estás muerto”.
Redrado, siempre prolijito, también tiró una frase para que la bordemos en un almohadón neoliberal: “En el conurbano la pasan mal. Salvo que estés en Vaca Muerta o en la minería, cagaste.” Más claro echale litio.
Y para cerrar su tour del espanto económico, nos recordó que la mitad del país está en negro. Y no por el dólar blue: hablamos de laburos sin aporte, sin obra social y con suerte, con vianda vencida. Las pymes no toman gente porque entre lo que pagan de impuestos y cargas sociales, les conviene contratar a Optimus Prime antes que a un empleado humano.
La solución, según él, es ampliar la base tributaria, bajar impuestos y sumar 3 millones de empleos formales. Claro. Como quien dice “dale, ponete una pyme y contratá gente, que es re fácil, como abrir un kiosco en Chernobyl”.
En resumen: Redrado vino, diagnosticó, se quejó, pidió reformas estructurales, pidió litio, pidió semáforos y dejó todo igual que antes… pero con menos esperanza y más chistes crueles.

