RIO DE JANEIRO.- El gigante Petrobras anunció este lunes que obtuvo autorización para iniciar la perforación en busca de petróleo a unos 500 kilómetros de la desembocadura del río Amazonas, apenas días antes de que Brasil sea anfitrión de la cumbre climática mundial COP30 en Belém do Pará.
La decisión generó una fuerte reacción entre organizaciones ambientalistas nacionales e internacionales, que expresaron su indignación por lo que consideran una grave contradicción del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha promovido con intensidad su compromiso con la protección de la selva amazónica y la transición hacia energías limpias.
“Autorizar nuevas licencias petroleras en la Amazonía no es solo un error histórico: es insistir en un modelo que ya fracasó. La historia del petróleo en Brasil lo demuestra con claridad: enormes ganancias para unos pocos y desigualdad, destrucción y violencia para las poblaciones locales”, afirmó Ilan Zugman, director para América Latina y el Caribe de la organización 350.org, una de las más activas en la defensa del clima en la región.
Se trata de un proyecto que enfrenta al Ejecutivo con amplios sectores del ambientalismo, que advierten sobre los riesgos de contaminación en una de las zonas más biodiversas del planeta. En un comunicado, el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama) aseguró que “Petrobras cumple con todos los requisitos establecidos” y que la autorización se concedió tras un exhaustivo proceso de revisión técnica.
La empresa estatal brasileña informó que la perforación comenzará de manera “inmediata” y que tendrá una duración aproximada de cinco meses. El área se encuentra a unos 160 kilómetros de la costa, dentro de una extensa franja marítima conocida como Margen Ecuatorial, donde países vecinos como Guyana y Surinam ya han descubierto enormes reservas de petróleo que despertaron un renovado interés económico en la región.
La decisión de autorizar la exploración marca un cambio de postura respecto de 2023, cuando el Ibama había negado una licencia similar argumentando que Petrobras no presentó las garantías necesarias para proteger la fauna marina en caso de un derrame de crudo. En aquel momento, Lula da Silva había declarado públicamente: “Si se extrae petróleo en la desembocadura del Amazonas, que está a 530 kilómetros, en alta mar, y si esa explotación supone un problema para el Amazonas, seguro que no se explotará. Pero me parece difícil porque está a 530 kilómetros del Amazonas”.
Sin embargo, Petrobras presentó un recurso para que la decisión fuera reconsiderada y, en los meses siguientes, la presión política aumentó. El propio Lula llegó a cuestionar al Ibama por actuar, según dijo, “como si estuviera en contra del gobierno”. Detrás de la disputa subyace un dilema mayor: cómo conciliar las promesas de liderazgo climático con los intereses de expansión energética y desarrollo económico.
Las tensiones se trasladaron también al ámbito político. Varios senadores aliados del oficialismo se enfrentaron con la ministra de Ambiente y Clima, Marina Silva, una figura emblemática del ambientalismo brasileño. El conflicto escaló hasta el punto de provocar la salida del senador Randolfe Rodrigues, hasta entonces integrante del partido de Silva. La grieta interna expuso las diferencias dentro del propio gobierno respecto al rumbo que debe tomar la política energética nacional.
En febrero, una nota técnica del Ibama volvió a recomendar “negar la licencia ambiental”, al advertir sobre el riesgo de “pérdida masiva de biodiversidad en un ecosistema marino altamente sensible”. No obstante, tras nuevas pruebas preoperativas realizadas por Petrobras en agosto, la compañía logró demostrar —según el informe final— su capacidad de respuesta ante un eventual derrame, lo que allanó el camino para la aprobación definitiva.
LA NACION consultó tanto al ministerio de Ambiente y Clima de Brasil como al de Minas y Energía para conocer su posición frente al tema. Ninguno respondió hasta el momento.
Por la noche, desde el ministerio de Minas, encabezado por Alexandre Silveira de Oliveira, dieron su respaldo al gobierno de Lula y advirtieron que las medidas que la empresa estatal tomará serán las adecuadas para evitar cualquier tipo de contaminación.
Para Carlos Nobre, una eminencia en materia de cambio climático en el país y miembro del Consejo Internacional Científico, aclaró que sería poco probable que un derrame contamine el río Amazonas, pero sí podría afectar las costas brasileñas e incluso las de las Guyanas. “Además, no es solo el riesgo por contaminación. Nosotros somos claros de que si se siguen abriendo pozos de combustibles fósiles, los efectos del cambio climático van a ser muy graves en menos de 20 años”, advirtió el meteorólogo a LA NACION.
Desde la presidencia de la COP30, cumbre que se celebrará entre el 10 y el 21 de noviembre, tampoco se difundieron comunicados oficiales. Sin embargo, en una reciente entrevista, la directora de la Conferencia y secretaria nacional de Cambio Climático, Ana Toni, sostuvo que “es necesario dejar atrás los combustibles fósiles”.
“Todos los países acordaron abandonarlos. No debemos retroceder porque existe un consenso. Lula también dijo que debemos dejar de depender de ellos. Persiste una dependencia tanto del consumo como de los ingresos que generan, pese a que hay alternativas más limpias y económicas”, señaló Toni en diálogo con el medio especializado Dialogue Earth.
La controversia se da en un momento clave para la diplomacia climática brasileña. El país busca posicionarse como líder global en la transición energética y anfitrión ejemplar de la COP30, la primera gran cumbre climática que se celebrará en la Amazonía. Sin embargo, la aprobación de esta licencia pone en duda la coherencia de ese liderazgo, justo cuando la comunidad internacional exige compromisos más firmes para abandonar los combustibles fósiles.
Voces críticas dentro y fuera de Brasil advierten que esta decisión contradice los compromisos asumidos por el país en el Acuerdo de París y podría debilitar su autoridad moral en las negociaciones climáticas. “Brasil debe asumir un liderazgo climático real y romper el ciclo de extracción que nos ha llevado a la actual crisis climática”, remarcó Zugman.
A medida que se aproxima la COP30, la tensión entre las promesas de protección ambiental y la búsqueda de nuevas fuentes de ingreso energético vuelve a poner a prueba la credibilidad del gobierno de Lula. En especial porque el gigante latinoamericano es líder del sector en la región. Fue justo hace dos años, después de la COP 28 en Dubái, que Brasil anunció su adhesión a la OPEP+.
En 2024, el petróleo superó por primera vez desde 2012 a la soja como principal producto de exportación de Brasil, con ventas externas de casi 45.000 millones de dólares frente a 43.000 millones del grano. Las exportaciones de crudo se duplicaron en cinco años y casi se cuadruplicaron en una década, según datos oficiales.
China ha sido el principal motor de este crecimiento. De acuerdo con cifras oficiales, en 2024 absorbió el 44% del crudo exportado por Brasil, muy por encima de Estados Unidos (13%) y España (11%). En los últimos diez años, el valor de las ventas al mercado chino se multiplicó por cinco.
Agencias AFP y AP
 
															 
															 
															 
					 
							 
															
 
			
 
		 
		 
		