El 13 de marzo de 2013, Jorge Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, se convirtió en el primer papa latinoamericano. Ese pontífice que llegaba al trono de Pedro desde el “fin del mundo” recorrió en los siguientes once años todos los continentes, hizo 47 viajes fuera de Italia y el Vaticano y visitó 66 países.
De sus travesías por el mundo, siete viajes fueron dedicados a América Latina, donde visitó diez países en los primeros siete años de su pontificado, desde su primera salida al exterior como papa, a Brasil, poco después de asumir, hasta la gira en Panamá, en enero de 2019, su última visita a la región.
“En la agenda del Papa hubo un binomio de cuestiones que han sido centrales y que tocaban directamente a América Latina y a otras realidades: la cuestión de la misericordia y la de las periferias”, dice a LA NACION José Carlos Caamaño, profesor titular de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina (UCA). “América Latina siempre ha sido un lugar en torno al cual Francisco ha dirigido su palabra, por eso su apoyo a los movimientos sociales y la famosa idea de las 3 T (tierra, techo y trabajo). Allí es donde aparece un evento fundamentalísimo: el sínodo para la Amazonia que, junto al Laudato Si, configuran una agenda única”, agrega.
América Latina fue la tercera región más visitada por Francisco, después de Europa (20 viajes) y Asia (14). Entre esas giras, le quedó una clara cuenta pendiente: volver a su país. Con la Argentina siempre presente en sus discursos, encuentros y costumbres, el primer y único papa porteño anunció varias veces su intención reencontrarse con sus compatriotas, pero nunca lo concretó.
Para Juan Vicente Boo, histórico vaticanista español que cubrió la Santa Sede desde 1998 a 2022, hubo dos motivos centrales detrás de ese viaje que no fue: al principio de su pontificado, Francisco no quería dar la impresión de que favorecía a su país por sobre otros; luego, fue el temor al uso político del viaje lo que lo hizo postergar una y otra vez la visita. “Me da la impresión de que todos los gobiernos han querido instrumentalizar ese viaje y a él eso no le gustaba”, dice Boo, quien acompañó a Francisco en el avión papal a los siete viajes a la región –su región-, donde, dice, el Papa se sentía “como en casa”.
Además de la Argentina, el Papa dejó otros países en América del Sur sin pisar en su pontificado: Uruguay y Venezuela, además Surinam, Guyana y Guayana Francesa.
Venezuela no solo quedará como un viaje pendiente, también como uno los principales focos de críticas a su diplomacia vaticana en la región. Francisco fue varias veces fue cuestionado por sus posturas frente al régimen de Nicolás Maduro –con quien se reunió dos veces, en 2013 y 2016-, con constantes llamados al diálogo mientras la oposición le reclamaba una gestión más firme frente a un régimen que incrementaba sus tácticas represoras.
Recién en 2024, después de las elecciones en las que Maduro se adjudicó una victoria que no pudo comprobar y que gran parte de la comunidad internacional desconoció, el Papa endureció su tono como nunca. “Las dictaduras no sirven y terminan mal antes o después, leyendo la historia”, respondió Francisco cuando le pidieron un mensaje a los venezolanos -que habían protagonizado protestas masivas contra el gobierno- en septiembre de 2024. Francisco enfrentó durante años críticas similares –o peores- por su inacción frente al asedio del régimen de Daniel Ortega contra la Iglesia de Nicaragua, hasta que el Papa calificó al régimen de “dictadura grosera” en 2023.
“Aquellos que se oponen a una determinada posición política y piden que vaya el Papa, implícitamente le están reclamando el rol de garante del discurso opositor. Eso no lo han hecho los papas en situaciones mucho más graves. Juan Pablo II, por ejemplo, fue a Cuba cuando descubrió que este viaje va a tener efectos reconciliadores para la población; si no, es ayudar a la polarización”, dice Caamaño sobre las críticas que le llegaban al Papa.
En ese sentido, resalta la importancia del vínculo del Papa con el régimen cubano para logros diplomáticos como el avance en el deshielo con Estados Unidos y el histórico encuentro del Papa con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kirill en una inesperada escala en La Habana durante su viaje a México.
“El objetivo en el fondo del Papa era beneficiar a los pueblos. Pero cuando uno quiere hacer el bien, quizás las señales que se pueden interpretar no son las correctas”, completa.
Caamaño menciona tres destinos en la región que marcaron el pontificado de Francisco y que “consolidaron una agenda de reforma”. En primer lugar, el de Brasil de 2013, por considerarlo programático (“de alguna manera, propone allí por primera vez de modo formal su agenda”). Luego, el viaje a Perú, que considera “profético”, ya que con su encuentro con comunidades amazónicas abrió “un desafío que después va a llevar adelante con mucho vigor, el desafío por la casa común y específicamente por la Amazonia”. Y, por último, el otro destino de esa misma gira: Chile, el viaje más desafiante en la región. “Fue una especie de gozne en su forma de nombrar los obispos, de relacionarse con el tema de los abusos, de prestar atención a situaciones que hieren la comunidad eclesial”, opina el teólogo.
Brasil (22 al 29 de julio de 2013)
El primer viaje del papa del fin del mundo fue a América del Sur. A cuatro meses de convertirse en Sumo Pontífice, Francisco se hizo cargo de una responsabilidad que había asumido Benedicto XVI: la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, en julio de 2013. La euforia y el entusiasmo ante el primer papa latinoamericano se hizo sentir en las calles cariocas, con más de tres millones de personas –la mayoría jóvenes y con una fuerte presencia de acentos latinoamericanos, sobre todo el argentino– en los distintos eventos vinculados con la jornada.
En este primer viaje, el Papa quiso marcar su propio estilo y en lugar de desplazarse en un papamóvil blindado, pidió un vehículo abierto en los laterales, similar al de las audiencias generales, para poder saludar a los peregrinos. Allí también dejó dos frases para los jóvenes que quedaron para la historia: “Hagan lío” y “No balconeen la vida”.
Para la Argentina, en plena campaña para las elecciones legislativas, el viaje también tuvo un componente político. La entonces presidenta, Cristina Kirchner, viajó a Río junto a Martín Insaurralde, su candidato para la provincia de Buenos Aires, y recibió del Papa un regalo para su nieto.
Ecuador, Bolivia y Paraguay (5 al 12 de julio de 2015)
Dos años después, el Papa regresó a América Latina para una gira de una semana que incluía otros dos países vecinos de su Argentina natal: Bolivia y Paraguay. En el traslado de uno a otro, les envió un mensaje a sus compatriotas, mientras sobrevolaba el territorio argentino, con un telegrama dirigido a Cristina Kirchner. “Me alegra enviar un cordial saludo a vuestra excelencia, expresando mi cercanía y afecto a esta querida nación, para la que pido al señor copiosas gracias que le permitan progresar en los valores humanos y espirituales, acrecentando el compromiso por la paz y la justicia”, decía el texto.
En un viaje marcado por los desafíos físicos en ciudades altas en Ecuador y Bolivia para una persona que acarreaba problemas pulmonares desde la juventud, el Papa encaró una intensa agenda desde Quito hasta Asunción, donde se reunió, como indica el protocolo, con los presidentes de los tres países: Rafael Correa –que enfrentaba fuertes protestas-, Evo Morales y Horacio Cartes.
Cuba (19 al 22 de septiembre de 2015)
En un viaje pensado para acompañar las gestiones vaticanas para el deshielo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el Papa se convirtió el 19 de septiembre de 2015 en el tercer papa en visitar La Habana, donde encabezó una misa en la Plaza de la Revolución en la que advirtió que las ideologías atentan contra el desarrollo de la sociedad, y se reunió con el expresidente Fidel Castro.
El viaje de tres días incluyó también las ciudades de Holguín y Santiago de Cuba, donde presidió una eucaristía en la que llamó a “tender puentes, romper muros, sembrar reconciliaciones”, ante la presencia del entonces mandatario, Raúl Castro.
Desde Cuba voló a Estados Unidos, en un claro apoyo al proceso de normalización de las relaciones entre ambos países que habían anunciado Barack Obama y Raúl Castro el 17 de diciembre de 2014, el día del cumpleaños de Francisco, un guiño para reconocer el rol crucial del Vaticano.
En enero de 2025, Francisco celebró otro acuerdo en el que intervino el Vaticano: la liberación de prisioneros cubanos después de una flexibilización de las políticas norteamericanos hacia la isla. “Es un gesto de gran esperanza que concretiza una de las intenciones de este Año Jubilar (…) Espero que en los meses venideros, se sigan emprendiendo iniciativas de este tipo en las diferentes partes del mundo, infundiendo confianza en el camino de individuos y pueblos”, dijo el Papa el 19 de enero.
México (12 al 17 de febrero de 2016)
En 2016, el Papa volvió a América del Norte con una visita de seis días a México, el segundo país con mayor número de católicos del mundo, detrás de Brasil.
El viaje comenzó con una sorpresa: Francisco se reunió en una breve escala en el aeropuerto de La Habana con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kirill, en el primer encuentro entre los líderes de dos de las principales ramas del cristianismo desde el cisma de 1054.
En una intensa agenda a lo largo de cinco estados puso su foco en el narcotráfico (rezó por las víctimas de los “traficantes de muerte” y les pidió a los jóvenes que no se dejen “enganchar” por las bandas criminales), en la exclusión de los pueblos indígenas, y en la migración –uno de sus temas frecuentes en Europa-, con una misa en Ciudad Juárez, a metros del cruce a Estados Unidos. “Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global”, dijo entonces.
Colombia (6 al 10 de septiembre de 2017)
En septiembre de 2017, Francisco viajó a Colombia para celebrar la firma de los acuerdos de paz con las FARC del año anterior. “En Colombia hay tantas situaciones que reclaman a los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz”, dijo ante más de un millón de personas en una misa en Medellín, en un su viaje de cinco días en el que también visitó las ciudades de Bogotá, Villavicencio, y Cartagena de Indias. En esta gira también proclamó beatos a los mártires colombianos Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y Pedro María Ramírez Ramos.
Chile y Perú (15 al 21 de enero de 2018)
En enero de 2018, el Papa se dirigió a Chile y a Perú y nuevamente envió un mensaje a los argentinos al pasar por su espacio aéreo, esta vez con un telegrama enviado a Mauricio Macri. “Le extiendo mis cálidos saludos y envío mis mejores deseos de corazón a todo el pueblo de mi patria, asegurándoles mi cercanía y bendiciones”, decía el texto, que cerraba con su clásico: “Les pido a todos, por favor, que no se olviden de rezar por mí”.
En Chile, la visita estuvo marcada por las protestas y la baja participación en los eventos papales, especialmente debido al malestar por las acusaciones de pedofilia contra el sacerdote Fernando Karadima y denuncias de encubrimiento dentro de la Iglesia. Ya en el segundo día, después de una reunión con la presidenta Michelle Bachelet, Francisco dijo sentir “vergüenza” por los abusos de parte de sacerdotes a niños y adolescentes. El Papa también viajó al sur, a Temuco, epicentro del conflicto mapuche, y al norte, a Iquique, donde presidió una misa en un terreno gigante y al que asistieron unas 80.000 personas, muchas menos de las esperadas.
Antes de irse de Chile, le preguntaron al Papa por el caso Karadima, y él defendió al obispo de Osorno, Juan Barros, acusado de encubrir al sacerdote señalado por pedofilia. “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar (…) No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, contestó Bergoglio, en unas declaraciones que marcaron uno de sus viajes más complejos por la región. Semanas después, el Papa se retractó, lanzó una nueva investigación sobre el caso y los 34 obispos chilenos presentaron su renuncia.
“Lo dramático fue que le estaban ocultando este problema, el Papa se dio cuenta cuando percibió una frialdad extraña en la gente”, dice sobre este viaje el vaticanista Boo.
En Perú, Francisco recorrió Lima y también se encontró con miembros de los pueblos originarios amazónicos. En ese viaje también abordó la cuestión de la violencia de género. “Quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio. (…) Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia”.
Panamá (22 al 27 de enero de 2019)
El último viaje del Papa a la región fue hace ya seis años. Entre el 22 y el 27 de enero de 2019, el Papa estuvo a Panamá para presidir -como en su primer viaje a América Latina- la Jornada Mundial de la Juventud. Allí, encabezó varias misas, participó en una vigilia y un viacrucis con los 200.000 jóvenes presentes.
En su primer discurso en el país centroamericano, el Papa dio un mensaje para la región cuando, al citar a Simón Bolívar, mencionó “el sueño de la unificación de la Patria Grande”, que “nos ayuda a comprender que nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una Patria Grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura”.