Mientras el electorado parece haber hecho mutis por el foro, los partidos festejan como si hubieran ganado la Champions: en la provincia de San Juan, los tres escaños por renovar se repartieron con precisión quirúrgica. Por un lado, el viejo y querido Partido Justicialista (sí: el peronismo de toda la vida), por otro el efímero pero pujante “orreguismo” (herederos de la ola de Marcelo Orrego) y, al final, los libertarios que vinieron, vieron… y metieron banca.
El escrutinio interno avanza, dicen los штабes políticos, mientras la ciudadanía se cuestiona si el número “tres” era la cifra de bancas o la de cafés que se durmió durante la campaña. Y así, en medio del silencio casi absoluto del electorado, las máquinas partidarias arrancaron motores, bombeando negociaciones, alianzas en lo oscuro, y promesas que quizá ni ellos mismos entienden.
El peronismo se apunta una banca, como quien saca boleto seguro en la ruleta. El orreguismo, con su aire de “somos nuevos pero ya estamos aquí”, consigue la siguiente. Y los libertarios… bueno, ellos aprovechan que los dos grandes estaban ocupados y “toman” la tercera banca como los inquilinos que se meten en el departamento del fondo cuando nadie revisó la cerradura.
El pueblo está en casa, mirando desde el sofá qué magia hicieron los que van a representarlo — mientras ellos pulen sus discursos, afinan sus corbatas y se preparan para cobrar dietas y viajar a Buenos Aires en algún momento.

