Chelsea Follett dice que no solo es erróneo abrazar el decrecimiento, sino que las investigaciones sugieren que esta mentalidad apocalíptica está causando una ansiedad generalizada entre los jóvenes.
A mis hijos les encanta la naturaleza y solemos acampar en familia, pero como madre me preocupan algunos de los mensajes que reciben sobre la conservación. Mi marido y yo hablamos con nuestros hijos sobre la gestión medioambiental haciendo hincapié en el enfoque eco-modernista: los seres humanos tenemos la capacidad única de innovar para salir de los problemas, creando soluciones tecnológicas que benefician tanto a las personas como al planeta. Por desgracia, los niños de hoy en día se ven bombardeados con mensajes sobre un apocalipsis inminente que solo puede evitarse reduciendo el nivel de vida y abrazando el «decrecimiento«.
Después de ver una película en su colegio sobre la basura en los océanos que la dejó llorando cuando era adolescente, Ilse Bonahan llegó a creer que las «soluciones tecnológicas» y el crecimiento económico no destructivo son «cuentos de hadas». Sin embargo, en los años posteriores a esa experiencia formativa, los científicos han inventado barcos de limpieza que consumen plástico oceánico como combustible y han desarrollado un tipo de plástico que se disuelve sin causar daño. Desde la década de 1960, las emisiones globales de dióxido de carbono por dólar de producto interior bruto han disminuido de forma constante, a medida que las tecnologías se han vuelto más ecológicas y las empresas han reducido los costos energéticos. Sin embargo, la mentalidad de Thunberg sigue reflejando los mensajes que recibió durante su infancia.
En Estados Unidos, muchas escuelas primarias públicas dedican ahora un día de la Semana de la Tierra a la «basura cero» mediante la reducción del consumo. Pero también es posible reducir los residuos mediante la desmaterialización: hacer más con menos gracias a la tecnología. Basta pensar en todos los dispositivos que sustituye un solo teléfono inteligente.
Incluso la cultura popular a veces promueve esta mentalidad apocalíptica de decrecimientoentre los niños. En una reciente película animada de Disney llamada Strange World, los personajes deben renunciar a la electricidad y beber café frío para proteger a una criatura gigante parecida a una tortuga y salvar su planeta. En realidad, la protección de la vida silvestre y el aumento del nivel de vida van de la mano: especies queridas como la tortuga boba («loggerhead turtle») están recuperándose en las zonas ricas del mundo, que tienen muchos más recursos para dedicar a la protección del medio ambiente que las zonas pobres. Los países más ricos suelen obtener mejores resultados en el Índice de Desempeño Ambiental de Yale.
La adopción del decrecimiento no solo es errónea, sino que las investigaciones sugieren que esta mentalidad apocalíptica está causando una ansiedad generalizada entre los jóvenes. Más de la mitad de los jóvenes estadounidenses de entre 15 y 29 años afirman sufrir «ecoansiedad«, un nivel de angustia psicológica que afecta a su vida cotidiana, según una encuesta de 2024. Otra encuesta de 2024 reveló que las reacciones emocionales más comunes de los estudiantes de secundaria y bachillerato estadounidenses ante la idea del cambio climático eran la tristeza, el desánimo, la impotencia y la inquietud. Un artículo revisado por pares explica cómo «la ansiedad climática puede provocar síntomas como ataques de pánico, pérdida de apetito, irritabilidad, debilidad e insomnio». Y esa ansiedad es internacional: un estudio de 2021, en el que se encuestó a 10.000 niños y jóvenes de entre 16 y 25 años en 10 países, reveló que el 59% de los encuestados estaba muy o extremadamente preocupado por el cambio climático, y más del 45% de los encuestados afirmó que esos sentimientos afectaban negativamente a su vida cotidiana y a su funcionamiento básico.
El Día de la Tierra, mi hija, que está en el jardín de infancia, llegó a casa con un mensaje que ya le resultaba familiar: ir en bicicleta es mejor para el planeta que conducir un auto. Su guardería había insistido en la misma idea el año anterior. A mucha gente le encantan las bicicletas, pero, como ha señalado el economista Tyler Cowen, fuera de los países pobres, la mayoría de la gente prefiere los autos a las bicicletas, y con razón. Por ejemplo, sin nuestra minivan, sería casi imposible que mi familia se desplazara con tres niños pequeños, además de sus snack, ropa de recambio y todo lo demás. En lugar de idealizar el uso de la bicicleta, ¿por qué no nos centramos más en soluciones tecnológicas que hagan que conducir sea más limpio o reduzcan los desplazamientos? Eso podría significar una mayor libertad para innovar en materia de eficiencia energética, flexibilizar las regulaciones que limitan el potencial de los autos eléctricos para competir con los autos tradicionales en el mercado o eliminar las barreras gubernamentales obsoletas al teletrabajo, como las restricciones a la telemedicina, para reducir los desplazamientos. La reforma de la zonificación para permitir más viviendas cerca de los lugares de trabajo también podría reducir los desplazamientos y la contaminación asociada.
En lugar de apresurarnos a adoptar soluciones que requieren reducir el nivel de vida mediante mandatos gubernamentales coercitivos o costosos subsidios financiados por los contribuyentes, deberíamos centrarnos en la libertad de realizar avances tecnológicos que mejoren nuestro nivel de vida y, al mismo tiempo, mitiguen el daño medioambiental. Una ventaja de este enfoque es que también podría mejorar la salud mental de los jóvenes, lo que tranquilizaría a esta madre.
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Free Society (Estados Unidos) del Instituto Cato, edición de verano de 2025.