“Cumplí el sueño argentino, que le da más valor a otras cosas que al dinero. Si hubiera querido el sueño americano, estaría en Nueva York”. Quien habla es David English, un estadounidense que se radicó en Mendoza en el 2001, después de sobrevivir al 11-S, el atentado a las Torres Gemelas. Es dueño de dos emprendimientos, English y Asociados, una consultora de asesoramiento a inversores extranjeros, y Study Abroad Mendoza, con la que cada año trae a unos cien estudiantes de Estados Unidos a realizar pasantías en bodegas argentinas. “No me vine por cuestiones económicas -insiste en diálogo con LA NACION-. Y no me arrepiento ni por un minuto, cuando vuelvo a mi país es como si fuera turista”.
Cuenta que cuando sintió el primer avión chocando contra la primera torre del World Trade Center y cuando, a los minutos, vio al segundo estrellándose casi sobre su cabeza, su pensamiento fue cambiar drásticamente su estilo de vida. “Muy a propósito elegí Argentina y Mendoza. El país, por su distancia a la ‘zona cero’, y la ciudad, porque la había conocido y me había encantado”, dice. English había estado en 1998 por seis semanas viajando por la Argentina por una beca del Rotary Club de Tenesse, su ciudad natal.
Cuando decidió mudarse trabajaba en tecnología, en una compañía que instalaba redes de wifi a otras corporaciones. “Me enamoró la buena onda de los argentinos, su espíritu emprendedor, su calidad humana, y por eso me decidí”, apunta.
Recuerda que en aquellos años en Mendoza no existía nada de lo que hay hoy. “Ahora tenemos cuatro restaurantes Michelin y bodegas espectaculares -describe-. Entonces era una ciudad de muchas milanesas con papas fritas, no estaba preparada para recibir turismo extranjero, no había guías bilingües, nada abierto para cenar a las 18… ni un desayuno con huevos revueltos. Era un lugar hermoso, con un clima increíble, con vida de montaña y de aire libre, con una ciudad ordenada, limpia, con mucho potencial. Pensé que tarde o temprano se iba a descubrir y quería ser parte de eso”.
English admite que en el 2001 cambió una crisis por otra; la crisis política y de seguridad de Estados Unidos por la crisis económica de la Argentina. Resolvió armar un equipo con abogados, contadores, escribanos e ingenieros agrónomos y lanzar una consultora para asesorar a inversores extranjeros. “En la Argentina había muchas dificultades y a los inversores de afuera les costaba entender cómo hacer negocios debido a factores como la inflación, las leyes labores, las regulaciones de los bancos, los impuestos, los tipos de cambio. En la mayoría de los países desarrollados todo eso no existe o son más formales, y a la vez más flexibles”, precisa.
Su empresa se ofrece como intérprete no solo del idioma sino de la forma de hacer negocios en la Argentina. El arranque coincidió con las primeras inversiones de afuera en bodegas o en tierras. English menciona que puso carteles grandes en inglés en el aeropuerto y en el centro de la ciudad promocionando sus servicios, los que generaron algunas bromas por parte de los locales.
Uno de sus primeros clientes fue Ward Lay, el hijo de Herman W. Lay, fundador de Frito-Lay y expresidente del directorio de Pepsi Co. “Fundó la bodega Andeluna Cellars, que creció fuerte. Lay ya murió y la empresa es totalmente de argentinos”, dice English.
El crecimiento de su consultora tiene mucha relación con el boca en boca. Él mismo fundó un club para empresarios extranjeros que se reúnen en un almuerzo mensual y eso también colaboró en las recomendaciones. Además, creó el otro emprendimiento para trabajar con universidades de Estados Unidos para organizar pasantías en bodegas. “Como todo argentino, creo que no tiene sentido poner todos los huevos en una sola canasta”, sostiene.
English tiene un hijo mendocino de 14 años y está convencido de que la Argentina le permitió cumplir con sus sueños. “Siempre había querido una vida de aventura fuera de Estados Unidos. Y para nada me arrepiento. No vivo con lujos, pero estoy muy conforme. Vine no por razones de dinero, sino me hubiera quedado en Nueva York. Se mantienen las cosas que me hicieron enamorar de este país, los argentinos y su buena onda. Es un país de emprendedores, porque para sobrevivir hay que serlo. Es y era súper atractivo”.