Los abruptos volantazos de Donald Trump en materia de política comercial no solo han descolocado a decenas de líderes mundiales y equipos económicos, sino que también han sembrado el desconcierto en su propio entorno trumpista. Cada declaración ha sido una dosis de incertidumbre que ha dejado a su círculo más cercano tambaleando.
Lo que comenzó como una cruzada “patriótica” contra la “injusticia” del libre comercio se transformó rápidamente en un espectáculo de enfrentamientos verbales entre sus colaboradores más leales. Los insultos cruzados no solo evidencian la división interna, sino que dejan claro que, tras cada nueva amenaza presidencial, incluso los aliados más fervientes siguen sin saber en qué vereda están parados.
Hasta hace apenas unos días, buena parte de su séquito perdía los estribos ante una avalancha de aranceles que no daba señales de detenerse. Sin embargo, el anuncio oficial del miércoles, que estableció una pausa de 90 días en una buena parte de los gravámenes, y la posterior exclusión de smartphones, computadoras y otros dispositivos electrónicos de las tasas recíprocas, permitió a muchos recuperar el aliento.
El embajador retirado de Estados Unidos, John Feeley, señaló en diálogo con LA NACION que “esto no debería haber sorprendido a nadie”, ya que, según argumentó, fue una promesa que Trump repitió durante toda su campaña. En este sentido, agregó que muchos de los que lo apoyaron, incluido Wall Street, lo hicieron con una “ceguera voluntaria” ante su compromiso de imponer aranceles.
Elon Musk ha sido uno de los más expuestos en este complejo escenario, pasando en los últimos días de un alineamiento perfecto con Trump a perder el favor presidencial y, finalmente, a ganar la pulseada… al menos por ahora.
Musk marcó distancia cuando sugirió, en una videollamada con el partido de extrema derecha italiano La Liga, una tasa de interés cero entre Estados Unidos y Europa. Esta propuesta chocaba frontalmente con la reciente batería de aranceles impulsada por el mandatario, lo que le valió los ataques de Peter Navarro, principal artífice de la política arancelaria, quien no dudó en llamarlo un simple “ensamblador de autos”.
“Imbécil”, fue la respuesta del CEO de Tesla, cuyas acciones cayeron un 36% en el primer trimestre del año.
No obstante, el anuncio de la pausa de 90 días revalidó la postura de Musk, representando una suerte de reivindicación para el magnate. Con su característica actitud desafiante, celebró la decisión publicando un meme de Pepe the Frog, un personaje popular entre la alt-right y los trolls de internet, vestido con un traje de gladiador con la bandera de Estados Unidos.
Además, Musk compartió una entrevista de Fox Business en la que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, afirmaba que la suspensión de los aranceles representaba una victoria para Trump, ante lo cual reaccionó con dos emojis de la bandera de Estados Unidos. Sin embargo, cuando parecía que lo peor había quedado atrás, se abrió un nuevo frente para él: comenzaron a circular versiones que señalaban que Trump recortaría drásticamente los fondos destinados a la ciencia en la NASA, algo que el director ejecutivo de SpaceX calificó de “preocupante”.
Por su parte, Navarro volvió a ajustar su discurso para alinearse con Trump, calificando la maniobra como una “movida maestra” en el arte de la negociación. Sus declaraciones coincidieron con las de Bessent y de la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, quienes intentaron transmitir la idea de que el repliegue había sido parte de un plan cuidadosamente orquestado desde el inicio.
Por su parte, Navarro volvió a ajustar su discurso para, calificando la decisión como una “jugada maestra” en el arte de la negociación. Sus declaraciones coincidieron con las de otros aduladores del presidente, como Bessent, y la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, quienes intentaron transmitir la idea de que el repliegue había sido parte de un plan cuidadosamente orquestado desde el principio.
La confusión también alcanzó al Partido Republicano, cuyos legisladores, cautelosos de enfrentarse al presidente, intentan equilibrar sus críticas a los vaivenes comerciales con elogios a su visión económica. Un ejemplo destacado es el del senador de Texas, Ted Cruz, quien, a pesar de su habitual respaldo a Trump, se mostró preocupado por las posibles repercusiones de las políticas comerciales. “Si entramos en una recesión, 2026 será, con toda probabilidad, un baño de sangre político”, alertó en su podcast Verdict, señalando que una crisis económica podría poner en peligro el control republicano del Congreso en las próximas elecciones.
En este clima de creciente inquietud, el representante de Comercio de Estados Unidos, Jamieson Greer, tuvo que justificar esta semana las decisiones de Trump ante las incisivas preguntas de los senadores durante una audiencia celebrada en medio de una fuerte volatilidad en el mercado de valores. “¿A quién puedo culpar si esto resulta ser un error?”, le espetó el senador Thom Tillis, de Carolina del Norte, presionándolo para que identificara qué asesor sería responsable en caso de una recesión.
Algunos republicanos tradicionales incluso intentaron frenar el plan arancelario. El senador Chuck Grassley, de Iowa, presentó un proyecto de ley bipartidista que buscaba devolver al Congreso parte del control sobre la política comercial, actualmente en manos del Ejecutivo. Propuestas similares estaban avanzando en la Cámara de Representantes.
Sin embargo, la Casa Blanca dejó claro que el presidente vetaría cualquier iniciativa mientras que los líderes legislativos, como John Thune en el Senado y Mike Johnson en la Cámara, descartaron llevarla a votación. El propio Trump descalificó a los impulsores de las propuestas, tachándolos de “rebeldes republicanos” que “quieren lucirse”.
Pero unos días después llegó el anuncio de la pausa. Según trascendió más tarde, la presión dentro de los legisladores más cercanos habría llegado hasta el presidente. El senador por Carolina del Sur Lindsey Graham le habría dicho a Trump: “Dejaré en tus manos qué es suficiente y qué no, pero creo que puedes ver que la gente está buscando algunos puntos en el tablero”. Por su parte, Cruz le transmitió que la administración tenía dos opciones respecto a los aranceles: utilizarlos como palanca para que otros países redujeran los suyos o mantenerlos, lo que provocaría represalias internacionales. “Le expresé al presidente que este último resultado sería muy perjudicial para el país y para Texas”.
El anuncio del miércoles también aportó calma al sector empresarial cercano al presidente, cuyos principales referentes habían manifestado su preocupación por los impactos potenciales de los nuevos gravámenes. Bill Ackman, un inversor que apoyó la candidatura presidencial de Trump para 2024, había advertido que continuar con los aranceles equivaldría a iniciar una “guerra nuclear económica”. Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, alertó sobre el riesgo de que incrementaran la inflación, empujaran a la economía global hacia una recesión y debilitaran la posición internacional de Estados Unidos. Por su parte, el multimillonario Stanley Druckenmiller, fundador de Duquesne Family Office, expresó su oposición a los aranceles superiores al 10%, mientras que Ken Fisher, fundador de Fisher Investments, los calificó como “estúpidos” y “equivocados”.
No obstante, tras el comunicado de la suspensión, los elogios no se hicieron esperar. Ackman reconoció que la estrategia fue ejecutada brillantemente por Trump. Destacó que la ventaja de este enfoque era la claridad que aportaba sobre quiénes eran los socios comerciales preferidos y quiénes los problemáticos. “China ha demostrado ser un mal actor”, concluyó.
Mientras tanto, las acciones de las “siete magníficas” —Apple, Nvidia, Microsoft, Amazon, Alphabet, Meta y Tesla— sumaron más de 1,5 billones de dólares en valor de mercado el miércoles tras el anuncio de la pausa en los aranceles. No obstante, estas ganancias no fueron suficientes para compensar los 3,4 billones de dólares en pérdidas que las empresas han acumulado desde su pico a finales de 2024. Aproximadamente dos billones de esas pérdidas corresponden a la última semana, después de que Trump impusiera aranceles a las importaciones de varios países, incluida China, uno de los principales mercados y exportadores de tecnología.
A pesar de la turbulencia, los CEOs de las “siete magníficas” han mantenido un perfil bajo para transmitir calma a los mercados. Alphabet, por ejemplo, expresó el miércoles que seguía comprometida con su plan de invertir unos 75.000 millones de dólares este año para expandir su capacidad en centros de datos. Además, la empresa trató de tranquilizar a los inversores asegurando que sus planes de inteligencia artificial estaban generando buenos rendimientos.
Sin embargo, las compañías comenzaron a prepararse para cualquier escenario. Apple, por ejemplo, trasladó 600 toneladas de iPhones desde la India a Estados Unidos en las últimas semanas, anticipándose a un posible aumento de precios.
Pero las buenas noticias llegaron el sábado, cuando Trump moderó su postura al eximir a los teléfonos inteligentes, computadoras y otros aparatos electrónicos de los aranceles recíprocos.
El club de amigos de Trump en el extranjero también se encontró en un terreno inestable, atrapado entre marchas y contramarchas, pero con cuidado de no desafiar abiertamente al mandatario estadounidense.
Un ejemplo claro es el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, quien, pese a calificar como “exitosa” su reunión con Trump en la Casa Blanca, se mostró incómodo en el Despacho Oval ante las declaraciones del presidente republicano, que minimizó o contradijo varias de sus prioridades. El encuentro, lejos de ser especialmente beneficioso para Israel, reflejó las tensiones latentes entre ambos aliados.
No obstante, la visita de Netanyahu, sumada a la presión de más de 70 países, podría haber influido en la decisión de establecer una pausa que terminó favoreciendo a Israel, al conseguir una reducción de los aranceles del 17% al 10%. Aun así, Trump no otorgó ningún trato de privilegio a su supuesto amigo.
Algo similar ocurrió con Javier Milei, quien emprendió un desesperado y fallido viaje relámpago a Mar-a-Lago con la esperanza de un encuentro informal con Trump. Al anunciarse los aranceles del 10% para la mayoría de América Latina, el mandatario estadounidense no tuvo gesto alguno hacia su presunto “presidente favorito”, como lo calificó The New York Times, aplicando el mismo castigo a la Argentina que al resto de la región.
De todas formas, el secretario del Tesoro de Estados Unidos viajará a Buenos Aires el 14 de abril para reunirse con autoridades del gobierno argentino y representantes del sector privado. Según anunció, el objetivo de su visita será ratificar el respaldo de la administración Trump a las reformas económicas impulsadas por Milei.
Hungría, bajo el liderazgo del populista Viktor Orbán, apostó desde un principio por alinearse con Washington, oponiéndose a las represalias de la Unión Europea. Tras la marcha atrás europea, el ministro de Exteriores húngaro, Peter Szijjarto, celebró que la suspensión temporal de ciertos aranceles dictada por Trump validaba la postura de su país. “Una vez más, teníamos razón”, remarcó, recordando que Budapest fue el único miembro que no apoyó las contramedidas de Bruselas contra Estados Unidos.
Una encuesta de Reuters/Ipsos realizada entre el 31 de marzo y el 2 de abril, coincidiendo con el gran anuncio de Trump, mostró que la mayoría de los votantes republicanos aprobaba su gestión del empleo, el comercio y la economía. Incluso tras la turbulencia desatada en los mercados, se espera que tanto los votantes republicanos como los populistas conservadores mantengan una sólida confianza en su conducción económica. Mucho más entre su núcleo duro de seguidores: tuiteros, influencers y entusiastas de teorías conspirativas.
“Los votantes más fieles de Trump confían plenamente en él en temas empresariales porque creen firmemente que es uno de los mejores empresarios de nuestra generación, si no el mejor”, explicó Michael Meyers, estratega republicano de Grand Rapids, Michigan, a Bloomberg.
El activista conservador Charlie Kirk, con casi cinco millones de seguidores en X, también defendió la postura de Trump sobre los aranceles: “Están presenciando una reorganización histórica de la economía global y estadounidense, y va a ser un golpe muy duro. Habrá volatilidad en los mercados, habrá turbulencia. Es básicamente como tomar jarabe para la tos: no se siente bien, pero es bueno para uno”.
La misma lealtad se reflejó en los medios afines al expresidente. El presentador de Fox Business, David Asman, por ejemplo, llegó a retratar a Trump como un ingenioso jugador de ajedrez, describiéndolo como una figura prudente y heroica que había salvado al mundo de una emergencia económica, sin mencionar que la crisis había sido provocada por el propio mandatario. “El empresario de sentido común, Donald Trump, ha estado evaluando todas estas cosas”, sostuvo Asman, “y justo cuando uno piensa que toda esperanza está perdida, que vamos a caer en una recesión, que tendremos meses, sino años, de mercados en caída, ¡pasa algo como esto!”, dijo en referencia a la pausa arancelaria de 90 días.