Diego Armando Maradona fue un personaje único. Y, es sabido, muchas personas tuvieron el placer de vivir momentos, al menos un segundo, a su lado. Pero son pocas las que pertenecieron a su circulo íntimo. Uno de los privilegiados es Mariano Israelit, quien a finales del años publicó el libro «El amigo de Dios», donde relata las anécdotas que vivió con el Diez y que hasta ahora muy pocos conocían. En una charla con Clarín, el ex productor televisivo contó historias desde que lo conoció en 1982, pasando por las vivencias en Cuba, hasta los últimos días del ídolo en su rol de entrenador.
«Si tengo que contar todo lo que viví podría hacer diez libros», arranca como carta de presentación Israelit, cuyo primer contacto con Maradona fue cuando iba a la casa de Villa Devoto para ayudar a Hugo, el hermano menor de Pelusa, con las tareas del colegio. «Yo en la escuela no era muy bueno, pero imaginate que iba a la casa de los Maradona a explicarle a Hugo y cuando eran cerca de las 20, Doña Tota subía y me preguntaba si me quería quedar a cenar y cuando bajábamos el que estaba sentado en la mesa era Diego. Así lo conocí las primeras veces, compartiendo una mesa, cuando él ya se estaba yendo a Barcelona. Diego siempre te hacía un chiste. A mí me gastaba siempre por comer mucho, pero yo creo que era para que me relajara y se creara un ambiente lindo”, recuerda.
Un año más tarde, cuando Diego ya estaba en Europa, Israelit tuvo la oportunidad de compartir otro momento con la familia Maradona que jamás olvidará: comer un asado al lado del Pequeño, cómo lo llamaban él y Guillermo Coppola en la intimidad. Y se llevó el mejor regalo del mundo. «Había entre 15 y 20 personas. Todos familiares que estaban para comer un asado. El único que no era de la familia era yo. Tenía vergüenza y me fui a un baño para esperar y no sentarme en un lugar equivocado. Hugo me llama y salí rezando de que no me tocara al lado de Diego, pero Hugo dejó un lugar entre los dos y me senté ahí”, relata con emoción.
Y sigue: «Cuando me estaba por ir, le pedí que me firmara unos posters que tenían ahí en la casa en los que estaba Diego jugando en Barcelona. Me pidió que subiera con él a su habitación y me hizo sentar en su cama. Mientras me firmaba los afiches que agarré y vi que en la mesita de luz tenía una bolsa de un shopping de España. Después nos saludamos y, cuando me estaba yendo, me tira la bolsa y me dice: ‘Tomá, esto es para vos’. Cuando la abrí había una camiseta de él de Barcelona. Era con la que le había hecho un gol a Real Madrid”.
Si bien parecía que la relación iba encaminada, hubo un distanciamiento con Diego y, sobre todo, con Hugo jugando al fútbol fuera de Argentina. Pero en 1996 se reencontraron y la amistad comenzó realmente. “Unos años más tarde nos reencontramos en un boliche. Diego y Hugo eran muy celosos de sus amigos y me dijo que me acercara más a él porque Hugo no estaba viniendo a Argentina y lo veía poco. Ahí fue dónde empezamos a tener más relación. En el año 2000 me invitó a que fuera a vivir a Cuba y en los cuatro años que estuvo ahí yo iba y venía», aclara sobre cómo fue que empezó a estar cada más cerca de la intimidad de Maradona.

«Una noche me fui a dormir. Diego era como un nene. Tenía la habitación en el primer piso y yo en la planta baja. En la casa teníamos una máquina que hacía hielo. Agarró una palangana, la lleno de agua y hielo y me la tiró encima de la cama… Yo estaba durmiendo. Me agarró una calentura… Encima, cuando sale corriendo, se patina y yo agarro una zapatilla y se la tiro por la cabeza. Me levanté y me armé el bolso para irme. Diego bajó hecho una carmelita descalza, me pidió perdón y me quedé con él unos días más”, rememora.
El Diez se caracterizó por vivir siempre al límite. En 2001 tuvo un inconveniente con una serie de fotos que fueron publicadas sin el consentimiento de las personas que estuvieron presentes en el festejo. Fue poco antes de su homenaje en la Bombonera, aquel en que inmortalizó la frase «yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».
“Unos días antes de su partido despedida habíamos estado en el cumpleaños de Diego en Cuba y Coppola le vendió las fotos del festejo a la revista Gente. Diego, siempre al límite… A finales de octubre, como todos saben, era su cumpleaños y en septiembre había sido el atentado a las Torres Gemelas… Y él tiene la mala idea de disfrazarse de Osama Bin Laden. El Negro (Jorge) Luengo fue quien viajó de la revista y se pactó que no se publicaran las fotos de Diego disfrazado», señala.
Y sigue: «Ya de regreso, me llama Guillermo y me pregunta: ‘¿Cuánto vendiste las fotos?’. Yo no sabía de qué me hablaban. Me tomé un taxi, fui al Hilton y cuando entro veo a Coppola en una bata de seda. Me dice dónde estaba Diego y los dos me empezaron a preguntar si yo había vendido las fotos del cumpleaños. Me muestran la revista Caras y estaba Maradona vestido de Bin Laden en la portada. Me quería morir… Lo conozco desde el 82 y jamás hubiera vendido una foto de él».

«A los 10 minutos golpean la puerta de la habitación y era el doctor (Alfredo) Cahe. Entra en el cuarto y le dice a Guillermo: ‘¡Qué fotitos, no!’. Y Coppola le pregunta: ‘¿Esas fotos las vendiste vos?’. No las había vendido. Un amigo de él trabajaba en Caras y se las había dado. A mí me volvió el alma al cuerpo», señala y agrega entre risas: «Enseguida lo encaré a Coppola y le dije: ‘Y, Guille, ¿qué me vas a decir?’. Y me respondió: ‘Vos pensás que nosotros desconfiábamos de vos’».
Israelit pudo conocer a todos los Diegos posibles. El futbolista, el entrenador y, sobre todas las cosas, el corazón de la persona fuera de las canchas y de los micrófonos y las cámaras de televisión. “Diego Maradona fuera del deporte era un tipo normal. Muy amigo de sus amigos. Le gustaba mucho la noche. Salía, íbamos a cenar por lo general cuando el restaurante estaba por cerrar para que no hubiera mucha gente y pudiera comer tranquilo. Pero siempre fue una persona normal. Le gustaba dormir hasta tarde. Siempre arrancaba después del mediodía. Era bastante lindo ser Maradona, pero también era difícil ser Diego”, reflexiona.
Para Israelit, Maradona que el mejor jugador de la historia, ese ídolo que todos amaban y veneraban. Pelusa fue su amigo y estuvo junto a él en las buenas y las malas sobre todo. “A mí no me gustaba el tema de la adicción. Yo lo quería ayudar, pero no se dejaba. Escuché varías veces discutir a Guillermo con Diego por este tema. Un día le dijo: ‘Mirá, Guillermo, si no te gusta agarrá tus cosas y andate’. Entonces ya no se podía hacer nada. Él ya era grande. Estaba en un momento feo de su vida, pero no se dejaba ayudar.”

“En el último tiempo, cuando empezó a ser entrenador, Diego estaba feliz. Si nos ponemos a pensar en los valores económicos con que se manejaba Diego, lo que ganaba era irrisorio. Pero él tenía ganas de dirigir y Gimnasia le dio la oportunidad y él agarró. Siempre estuvo agradecido a Gimnasia y siempre estuvo feliz dirigiendo. Cuando agarró la Selección Argentina en 2010 estaba muy contento. Hablaba muy bien de Leo Messi y de Di María”.
Con respecto a cómo Diego Maradona pasó sus últimos días, mientras era el director técnico de Gimnasia y Esgrima La Plata, el ex productor televisivo dijo: «La última vez que lo vi a Diego, fuimos a la casa de él en Bella Vista junto a Mariano Castro, el médico que vivió con nosotros en Cuba y que hoy es director de un hospital, y algo no nos cerraba. Diego nos abrazó cuando nos íbamos de la casa y nos dijo a los dos: ‘No me abandonen, no me dejen solo’«.
«Yo le contaba a Claudia y a las hijas que era lo que yo veía. Diego en ese momento tenía una adicción por el alcohol. Íbamos a comer un asado y nos tomábamos una copa chica de vino para que él tomara menos», continuó.
«Un domingo al mediodía fuimos a comer y a las 7 de la tarde venían las hijas. Después del asado, estábamos tomando unos mates y llegó un pibe, que por suerte hoy está preso, y le traía una cerveza. Diego se la tomaba y sin que pidiera otra, le volvían a poner una enfrente. Yo le dije Charly, así le decían en la casa, están viniendo las hijas, con que necesidad le traés cerveza, sabiendo que a la tercera empezaba a balbucear y me respondió lo acostamos un ratito’, en un ratito llegaban las hijas y le apagaban el celular, lo acostaban y las hijas no tenían como entrar a la casa», finalizó.
Israelit no tiene buena espina acerca del devenir de la causa judicial que investiga la muerte de Diego. «Yo creo va a quedar en la nada. Sinceramente. Hay mucha gente que no está dentro de la gente que hay que citar para que declare. Yo fui a declarar y vi que las cosas no están muy claras. Me parece raro todo lo que está pasando, los tiempos que se están tomando. No lo veo con mucha resolución… Me parece muy triste que una persona como Diego Maradona y como mi amigo tenga que estar pasando por esto y sin solución. Para mí no va a ir nadie preso».
«Yo a Diego lo extraño mucho. Extraño las charlas que teníamos, esas que duraban hasta cualquier hora de la noche. Ahora me parece raro estar viviendo sin Diego, me falta ese afecto, esa compañía, esa amistad por más de 30 años», cerró.