En el marco de un nuevo aniversario de la Declaración de la Independencia, el Ministerio de Gobierno, a través del Archivo General de la Provincia, presentó una reseña sobre las estatuas dedicadas a Fray Justo Santa María de Oro y Francisco Narciso Laprida, dos de los próceres que representaron a San Juan en el Congreso de Tucumán de 1816. La revisión histórica se nutre de documentos del Departamento Archivo Histórico y del acervo bibliográfico del Departamento Biblioteca y Hemeroteca.
Según un artículo del autor Suetonio, publicado en la segunda edición de la Revista de Historia en 1956, San Juan se destaca por el temprano impulso de homenajear a sus figuras ilustres a través de monumentos. En aquella edición, el entonces interventor federal, general Marino Bartolomé Carreras, celebraba la iniciativa con una reflexión sobre “el indómito pueblo capaz de heroísmos y cuyas egregias figuras como las de Sarmiento, Aberastain y Fray Justo Santa María de Oro” daban testimonio del carácter sanjuanino.
La reseña se concentra en las estatuas de los dos diputados por San Juan en 1816. Aquella histórica jornada del 9 de julio, bajo la presidencia del propio Laprida, marcó el inicio de la vida independiente de la Nación. Años después, el 19 de junio de 1888, la Legislatura sancionó la Ley 1062 que autorizaba la construcción de dos estatuas: una a Laprida en la plaza que lleva su nombre y otra a Fray Justo en la plaza Aberastain.
La Comisión de Estatuas de San Juan y su subcomisión en Buenos Aires, encabezadas por ciudadanos notables como Rosauro Doncel, Juan C. Albarracín y Segundino Navarro, fueron las encargadas de reunir fondos y coordinar los trabajos. El escultor elegido fue Lucio Correa Morales, quien asumió el desafío.
En 1897 se materializó el primer homenaje: la estatua de Fray Justo Santa María de Oro. Aunque la ley establecía que se ubicara en la plaza Aberastain, finalmente se instaló frente a la Catedral, en la Plaza 25 de Mayo, en sintonía con el deseo que Sarmiento había expresado en 1884 durante su última visita a la provincia. La obra fue inaugurada el 9 de julio de 1899, en una ceremonia multitudinaria y con notable repercusión en la prensa nacional.
El caso de Laprida fue más accidentado. Aunque su estatua estaba concluida desde hacía años, diversos problemas demoraron la construcción de su pedestal durante más de una década. En 1898, se convocó nuevamente a Correa Morales para avanzar con las tareas pendientes, aunque la instalación definitiva llevaría varios años más.
La evocación del Archivo General no sólo recupera la memoria de dos figuras claves de la Independencia, sino que también ilumina el esfuerzo colectivo de una provincia que, ya en el siglo XIX, comprendía el valor simbólico de rendir tributo a quienes forjaron la libertad.