San Juan, martes cualquiera, sol, siesta, calor y dos aspirantes a delincuentes premiados por el fracaso deciden robar una moto enduro creyendo que el delito funciona como Netflix: tocar, elegir, agregar a mis vehículos y listo. Estaban ahí, manoseando la moto con la delicadeza de quien acaricia un perro ajeno, cuando de repente aparece el dueño convertido en Thor, pero con ojotas. Grita algo así como: “¡¡LA MOTO NO, GUACHOS, QUE TENGO SEGURO PERO NO PACIENCIA!!”.
Los fugitivos arrancan a correr, el dueño atrás, los comerciantes señalando como relatores de fútbol (“¡van por Rioja!, ¡doblan en Rivadavia, cuidado que ahí pierde velocidad!”), y justo cuando el dúo circulante empieza a creer que la libertad los espera… aparece la policía como piquete sorpresa y zas, detención inmediata. La moto vuelve a su legítimo dueño, quien ya está pensando en ponerle candados, alarmas, huellas digitales, retina y ADN para que no vuelva a pasar.
Pero la saga no termina: en el Barrio Costanera III entra en escena nuestro segundo protagonista, un joven influencer del delito minimalista. ¿Qué roba? ¿Dólares? ¿Electrodomésticos? ¿Joyas persas? No. Un alargue de 19 metros y un regador de obra de 10 litros. Nivel de ambición: ladrón categoría ferretería económica.
Como no podía cargar dignamente su botín, empieza a trepar medianeras intentando parecer Spider-Man, pero termina recordando más a una lombriz con cable enrollado. La policía le grita, él intenta un salto final, fracasa con la convicción de un bailarín sin coreografía, cae, se enreda, se rinde, se arresta, se acabó. Alargue recuperado, regador en paz, delincuente en penitencia con cinta aisladora emocional. San Juan cerró el día con: 3 detenidos, 2 intentos de robo tan tristes que deberían declararse patrimonio cultural del ridículo, una moto feliz, un regador a salvo, un alargue que sobrevivió el intento de secuestro más patético de la historia. Los imputados, mientras tanto, ya analizan seriamente pasarse a otra actividad más rentable: robos de stickers, macetas o tapas de Tupper en cumpleaños familiares. Episodio digno de nominación a los Anti-Oscar del delito sin talento.

