Y un día pasó lo que tarde o temprano iba a pasar: un limpiavidrios le metió un sopapo a un automovilista en pleno semáforo. No fue en La Matanza, fue en Chimbas. Y fue un tipo con trapo y balde que confundió una esquina con su feudo personal.
Según el denunciante, todo empezó como siempre: parabrisas limpio a la fuerza, aunque el conductor dijo que no, que no tenía un peso «Porque me manejo con Mercado Pago». Y ahí nomás, el autoproclamado “prestador de servicios espontáneo” lo insultó con una frase que resume el nivel de violencia y resentimiento que se vive en la calle:
“¿No tenés plata y andás en esta chata?” (Camioneta Amarok 2016).
Lo siguiente fue una piña en el ojo. No simbólica. No metafórica. Una trompada directa, real.
¿Y entonces? Entonces nada. El tipo radicó la denuncia y ahora la Policía “analiza las cámaras”.
Acá no hay que tenerle miedo a las palabras: estos personajes son dueños momentáneos de cada esquina. Son pequeños señores feudales armados con botellas de plástico y trapos negros. Si no les das plata, te escupen, te putean, sobre todo si quien maneja es una mujer. En este caso era un hombre, ni puteada ni escupida, piña directamente.
¿Hasta cuándo vamos a seguir tolerando esta locura disfrazada de necesidad?
¿Dónde está la Municipalidad, que permite esta extorsión urbana con trapo suelto?
¿Dónde están los derechos del que trabaja, paga impuestos y no quiere que lo fajen mientras espera la luz verde?
La calle no puede seguir siendo tierra de nadie. O mejor dicho, tierra de ellos. Porque en San Juan ya no se puede frenar sin correr el riesgo de terminar con un ojo morado… o algo peor.