La política argentina está tan fundida que da lástima y ganas de reír al mismo tiempo. CFK sale al balcón y se encuentra con cuatro militantes, dos de los cuales son custodios y el otro un vendedor de «beines y beinetas». Entonces larga frases rimbombantes para que alguien, aunque sea Magnetto, o sus aliados iraníes le presten atención. Ahora tiró que en la Argentina “hay terrorismo de baja intensidad”. Claro, Cristina, y los Reyes Magos vienen en dron. Lo único que le explota es la desesperación, porque cada día tiene más pinta de “presa VIP” que de Juana de Arco K.
Argentina es un sketch interminable de “Cha Cha Cha”. Cada vez que un numerito económico mejora un cachito, los políticos se suben a un poni y se creen Churchill. Pararon la inflación un par de meses y llegaron al déficit cero. Fantástico. Les damos una medallita y un Sugus. Pero mientras tanto, el país sigue siendo un baldío con bandera.
Mirá estos tres lujos argentos: se corta el gas en invierno mientras tenemos Vaca Muerta durmiendo la siesta; la gente muere en rutas que parecen rodajes de Mad Max; y hay tipos que se mueren por tomar remedios con fentanilo de un laboratorio llamado HLB Pharma, vinculado hasta la médula con Lázaro Báez, el testaferro preferido de la familia Kirchner
Y todavía hay quien festeja “brotes verdes”. ¡¡Pero si los únicos brotes verdes que tenemos son los del moho en las paredes!!
Y mientras tanto, el Congreso… mamita querida. La Cámara de Diputados es un conventillo deluxe donde unas señoras se gritan “fascista” y “zurda de mierda” mientras se tiran papeles como en el Superclásico. Nadie entiende qué discuten, pero todos aplauden como focas con déficit de atención.
¿Querés una perlita? Esta semana juró un tal Juan Carlos Giordano, que largó el speech más bizarro del año: juró por los treinta mil desaparecidos, la patria socialista y el heroico pueblo palestino contra el “sionista Estado de Israel”. Hermano, tengo un cerebro guardado, ¿querés que te lo dé?, no podés jurar normal como el resto? Pero no. Tiene que coronar su minuto de fama con antisemitismo en HD. Y nadie en el Congreso le dice ni mu. Para algo cobran dieta, manga de estatuas vivientes.
Mientras tanto, Milei anda en gira evangelista, insulta periodistas, los demanda, se pelea en Twitter como el tío borracho en Navidad, y se cree un león con melena violeta. Lo único “libertario” que le queda es la libertad para putear.
Argentina es un circo, pero uno berreta, sin carpa ni payasos profesionales. El ciudadano común está afuera, frito, contando los billetes como si fueran figuritas difíciles mientras todo está carísimo, no repunta ni el consumo de galletitas, y las inversiones huyen como cucarachas cuando prendés la luz.
Se vienen las elecciones de medio término y sería un golazo, por una vez en la vida, que dejaran de meter en las listas a gente con menos luces que un farol quemado. ¡Con poner a gente normal, que sepa leer y escribir sin dictado, alcanzaría! Pero no. Insisten en repetir muñecos que no tienen más contenido que un reel de TikTok.
El gobierno debería hablar de lo que nos rompe el alma todos los días, pero siguen con la cantinela de “la pesada herencia”. Bueno, muchachos, ya pasaron unos meses. No pueden seguir echándole la culpa a los que se fueron mientras el país se hunde como el Titanic con reggaetón de fondo.
Y el PRO… ¡ay, el PRO! Ese acuerdo con Milei en provincia de Buenos Aires tiene menos mística que un kiosco de barrio. Si se meten bajo el ala libertaria, desaparecen. Es matemática básica: se convierten en extras mudos del show de Milei.
En elecciones legislativas, cada partido debería representar gente de verdad, no a cuatro vivos que hacen encuestas truchas. Porque si no, los votantes los van a mandar a cagar y a buscar otra opción. Y así estamos: atrapados en una tragicomedia nacional, mientras los políticos juegan a la calesita y el país se prende fuego.