Lo de ayer frente al Congreso, ¿fue una protesta, fue un reclamo legítimo, fue la expresión de un pueblo indignado?. Fue un espectáculo patético de vandalismo, una postal de la impunidad con la que se mueven los mismos de siempre: ¿barra brava, los mercenarios del quilombo, los soldados del caos defendiendo a los jubilados? ¿Cuándo y donde se ha visto?
Vidrios rotos, autos incendiados, piedras volando y el único que faltaba era el «GORDO MORTERO» para completar imágenes del pasado casi reciente. Así «debatieron» los grupos organizados que se adueñan de las calles cuando les conviene. Y mientras tanto, la policía con órdenes de quedarse de brazos cruzados, como si la democracia (No importa el partido político de turno que esté gobernando) tuviera que arrodillarse ante los matones de turno.
Estos no son militantes ni ciudadanos indignados. Son delincuentes disfrazados de manifestantes. Son las mismas bandas que manejan las tribunas del fútbol, las que alquilan sus servicios al mejor postor. Ayer, no marcharon ni por los jubilados, ni por una idea, sino por el negocio, les dieron $50.000 pesos o $100.000 pesos en algunos casos «mas la comida» como decia un gordo con camiseta del club Deportivo Morón que se veia que mucho hambre no está pasando . Lo de ellos no es ideología, es guita y negocio, y el problema de los jubilados también es guita, pero es guita y supervivencia después de haber sido cagados por todos los gobiernos desde que se tiene memoria. Y el que todavía cree que estas hordas actúan por convicción, vive en Disney.
Y ahí estaban los de siempre. D’Elía, el piquetero millonario, el eterno soldadito del relato procesado por la firma del convenio de impunidad con Irán por el atentado a la AMIA, arengando la violencia como si se tratara de una cruzada santa, PERO UNA CRUZADA SANTA POR GUITA. Un tipo que lleva décadas viviendo del Estado, pero que se la pasa hablándonos de la «patria» como si tuviera alguna autoridad moral. A su lado, el ejército de piqueteros profesionales, esos que jamás trabajaron un día en su vida, pero que saben cortar calles, romper comercios y prender fuego lo que haga falta. Porque claro, el país les debe todo, ellos no le deben nada a nadie.
Se creen dueños del espacio público, como si la democracia fuera un juego, donde ellos pueden putear, escupir, agredir, patear a las fuerzas de seguridad, y los demás solo tienen que mirar. Y cuando no les gusta el resultado de una elección o una decisión del Congreso, su respuesta es la misma de siempre: violencia, caos, incendios, la cara del Che Guevara, la marcha peronista cantada por quienes ni son peronistas, y solo saben que «los alquilaron» para destruir. Pero claro, después lloran por la «represión», como si no fueran ellos los que convierten las calles en zona de guerra.
¿Y el Gobierno? Bien, gracias. ¿Cuántos detenidos hubo? ¿Cuántos responsables políticos darán explicaciones? ¿O seguimos con el jueguito de la impunidad? Porque ya sabemos cómo funciona esto: si vos cortás una calle para ir a laburar, te meten una multa; si estos tipos te prenden fuego la ciudad, los llaman «militantes comprometidos» y son liberados por una jueza que por sorpresa es sobrina el Aníbal Fernández.
Si la política no se anima a enfrentar de una vez por todas a los dueños de la violencia, seguiremos presos de estos delincuentes con la bandera del Che Guevara, del PJ, de la UCR, de los disidentes de Milei, de los disidentes del PRO, y cuanto hijo de puta de cualquier partido político que se dé cuenta de que es… POR GUITA. Suena la palabra «DEMOCRACIA» y cada día te das cuenta de que todos la usan como un buche, se enjuagan la boca y la escupen. Les han dicho mafiosos, incendiarios, terroristas, barras bravas, ladrones, chorros, hijos de puta, cagadores, kirchneristas, ensobrados, hasta la definición de periodista la han usado como agravio… pero a mí me parece que el peor de los insultos es a uno mismo cuando se escucha decirles «DEFENSORES DE LOS JUBILADOS…», ¿por qué?… porque todo fue y es POR GUITA.