El 2024 cerró con un número que no entra ni en las remeras de los hinchas: 117,8% de inflación anual, según el INDEC. Diciembre, con un «humilde» 2,7%, casi parece un alivio, pero no nos engañemos: esto es como festejar que el Titanic se hundió, pero despacito.
Los argentinos, acostumbrados a contar billetes como si fueran cartas de truco, despiden el año con una sensación de déjà vu. Los precios suben más rápido que las promesas de los políticos, y el billete de $1.000 ya sirve más para hacer origami que para comprar algo útil.
Mientras tanto, los economistas de café repiten la frase de moda: «Estamos mejor que en 1989». Claro, porque siempre está bueno compararse con la peor película de la historia. Pero la realidad es que con un 117,8%, hasta el Monopoly se queda corto para reflejar la economía local.
Y mientras el gobierno busca excusas, la gente busca ofertas, aunque sean en cuotas. Eso sí, cuidado con el plan «Ahora 12», porque para cuando terminás de pagar, el producto ya es vintage.
Argentina, país generoso, cierra otro año donde el único índice que no para de crecer es el de la paciencia del pueblo. Porque, seamos sinceros, si no fuera por el humor, ya hubiéramos puesto el país en venta en Mercado Libre (con envío incluido, pero en 72 cuotas).