El recorrido del muñeco emblema del Automóvil Club Argentino comienza en el trazo inocente de una niña. Un dibujo infantil, nacido de la imaginación de la hija del ingeniero Antonio U. Vilar, fue el germen de lo que se convertiría en un símbolo de la empresa y las rutas argentinas. Lo que empezó como un garabato en una hoja de papel, terminó transformándose en una figura conocida por todos los automovilistas del país.
En una época en la que el club crecía y se expandía con nuevas sucursales, era fundamental encontrar un emblema que unificara visualmente a la institución en todo el país. No solo era importante presentar cierta unidad arquitectónica entre sus sucursales sino también poseer un logotipo simple y reconocible. El muñeco se transformó en ese símbolo distintivo, capaz de representar de manera clara a la organización en cada rincón del país.
La historia se remonta a 1936, cuando Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) buscaba imponer sus productos en el mercado de combustibles y se encontraba en una lucha contra el predominio de otras empresas petroleras de mayores recursos técnicos y publicitarios. En esa instancia, el Automóvil Club Argentino suscribió con YPF un convenio por el cual el ACA otorgaba a la empresa nacional la exclusividad de las ventas de sus productos en todas las estaciones de servicio de la institución.
Por su parte, YPF le reconocía una bonificación sobre el precio de la nafta y financiaba, mediante créditos en productos, la construcción de estaciones de servicio para que el club instale en las principales ciudades y rutas del país.
De este acuerdo surge la necesidad del ACA de que todos los edificios tuvieran una tipología característica, ya que las obras debían poseer un concepto de unidad y se quería buscar desde la compañía algún logo o forma que permita identificar las estaciones de servicio de manera contundente y reconocible.
Se elaboró un concurso, con un jurado constituido por una comisión especial del plan ACA – YPF, integrada en ese momento por: Camilo Idoate (presidente del ACA ), Carlos P Anesi (vicepresidente 1°), Horacio Pozzo (secretario), Armando Massone (tesorero), Eduardo Edo (prosecretario y presidente de la Comisión Técnica) y Daniel Iribarne (miembro de Comisión Directiva).
Los invitados a participar del proyecto fueron los ingenieros Antonio U. Vilar, Sánchez Lagos y De la Torre y los arquitectos Jaime Roca, Alberto Prebisch y J. Rodríguez Etcheto.
Se resolvió por unanimidad adjudicar el primer premio al anteproyecto presentado con el lema “Chispa” perteneciente a Antonio U. Vilar. La ejecución comenzó en los edificios que se construyeron en la ciudad de Córdoba y en el barrio de Barracas en la Ciudad de Buenos Aires.
La caracterización del Vilar parte de una señal de tren. El espíritu de la figura nace porque en el caso de las estaciones de servicio ésta acompañaba bien la fachada del edificio y en las estaciones camineras era independiente al mismo, siendo más visible a la distancia. Cumplía dos funciones distintas con su misma figura, sin necesidad de cambios. Pero el primer boceto del muñeco señalizador surge de un dibujo infantil de su hija, que le sirvió de inspiración a Antonio.
Así nació el muñeco, independiente de los edificios, en las rutas señalando la presencia de una estación del ACA. Tiene las proporciones de la silueta de un agente de tránsito haciendo señal de parada con un brazo extendido, donde se reproducen las iniciales de la entidad que llama la atención y el otro brazo recogido marcando las horas, en cuyo tronco de la figura se reproduce la red caminera o el tramo del camino que corresponde a la próxima estación. Estas indicaciones aparecen en cuatro círculos iguales que pueden significar las cuatro ruedas del automóvil. La cabeza está simbolizada por la insignia institucional. El isotipo estaba realizado en letras metálicas. El primer muñeco fue colocado en la estación de la ciudad de Córdoba el 28 de agosto de 1938.