Todo empezó con el caso “Graffigna, Santiago Raúl y otros”, donde un abogado defensor terminó sancionado por un Tribunal Oral de San Juan. O sea, un tribunal que aparentemente tiene más drama interno que River y Boca.
Según Diario Judicial, Marcelo Fernández, abogado defensor de Graffigna, recibió una multa cercana a los 800 mil pesos. Esto equivale a un salario mínimo del escalafón judicial… lo cual es como pagarle a un actor de teatro amateur con un Oscar: ridículo y doloroso. ¿La razón? Expresiones “ofensivas” hacia los jueces del tribunal. En otras palabras: les dijo lo que pensaba… y ellos pensaron que eso merecía castigo. Entre las frases señaladas estaba algo como: “lograron que estos tres jueces decidieran de la manera más arbitraria jamás vista en un proceso judicial local”. Parece que la libertad de expresión no es muy bien recibida dentro de ciertas salas con toga.
La FACA, encabezada por la presidenta Mariel Tschieder (Colegio de Abogados de Rafaela), manifestó que estas sanciones son como castigar a un perro por ladrar: “atribuyen inconductas que de modo alguno constituyen faltas” y confunden la crítica razonada con un insulto. En lenguaje llano: que los jueces se sienten tan delicados que parecen paneles solares: solo reaccionan ante la luz… de la crítica.
“El trabajo de un juez implica soportar críticas argumentadas, porque no son estrellas de rock ni influencers”, señaló el comunicado. Además, aconsejaron que, si algún magistrado siente que se excedió, use “otros remedios legales” y no la disciplina… que es básicamente el equivalente a castigar al cartero porque no trae el café a tiempo.
Por su parte, la Asociación Sanjuanina de Abogados Penalistas (ASAP) calificó la sanción como “un abuso de poder que haría sonrojar hasta al mismo Darth Vader”. Según ellos, la magistratura debe soportar críticas y que ningún funcionario tenga un “manto de inmunidad” como si fueran superhéroes judiciales.
La FACA recibió adhesión casi unánime: colegios de abogados de todo el país alzaron la voz. La lista es tan larga que parece un festival de premios donde todos quieren un Oscar: desde Buenos Aires hasta Jujuy, pasando por Mendoza, Rosario, San Isidro, y hasta Villa Mercedes. La conclusión general: si los jueces no quieren ser criticados, quizá deberían entrenar la piel… o al menos, bajarse de la nube judicial donde creen vivir.