Mientras varios países reaccionaban con consternación a las amenazas arancelarias de la Casa Blanca a comienzos de este mes, un líder mundial se mostró notablemente entusiasta. El presidente argentino Javier Milei asistió al lujoso complejo Mar-a-Lago de Donald Trump en Florida para ser homenajeado en la gala derechista “American Patriots” el 3 de abril, apenas un día después del anuncio del “Día de la Liberación” de Trump en el Jardín de las Rosas. Aunque Trump no estuvo presente, Milei posó junto a un retrato heroico de su homólogo estadounidense, quien acababa de conmocionar al mundo con su declaración de imponer aranceles generalizados a los productos extranjeros.
El respaldo de Trump al proteccionismo contrasta con la visión libertaria radical de Milei, pero este último no iba a permitir que las decisiones de la Casa Blanca interfirieran con uno de los vínculos geopolíticos más sólidos —y curiosos— del hemisferio occidental. “Como pueden ver, nosotros hacemos política con hechos, no con meras palabras, y en eso coincidimos con el presidente Donald Trump”, indicó Milei a los asistentes a la gala.
Desde que asumió el poder en 2023, el excéntrico Milei, conocido por su desenfadada cabellera, ha viajado numerosas veces a Estados Unidos para acercarse a Trump y sus aliados. En febrero, durante un evento organizado por la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), Milei entregó una brillante motosierra —símbolo provocador de su política— al multimillonario tecnológico Elon Musk. Musk, arquitecto de los amplios recortes del Servicio DOGE estadounidense y promotor de la purga del gobierno federal, levantó la herramienta sobre su cabeza y la proclamó como “la motosierra contra la burocracia”.
Como informó recientemente mi colega Samantha Schmidt, existe un “círculo de retroalimentación” bien establecido entre Milei y Trump, que va mucho más allá de los controvertidos negocios con criptomonedas que han beneficiado a ambos. Por un lado, Milei repite abiertamente la retórica anti-woke de la derecha estadounidense, denunciando la ideología de género y la perfidia izquierdista como las causas de la disfunción y las crisis económicas de la Argentina. Durante su campaña, se presentó como un outsider decidido a restaurar la grandeza de la Argentina, evocando la nostalgia por una época de esplendor —de hace más de un siglo— y culpando a la ideología marxista y al estatismo por la decadencia nacional. Prometió, esencialmente, “drenar el pantano” en Buenos Aires.
Por otro lado, Trump y Musk ven explícitamente en la transformación de la Argentina bajo Milei un modelo a seguir. En pocos meses, Milei redujo el número de ministerios de 18 a 8, eliminó programas estatales de apoyo a la igualdad de género y los derechos humanos, despidió a decenas de miles de empleados públicos, recortó el gasto estatal y redujo la inflación. La magnitud y la implacabilidad de su enfoque inspiraron al equipo de Trump. “Después de las conversaciones con Javier”, contó Federico Sturzenegger, ministro de desregulación de la Argentina, a Schmidt, Musk “se dio cuenta de que existía una oportunidad para que el Estado hiciera este tipo de reformas”.
El movimiento de Milei surgió como respuesta a décadas de crisis políticas y fiscales que dejaron a la Argentina como el caso perdido de América Latina, atrapada en luchas constantes contra la hiperinflación y la deuda pública insostenible. El viernes pasado, la junta ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó un importante rescate de 20.000 millones de dólares para la Argentina, mientras que Milei acordó eliminar los estrictos controles de cambio que durante años limitaron el uso del dinero por parte de los argentinos. En un discurso televisado, celebró el fin de un “ciclo de desilusión y desencanto”.
Sin embargo, no todos están conformes. Las reformas y medidas de austeridad de Milei han disparado los niveles de pobreza en el país. Durante semanas, las fuerzas de seguridad argentinas se han enfrentado con jubilados que protestan por los recortes en sus pensiones. El jueves, gran parte del país se paralizó debido a una huelga general convocada por los principales sindicatos contra el gobierno de Milei. Sus aliados describen estas protestas como los “últimos estertores” del fallido statu quo anterior.
En esa convicción, cuentan con el apoyo directo de Washington. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, viajará el lunes a Buenos Aires para reunirse con Milei y su gobierno, y celebrará que Milei ha “rescatado a la Argentina del colapso económico”, según un comunicado del Tesoro estadounidense.
Pero esta solidaridad oculta diferencias importantes de contexto e historia entre ambos países, así como divergencias entre los proyectos políticos de Trump y Milei. A pesar de la camaradería entre sus líderes, Estados Unidos y la Argentina no mantienen una relación económica significativa, y la nación sudamericana no ha sido excluida de los aranceles generalizados de Trump.
“Milei tiene una relación especial con Trump que le ha servido políticamente, pero necesita traducir eso en beneficios económicos para el país”, dijo Marcelo J. García, director para las Américas de la consultora de riesgos geopolíticos Horizon Engage, con sede en Nueva York, a la agencia Associated Press. “Todavía no lo ha logrado”.
“Se ha esforzado mucho en mantenerse cercano a Trump, pero ideológicamente están bastante distantes”, me dijo Stan Veuger, economista y miembro sénior del American Enterprise Institute. Señaló que el proyecto económico de Milei es, en cierto sentido, “lo opuesto al de Trump”, cuyo populismo nacionalista parece “bastante análogo” a la política de Juan Domingo Perón, el militar y estadista argentino de mediados del siglo XX, cuyo legado estatista Milei busca erradicar.
Ya durante el primer mandato de Trump, los analistas estadounidenses advertían sobre la “argentinización” de Estados Unidos en términos poco halagüeños. En 2018, Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, comparó los ataques de Trump a la oposición política, sus críticas a la prensa, su deseo de un desfile militar en su honor, su inclinación por el proteccionismo y su absoluta falta de disciplina fiscal, con la Argentina de Perón.
El comentarista estadounidense Matt Yglesias argumentó que los problemas de la Argentina no se deben tanto al Estado de bienestar o a las políticas progresistas que tanto Milei como Trump denuncian. “Lo que empezó como un pequeño esfuerzo de proteccionismo y política industrial se expandió a lo largo de los años en una vasta red de clientelismo y favoritismo, donde las conexiones políticas determinaban quién podía hacer negocios y en qué condiciones”, escribió Yglesias refiriéndose a la herencia política argentina antes de volver a analizar a Trump.
“En el transcurso de un solo mandato de cuatro años, el daño probablemente sería limitado… pero existe el riesgo de instaurar una nueva forma de hacer política económica en Estados Unidos, en la cual la gracia y el favor presidencial sean claves para hacer negocios”, agregó.