En la previa de las elecciones bonaerenses crece la agresividad y las denuncias de operaciones cruzadas.
Los hermanos Milei, en Moreno. Foto: Fernando de la Orden / Clarín.

El ruido por la elección crucial del domingo en la provincia de Buenos Aires sube los decibeles y se vuelve ensordecedor.
La lucha entre el Gobierno y el kirchnerismo se extiende y avanza hacia una agresividad peligrosa.
Los mercados se alteran, saltan el dólar, el riego país y el tono de la política, aunque la mitad de la gente ni sepa lo que va a votar el domingo.
El tono de guerra seguirá hasta octubre como mínimo y, como siempre en la Argentina, lo único previsible es lo imprevisto.
Este miércoles, mientras Kicillof instaba a los vecinos de Moreno a no ir al acto de Milei, el Gobierno lo acusaba de dejar la zona liberada para “promover un atentado” contra el Presidente. Fuerte.
Los kirchneristas tampoco apostaban a la prudencia: 50 militantes se acercaron con un cartel que decía “Milei es muerte”.
En un momento, los bandos enfrentados quedaron separados por una calle, caminando por la cornisa.
En medio del griterío cruzado, esta semana el Gobierno agitó los nombres de oscuros espías vinculados al caso Nisman, aunque ya haya pasado una década de la muerte del fiscal, asesinado tras denunciar a Cristina Kirchner.
No pareció casual que Milei gritara luego, ya sobre el escenario: “¡El kirchnerismo inmundo ya se cargó al fiscal Nisman! “.
Esto pone en evidencia tanto la capacidad inagotable de reciclado en el espionaje criollo como la estrategia del Gobierno para sacar de la mira a Karina Milei y culpar por la situación a “operetas” de los sospechosos de siempre.
Uno de los personajes es Fernando Pocino, vinculado en estos días por el Gobierno a Franco Bindi, a quien le adjudicaron participación en la grabación de los audios de Spagnuolo que hablan de corrupción en el entorno de Karina Milei. La diputada Marcela Pagano, mujer de Bindi, lo desmintió.
Pocino estuvo en el corazón del frenético cruce de llamadas el día en que hallaron muerto a Nisman (las llamadas fueron antes de que encontraran el cuerpo), y fue el director de la SIDE que cobijó a los espías militares de Milani que recién ahora van a declarar por el caso.
Bindi había aparecido en las sombras para tratar de salvar a Cristina de la acusación de Nisman sobre el Pacto con Irán.
Está conectado a la SIDE de Pocino con Guillermo Alberdi, un ex espía amigo suyo que compartía estudio jurídico con el operador judicial kirchnerista Juan Martín Mena (actual ministro de Justicia de Kicillof) y con Víctor Hortel, recordado por fundar en las cárceles el movimiento Vatayón Militante.
Fue Bindi quien llevó a Allan Bogado -el espía que Nisman denunció como el agente de Cristina que negociaba con los iraníes que volaron la AMIA– al estudio del ex juez Yrimia (hoy prófugo en Dubai por la causa de las estafas de Generación Zoe) para que Bogado dijera ante un escribano que él era un espía que trabajaba para Stiuso -echado por Cristina- y no para Pocino.
Era para hacer creer falsamente que Nisman denunciaba a un espía que estaba lejos de Pocino y de Cristina Kirchner.
Bindi apareció después en el Operativo Puf, para tratar de salvar a Cristina de la causa de los cuadernos.
El Gobierno lo menciona ahora, sin inocencia, en el Operativo Spagnuolo. Lo hace para “pegar” los audios del ex amigo de Milei contra Karina a las operaciones anteriores de Bindi, basadas en falsedades.
Pequeño detalle: aún está por verse si los dichos de Spagnuolo sobre la corrupción en el Gobierno son falsos.
Por las dudas, el Gobierno se sobregiró pidiendo que se prohiba a los medios difundir los audios de Karina Milei y un juez dictó la medida, haciendo malabares con argumentos insostenibles que él mismo contradice.
Karina alegó en su pedido razones de “seguridad nacional”, pero se parece más a un deseo de “seguridad del Gobierno”, para blindarse de nuevos cimbronazos indeseados en la semana electoral.
Mientras rige un insólito, simple y llano acto de censura sobre cuestiones de interés público, Milei eligió cerrar su campaña en Moreno, emblema de la inseguridad: allí mataron a Axel Blumberg, hace 21 años.
Entonces ( 2004) había 171.467 delitos contra la propiedad en la Provincia. En 2024 fueron 433.316.
La población bonaerense creció el 12 por ciento en esos 20 años. El delito, 152 por ciento.
Ahí hay un grito real que nadie escucha: los robos se multiplicaron 13 veces más que la gente.

