“Fonsecaaaaa, Fonsecaaaaa, Fonsecaaaaa…”, coreaban voces con acento portugués en todos los rincones del estadio central del Buenos Aires Lawn Tennis, mientras en el centro de la cancha, el flamante campeón del Argentina Open 2025 elevaba los brazos al cielo con los ojos llenos de lágrimas. Y mientras los casi cinco mil argentinos que habían copado las tribunas con la ilusión de celebrar una consagración albiceleste, le regalaban también una lluvia de aplausos, conscientes de que habían sido testigos del nacimiento de un futuro titán del tenis.
Es que Joao Fonseca, con apenas 18 años y cinco meses, conquistó sobre el polvo de ladrillo de Buenos Aires su primer título ATP al derrotar por 6-4 y 7-6 (7-1) a Francisco Cerúndolo, 28° del ranking y quinto favorito, en una final que hizo vibrar al court Guillermo Vilas con un clima de esos que se suelen ver solamente en los Argentina-Brasil de todos los deportes.
Con un tenis de alto vuelo, una derecha con una potencia impresionante y con una mentalidad digna de un jugadores con mucho más recorrido en el más alto nivel, el nacido en Río de Janeiro hizo añicos la esperanza de Cerúndolo de coronarse por primera vez ante su gente. Y no solo inauguró su palmarés ATP, sino que escribió su nombre en la historia del torneo.
Fonseca se convirtió en el jugador más joven en levantar el trofeo en forma de mate del certamen porteño, mejorando el récord de Carlos Alcaraz, que tenía 19 años y 9 meses cuando ganó en 2023. Y en el campeón de menor ranking -entró como 99°-, robándole esa estadística a Nicolás Massú, quien se ubicaba 90 cuando venció a Agustín Calleri en la final de 2002. Y también en el primer jugador nacido en 2006 (o después) en conquistar un título ATP.
“Cuando miré el cuadro al principio de la semana, dije ‘Imposible ganar este torneo’. Pero acá estamos. Es un título muy especial para mí. El primero para mí. Siento que di un paso muy importante en mi carrera. Este torneo está en mi corazón. Espero volver el año que viene”, comentó quien este lunes aparecerá en el 68° escalón del ranking, como el brasileño mejor ubicado en la clasificación.
Fonseca -ex número 1 del mundo junior, ganador del US Open en esa categoría y vigente campeón de las Next Gen Finals– está en boca de todos desde hace un tiempo. El año pasado, asombró al mundo del tenis al llegar a los cuartos de final del ATP 500 de Río de Janeiro, al que entró gracias a una wild card. Y esa actuación lo llevó a tomar una decisión que fue crucial: resignó la posibilidad de ir a jugar al tenis universitario de Estados Unidos para enfocarse en el profesionalismo.
“Había firmado con una universidad, pero qué bueno que no fui”, afirmó entre risas. “Creo que es puede ser muy bueno para un jugador poder estudiar y jugar al tenis. Pero yo no me arrepiento. Y le agradezco a mi familia, que me dejó tomar la decisión”.
En enero, el brasileño sacudió la tranquilidad del Australian Open al bajar en la primera ronda al ruso Andrey Rublev, número nueve del mundo, tras superar la qualy. Esa resonante victoria llamó la atención de Martín Jaite, director del Argentina Open, que le ofreció una Special Exempt (Exención Especial) reservada para los jugadores de menos de 20 años que estén entre los mejores 250 del ranking, como premio a grandes actuaciones.
El tiempo demostró que la jugada de Jaite fue acertada, porque el torneo pudo disfrutar toda la semana del talento de un potencial número 1, que a fuerza de carisma y de buen juego, se convirtió en uno de los favoritos del público, no solo de sus compatriotas. Y eso que en su camino al título, Joao fue quemando sueños argentinos. Bajó en el debut a Tomás Etcheverry (3° favorito), a Federico Coria en octavos, a Mariano Navone en cuartos, y tras eliminar en semis a Laslo Djere, evitó que Cerúndolo se transformara en el séptimo campeón argentino del torneo. Y dio el primer gran golpe de efecto en su carrera.

Fonseca es el segundo jugador de Brasil en coronarse en el ATP porteño. El primero fue el enorme Gustavo Kuerten, que superó en la final de 2001 a José Acasuso. En ese momento, Guga había sido ya N° 1 y había ganado dos veces Roland Garros (ese año lo conquistaría por tercera vez). Joao, en cambio, está recién empezando a escribir su historia. Él prefiere evitar las comparaciones con su legendario compatriota, pero su consagración en Buenos Aires no hace más que potenciarlas.
Sin embargo, el carioca sigue con los pies en la tierra. Y en medio de la adrenalina y la felicidad por su primer título, reflexionó: “Empecé a soñar con ser número 1 cuando tenía 7 u 8 años y comencé a jugar al tenis más en serio. Era un sueño de chico. Pero fui creciendo y cada vez tenía más esperanzas. Este es un paso muy importante hacia ese sueño. Ahora hay que seguir trabajando”.
La crónica de la final
No entraba un alma más en el estadio cuando se puso en marcha el partido. Fueron más de 5.700 personas las que coparon las tribunas. La mayoría eran argentinos, pero había un gran número de brasileños -como había ocurrido en toda la semana- y la guerra de hinchadas no se hizo esperar. Porque encima los dos bandos ya habían calentado motores en la definición del dobles que Guido Andreozzi y el francés Theo Arribage le habían ganado en primer turno a Rafael Matos y Marcelo Melo.
Fonseca arrancó mucho más suelto y Cerúndolo hilvanó de entrada tres errores no forzados, que lo dejaron con un triple break point en contra. El porteño salvó dos, pero no pudo en el tercero y el visitante se puso 1-0.
Los fanáticos enfundados en remeras amarillas estallaron, coreando el nombre de su nueva estrella. Y los que agitaban banderas celestes y blancas los silbaron hasta callarlos. Los roles se invirtieron cuando Francisco recuperó el saque en el game siguiente y niveló el marcador 1-1. Fue apenas un aperitivo de lo que ocurriría durante toda la tarde.
El partido igual era entretenido, porque por momentos, los dos se conectaban al mismo tiempo y hacían vibrar al público con unos duelos de derecha a pura potencia.
A Cerúndolo pareció costarle controlar los nervios de jugar una final ante su gente y de estar tan cerca otra vez de levantar el trofeo del torneo que más disfrutan los argentinos, y se equivocó demasiado. En el séptimo game, llegó a sacar 40-15, pero cometió cinco errores no forzados uno atrás de otro (el último, uno insólito en la red) y regaló un quiebre. Fonseca, que también fallaba pero no tanto, agradeció el obsequio y logró cerrar el set por 6-4 tras 44 minutos.
El calor no ayudaba al desarrollo del partido. Con un sol a pleno y bastante humedad, que hacían sentir mucho más los 30 grados de temperatura. Y mientras en las tribunas la gente se abanicaba con lo que tenía a mano, los jugadores respiraban aliviados cuando en cada descanso podían pasar unos minutos debajo de las sombrillas que sostenían los ball kids.
Cerúndolo siguió con altibajos en el segundo set porque no terminaba de soltarse. Y tras cada error se lo veía, como es costumbre, hablando mucho con su equipo y recriminándose a sí mismo. Como ocurrió en el quinto game, en el que otra vez cedió el saque por fallas propias y quedó 2-3.
La gente se levantó y empezó a pedirle «Ponga huevo, que ganamo». Y desde todos los rincones del estadio se escucharon gritos que decían «Dale Fran, que vos podés». El aliento, por momentos ensordecedor y que desafió la autoridad del umpire, logró enchufar a Cerúndolo, que mucha garra y un tenis más efectivo, se plantó mejor en la cancha.
Fonseca tenía igual la ventaja en el marcador y dos veces tuvo la chance de sacar para sellar el encuentro. La primera en el décimo game (5-4) y la segunda en el 12° (6-5). Pero como se suele decir, cerrar los partidos no es nada fácil. El argentino vio su chance y le robó el servicio en las dos ocasiones, la segunda para forzar el tie break.
En las tribunas los ánimos estaban cada vez más alterados. En un momento, el personal de seguridad tuvo que subir a uno de los codos para mediar en una discusión entre hinchas, que igual quedó en nada.
En el desempate, los gritos, los aplausos y las canciones de ambos bandos no pararan nunca. Quienes más felices estaban eran los brasileños, porque Fonseca se sacó los nervios de encima y sacó una ventaja de 6-1. Y con una cabeza tan fría como la de un jugadores de años de experiencia, sentenció la victoria y se desplomó en el polvo de ladrillo porteño, que fue escenario de su primera consagración en el circuito mayor del tenis.