Este caso es tan absurdo que parece guion de una película de terror de bajo presupuesto… pero sin presupuesto, sin director y con un guion escrito en una servilleta sucia. Resulta que alguien admite haber hecho algo atroz con un perro y la justicia, con su habitual visión de rayos X (donde todo le pasa de largo), le dice: «Bueno, no tengas más mascotas por dos años y portate bien». ¡Ah, pero qué castigo ejemplar! Seguro que dentro de 24 meses este individuo habrá descubierto el amor por los cachorros y los atardeceres, listo para abrir un refugio de animales y hacer origami con hojas de la Constitución.
Si esto no fuera tan trágico, sería un chiste contado por alguien con pésima gracia. La violencia contra los animales no es un berrinche de gente que llora con videos de perritos, es un síntoma peligroso. Está demostrado hasta el cansancio: quien maltrata animales suele tener un tornillo flojo en la parte del cerebro que le impide hacer lo mismo con personas. Pero no, la gran solución aquí es la “prohibición de mascotas”, como si el tipo hubiera comido demasiados chocolates y le dieran dos años de castigo sin postre.
Mientras la sociedad avanza y cada vez más personas entienden que los animales no son objetos, la justicia sigue atrapada en una novela de los ‘90, con el mismo guion viejo y sin presupuesto para actualizarse. ¿Hasta cuándo vamos a ver jueces que toman decisiones dignas de un sketch de humor negro… pero sin la parte graciosa?