Juan Grabois se levantó espiritual el martes, queriendo “unir al peronismo”, hacer de mediador entre Cristina y Kicillof, como si fuera el Dalai Lama con rastas. Pero dos días después se convirtió en el Hulk de la política social: se sacó el saquito de yoga, se puso la vincha revolucionaria y empezó a repartir sopapos verbales como si fueran volantes en la peatonal.
“¡Me tienen las pelotas llenas!”, gritó Grabois, y la frase retumbó más fuerte que la inflación en un changuito del súper.
El combo fue explosivo: un torneo de videojuegos que perdió —y lo hizo gritar “esto es un robo” con más indignación que cuando le suben el precio al mate cocido—, una entrevista donde lo pinchó una pregunta y terminó largando más humo que una locomotora de los 40, y una bronca acumulada con La Cámpora que lo dejó a punto de subirse a un tanque.
¿El blanco de la furia?
Axel, Cristina, Máximo, Tignanelli, el loro de Kicillof y cualquiera que haya pronunciado la palabra «unidad» en las últimas 48 horas.
“No quiero hablar más con ninguno de ellos”, lanzó Grabois, y quedó claro que si lo invitan a una reunión con el PJ, va con el cuchillo de asado y no para cortar chorizo.
Hasta el martes era el “componedor”, el “conciliador”, el “facilitador del amor peronista”… y ahora parece que lo invitaron a un Zoom con Randazzo y se le activó el modo despechado.
“Esto es como un grupo de WhatsApp con el nombre ‘Unidad Peronista’ donde todos se clavan el visto y se mandan stickers de Perón llorando”, habría dicho (en su cabeza, probablemente).
Acusó a Cristina de bancar aprietes, a Axel de no firmar un decreto porque le tiemblan los pantalones, y a Tignanelli de querer hablar al aire como si fuera Susana Giménez llamando para regalar una licuadora.
Y en una joya retórica dijo que el ministro de Seguridad bonaerense “es el tipo más imbécil de la Argentina”. Lo cual, sinceramente, es un título difícil de conseguir. La competencia es feroz.
“Esto no es una gestión, es una murga”, tiró Grabois. Y razón no le falta: si esto es un gobierno, “Titanes en el Ring” fue un plan de desarrollo industrial.
También denunció que la educación pública “no es la maravilla que nos venden” y se le escapó una crítica que debe haber hecho que un par de docentes le cancelen el follow.
Y lo mejor: la amenaza final.
“O se ponen de acuerdo, o vamos a usar todo nuestro poder de fuego”.
¿Qué es ese “poder de fuego”? ¿Una carta documento con glitter? ¿Un piquete con influencers? ¿Un streaming con Sol Pérez explicando la interna peronista?
Y cerró con una predicción que da miedo de lo real:
“Van a chocar. Con esta mierda que están haciendo, van a chocar”.
Spoiler, Juancito: ya se pegaron el palo, están sacando la patente del paragolpe. Lo que no sabés es si los van a sacar con grúa o si se quedan a vivir ahí, discutiendo quién tenía el volante.