Cristina, la Corte y el Plan «Alargue» del Tribunal Supremo
Después del sopapo jurídico que le pegó la Corte Suprema —confirmándole seis añitos de sombra y jubilación política forzosa—, Cristina Kirchner no perdió el tiempo en lamentos y fue directo al plan B (de Bancame esta): apurar la reforma de la Corte en el Congreso, a ver si con más jueces puede, al menos, tener alguno que le tire un centro.
En la pista de circo llamada Senado, el bloque de Unión por la Patria debate como si fuera una reunión de consorcio con cuchillos: están entre el proyecto de Mónica Silva, que propone una Corte de 9 miembros con cupo femenino garantizado (porque si te van a condenar, que al menos haya sororidad), y el de Juan Carlos Romero, que quiere una Corte más “petit”: de 5 a 7 jueces, con no más de cinco del mismo sexo (y que no sean todos Rosatti clones).
Este último proyecto ya tiene el dedito para arriba de Cristina, que lo bendijo desde el altar peronista de Matheu 130. Claro, con la condición de que haya al menos tres juezas para no quedar como machirulos judiciales. Porque si no podés cambiar el fallo, al menos cambiá el jurado.
Romero, que diseñó la Corte «light», no especificó si las cuatro nuevas sillas serían femeninas, masculinas o no binarias, lo que ya está causando crisis existencial en el bloque. Mientras tanto, hay ocho proyectos dando vueltas como en la tómbola de Lotería Nacional, y nadie sabe quién va a cantar bingo.
El kirchnerismo, que tenía el apuro de quien va perdiendo por goleada en el segundo tiempo, se topó con imponderables: senadores que no llegaron por el paro de aviones, plenarios que se caen como fichas de dominó, y el pequeño detalle de que muchos estaban ocupados organizando la romería a Comodoro Py para bancar a Cristina en su segunda temporada como invitada judicial estelar.
Eso sí, hay que decirlo: en medio del caos de feriados, paros y reuniones que no fueron, el plenario encontró una fecha posible. ¿Cuándo? El 26 de junio. Porque el 25 va Francos a contar cómo va el país (spoiler: no muy bien), y el 24… bueno, es feriado emocional por San Gardel.
Pero ojo, que el plan sigue: Cristina bajó línea con tono de «capitana que aún tiene el timón»: hay que ampliar la Corte y rápido. Total, si el horno judicial está prendido, mejor meterle más cocineros a ver si alguno cambia la receta.
La ex presidenta ya salió con los tapones de punta: tildó a Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti de «monigotes», en lo que fue la frase más suave del día. Dijo que eran un «triunvirato que ejecuta órdenes superiores», dando a entender que ella, como buena jefa, todavía tiene olfato para detectar jerarquías ocultas (y enemigos visibles).
En los pasillos del Senado, mientras tanto, se especula con conseguir los votos para sacar dictamen. Unión por la Patria ya cuenta los porotos propios y los de Convicción Federal, ese mini-bloque de arrepentidos kirchneristas que hacen equilibrio como equilibristas sin red. Si se alinean los planetas y los senadores provinciales no se olvidan dónde queda el Congreso, podrían llegar a 34 votos. Pero falta el aval de los radicales, que esperan lo que digan sus gobernadores, y del PRO, que espera lo que diga Milei, que a su vez espera lo que le dicte el oráculo libertario o el algoritmo de TikTok.
Mientras tanto, la ampliación de la Corte se convierte en una obra de teatro por entregas, con Cristina como protagonista, los senadores como elenco estable, y la justicia como espectadora que —por ahora— sigue con la toga puesta y la lapicera afilada.