El ex presidente argentino Alberto Fernández fue procesado por corrupción, envuelto en un turbio negociado de seguros donde organismos públicos terminaron pagando comisiones millonarias a intermediarios privados elegidos a dedo. No se trató de un simple exceso administrativo, sino de un saqueo planificado.
Junto a Fernández cayeron procesados su amigo y socio en las sombras, el broker Héctor Martínez Sosa; su esposa y ex secretaria, María Cantero; y ex directivos de Nación Seguros, todos acusados de integrar una maquinaria criminal destinada a desviar fondos públicos hacia bolsillos privados.
El juez no dejó dudas: hubo un direccionamiento descarado de contratos y una estructura mafiosa diseñada para robar dinero del Estado. Las pruebas exhiben a Fernández como pieza clave del esquema: lejos de ser ajeno, fue quien permitió y facilitó el festival de corrupción.
La relación entre Fernández, Martínez Sosa y Cantero estuvo manchada de regalos costosos, flujo de dinero y favores personales, lo que prueba que no era mera amistad ni vínculo laboral, sino pura asociación para delinquir. Queda al descubierto un ex presidente que, mientras se llenaba la boca hablando de ética, tejía negocios sucios para enriquecer a su círculo más cercano.