En San Juan, donde el viento zonda convive con las semitas y la desigualdad se disimula con cuarteto a todo volumen, dos concejales de la Capital (Uno oficialista, y uno de la oposición, muy cercanos ellos), decidieron agarrar la motosierra legislativa y con un proyecto de ordenanza, cortar por lo más delgado: los limpiavidrios. O como se los llama, con fina diplomacia: “extorsionadores seriales del parabrisas”.
El proyecto no tiene medias tintas ni trapitos de consuelo. Propone erradicar, exterminar, borrar del paisaje urbano a toda esa gente que se gana el mango en la calle sin pasar por la ARCA-EX-AFIP. Según los ediles, se trata de «combatir la extorsión en el espacio público». Porque claro, en el San Juan de la minería, pedir 300 pesos por cuidar un auto es extorsión, pero endeudarse una vida entera con el FMI, y en cuotas fijas con interés variable es “libertad financiera”.
La norma es tan amplia que si tu sobrino lava el auto en la vereda, podría terminar en la Comisaría Cuarta de Desamparados, compartiendo celda con un nene que vendía medias en el bar de la terminal. Eso sí, si el bar te cobra 3.700 pesos una gaseosa, eso no es extorsión: es “economía de mercado”.
¿Te limpian el vidrio sin pedir permiso? Multa. ¿Te piden unas monedas por cuidar el coche? Multa. ¿Sos inspector y no denuncias? Multa. ¿Respirás sin QR? Multa. A este paso, van a poner radares en los semáforos que midan la cantidad de miradas pedigüeñas por minuto.
La frutilla del postre de los concejales: las multas arrancan en $250 lucas. Sí, a una persona que vive al día, sin obra social, ni laburo fijo, ni tarjeta SUBE, le van a clavar una multa que ni trabajando de Uber 12 horas diarias sin parar de hacer pis en botellas va a poder pagar. Pero no importa: el orden es sagrado, aunque lo impongan a patadas.
Y los “regularizados”, esos que viven en un multiverso paralelo donde hay cooperativas, estabilidad y esperanza, serán integrados al sistema de estacionamiento medido. Porque nada dice “movilidad ordenada” como reconvertir al tipo que te pedía monedas en un agente vial que ahora te explica cómo usar una app que no anda.
¿Soluciones reales para los otros cientos que dependen de la calle para subsistir? ¡Ninguna! El proyecto está tan preocupado por el orden, que se olvidó de la gente. Como si prohibir la pobreza hiciera que desaparezca. Como si la mugre se barriera sola con solo mirar para otro lado.
Lo que proponen estos dos cerebros de chimpances, (pero con un 99,9% menos de ideas útiles que el monito) no es un plan urbano. Es una fantasía clasemediera disfrazada de política pública: limpiar el espacio público de pobres para que la ciudad sea más instagrameable, aunque atrás del filtro haya más hambre que antes.
Porque en el fondo, no es que les molesta la extorsión: les molesta la pobreza a la vista. El problema no es que te limpien el parabrisas, es que te lo limpien desde la necesidad. ¡Ojo chicos que en octubre hay elecciones!, y va a tronar la paciencia.