En San Juan se viene otro episodio de esa serie que no termina más: Game of Tercios.
Tres bancas en juego. Tres espacios peleándose con la desesperación de influencers por una marca de agua mineral. Y todos convencidos de que esta vez la tienen atada. Spoiler: no la tienen.
El peronismo (con uñaquistas, giojistas, peronchitos sueltos y otras especies en vías de extinción) se aferra a la esperanza de no comerse la medalla de bronce otra vez. Porque salir tercero otra vez sería como bajarse del ring con los dientes en la mano.
Orrego no quiere otro papelón como el de Nancy Picón, que terminó tercera y con la cara de quien entra a una fiesta y se da cuenta que es velorio.
Y los libertarios… ¡ah, los libertarios! Están cebadísimos, con el pecho inflado porque Milei sacó 60 puntos. Claro, eso fue en un ballotage presidencial, no en la cueva de víboras sanjuanina donde un tío con un sello puede dejarte sin un diputado por 2.000 votos.
Y ahí está la trampa explosiva: los mini partidos. Esos espacios que no ganan, pero te roban lo justo para dejarte afuera del podio. Vienen como francotiradores con gomera: no matan, pero te sacan el ojo.
Ejemplo uno: Emilio Baistrocchi.
Volvió con Hacemos por San Juan, armado con Arancibia, Fachinetti y el socialismo que siempre está pero nadie se acuerda.
No tiene chances reales de entrar, pero si te saca un miserable punto y medio, te baja del podio como piña de boxeador mal dormido.
¿A quién se lo saca?
Unos dicen que al peronismo, porque es su ex.
Otros dicen que a Orrego, porque lo detesta en silencio.
Y él dice que está construyendo algo nuevo, lo que en idioma político se traduce como: quiero que hablen de mí aunque no me inviten a la fiesta.
Ejemplo dos: Franco Aranda y su Frente Renovador con complejo de oráculo.
No habla con Uñac ni con Gioja desde que WhatsApp tiene tilde azul.
¿Se suma? ¿Se lanza solo? ¿O se disuelve en una declaración solemne que nadie leerá? Nadie sabe, pero si se lanza, otro punto y medio al diablo.
Ejemplo tres: Sergio Vallejos, el libertario-dependiente.
Dice que quiere competir, pero nadie sabe si lo hace por convicción o por deporte.
Si se mete, le parte el voto violeta a Peluc, que ya de por sí está tratando de pilotear la interna con más tensión que colectivo sin freno.
Ejemplo cuatro: El bloquismo.
Ahí está Luis Rueda, negociando con Orrego como si estuviera vendiendo pepitas de oro.
¿Entra al frente? ¿Se va solo?
¿O hace lo de siempre: amaga, se queja y termina acomodando a tres amigos?
La fórmula es vieja pero efectiva: si lográs que haya cinco listas, ganás con una minoría elegante. Lo hicieron Gioja, Uñac, y si Orrego no lo hace ahora es porque se quedó sin calculadora.
Pero ojo: la política no es una ciencia exacta. Es más bien como jugar al Jenga en un camión en movimiento. El que se pone creativo, gana. El que se confía, termina sacando comunicados melancólicos y culpando a los trolls.
Así que preparen pochoclos, encuestas truchas y operadores con cara de estadístico. Porque en San Juan el que reparte los tercios, reparte las penas.