Lo que significa que, aunque no irá preso, su intento de zafar terminó en la misma bolsa que los argumentos de su defensa: rechazados.
Parisí, que alguna vez estuvo del otro lado del mostrador judicial, ahora se enfrenta a lo que él mismo ayudó a construir. Ironías de la vida. En su momento, coordinó el sistema que prometía juicios rápidos y efectivos, pero parece que no imaginó que un día lo tendría en el banquillo con su propio apellido en la carátula.
Y como si la condena no fuera suficiente, Parisí salió a quejarse públicamente de que la palabra de un hombre «vale menos que el relato de una mujer». Según él, los varones están en un estado de «vulnerabilidad absoluta». Pobrecitos. Un pensamiento muy original… si viviéramos en la Edad Media.
Mientras tanto, la defensa sigue buscando alguna ventana judicial abierta y apunta a la Corte de Justicia. A este ritmo, Parisí podría convertirse en un experto en litigios… aunque no exactamente del lado que preferiría.