Con su firma mágica, el juez decretó que el juicio “caducó”. Porque claro, en la justicia argentina no caducan las causas de los jueces amigos ni los privilegios, caducan los juicios contra Cristina. El Código Procesal se convirtió en el nuevo “Padrón de Beneficios VIP” de la doctora.
El argumento fue brillante: como nadie apuró el expediente, entonces la plata desaparece. Como si uno dijera: “No pagué la tarjeta en seis meses, ¡listo, caducó la deuda!”. Pero no: si sos vos, te llaman del banco, del estudio jurídico y hasta del infierno. Si sos Cristina, te llama un juez para decirte: “Doctora, tranquila, la caducidad la cubre la casa”.
Mientras tanto, la ex presidenta sonríe desde su balcón, tirando besos como Evita remixada en Netflix. ¿La condenaron por defraudación al Estado? Sí. ¿La Corte lo confirmó? También. ¿Hay que devolver la plata? No, ¡porque caducó, señores!
El juez Dos Santos se dio el lujo de explicar que esto evita la “prolongación indefinida de los procesos”. Traducido: “Dejemos de molestar a Cristina con pavadas, ya está, fue un error administrativo, no un choreo de 85.000 millones”.
Así, la justicia argentina nos regaló otra obra maestra: los chorros no caducan, las causas sí. Y Cristina, experta en transformar juicios en novelas infinitas, vuelve a ganar por abandono del rival. El árbitro pita, se acabó el partido, y Lázaro aplaude desde su estancia.
En resumen: el juez Dos Santos no dictó un fallo. Dictó un indulto disfrazado de calendario. Y la “abogada exitosa”, que siempre encuentra la rendija, ahora puede brindar tranquila: los millones ya no son deuda, son souvenirs de la patria contratista.

