Cuatro días en la vida nunca vienen nada mal, menos cuando se trata de vivir desde adentro la Fórmula 1. En menos de 100 horas, el paddock, ese espacio tan exclusivo que el gran circo abrió a los ojos del mundo en Netflix con la serie Drive to Survive, se monta y se desmonta para mudarse al siguiente destino. ¿Cómo es, cómo se accede, qué pasa adentro? Clarín tuvo la chance de vivirlo desde las entrañas del Autódromo José Carlos Pace para contarlo.
Lo primero: hay una única entrada y para pasarla es necesario contar con una credencial que lo permita, ya sea una acreditación como empleados de las escuderías, organizadores del evento, trabajadores de prensa o invitados VIP. ¿Y los pilotos? Sí, hasta ellos deben apoyar la tarjeta que contiene un código QR con la foto del dueño y sus datos personales para que la luz verde se encienda y el molinete se abra.
Una vez adentro, un pasillo, no muy ancho pero largo como la recta principal. Los equipos están ubicados en los boxes de acuerdo a su posición en el Campeonato de Constructores de 2023. Así, por ejemplo en Interlagos, para llegar al garaje -del lado interno- y al hospitality -del lado externo del paddock- de Red Bull hay que doblar a la derecha y caminar hasta el final, pasando por Aston Martin, McLaren, Ferrari y Mercedes. Si, en cambio, al ingresar se dobla a la izquierda se encuentran Alpine, Williams, Alpha Tauri, Sauber y Haas.
Si al pasar el molinete se sigue derecho se accede a otro pasillo, todavía más angosto, que conduce al otro lado, a la calle de boxes, el famoso pitlane, con los autos, pilotos y mecánicos de un lado y los ingenieros y jefes de equipo del otro, en puestos armados con la más alta tecnología. A esa zona no se puede ingresar cuando se quiere: un cartel muestra qué credenciales están habilitadas permanentemente y cuáles no podrán pasar si faltan -generalmente- menos de 15 minutos para el inicio de la actividad.
Ese lugar se llena el domingo. Muy distinto es el panorama el jueves, día en el que el autódromo se abre temprano para el Media Day, con conferencias de prensa oficiales y atención a sponsors y medios, que previamente deben haber acordado las notas con los jefes de prensa de los equipos. Nada en la F1 se hace sin autorización, salvo algún autógrafo o selfie robados cuando se ve pasar a un piloto que va del box al hospitality o de allí al baño. Sí, en San Pablo, con un baño en cada extremo del paddock, podés encontrarte si sos hombre con cualquiera de los 20 pilotos de la grilla. De hecho, era habitual que Franco Colapinto caminara unos 50 metros hasta allí antes de volver para subirse al FW46.
Además de los equipos, la F1 y Pirelli tienen sus casas en el paddock. Y todas son iguales, solo reconocibles por sus ploteos en la paredes: afuera hay algunas mesas y sillas -o incluso algún sillón-, una televisión grande para mostrar las acciones del fin de semana y un mostrador con bebidas y una máquina de café. Al cruzar la puerta del hospitality, en cambio, las comodidades son distintas: una recepción más chica -como en Williams- o más grande -como en Red Bull-, unas pocas mesas alargadas con bebidas y comidas o unos amplios servicios de buffet y televisores con más o menos pulgadas.
Allí no se puede entrar si no se es invitado de los equipo. Y, aún así, ese acceso está restringido a las recepciones: no se puede caminar por el hospitality, reservado para pilotos y empleados. Bizarrap, por ejemplo, que es amigo (y sponsor) de Colapinto y lo acompañó este sábado y domingo en Brasil, se quedó sentado en una de las mesas de adentro para tener mayor privacidad detrás de los vidrios esmerilados. A donde sí pueden ir esos invitados es al box antes, durante (cuando les dan auriculares para que escuchen los mensajes que intercambian piloto y equipo) o después de las actividades deportivas.
Hay otros espacios en la parte externa del paddock de Brasil: un restaurante self-service con platos típicos como la feijoada y que ofrece show de música en vivo y pantallas gigantes para seguir la carrera; un puesto de frutas, donde la vedette es el agua de coco; y un puesto de helados y café. También en el pasillo, en el extremo más cercano al box de Red Bull, están los corralitos de prensa, donde el ineludible es aquel en el que se ubica la TV que paga los derechos de transmisión. Y, a lo largo del paddock, heladeras con agua.
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Clarín en el Gran Premio de Brasil: el paddock y la gigantografía de Franco Colapinto
Más allá de que este pasillo es el que está detrás de los boxes, no hay olor a caucho ni a combustible. Recién el domingo, cuando los mecánicos lavan los neumáticos tras la carrera algún aroma inherente al automovilismo se empieza a sentir. Antes de eso, todo es glamour (en zapatillas, porque no se deben usar zapatos abiertos por reglamento) reservado para las celebrities, que suelen abandonar sus puestos en el paddock club -ubicado justo en el piso superior, balconeando el pasillo, donde la comida la hacen chefs internacionales y se bebe champagne- para mezclarse con periodistas, expilotos, sponsors y curiosos adinerados o (al menos) dispuestos a gastar dólares en un ticket vip.
Así como el jueves a la noche aún siguen haciéndose los últimos detalles de cartelería y organización, el domingo todo se desmonta rápidamente. En Williams, por ejemplo, con el auto de Alex Albon afuera tras el choque en el clasificación y el abandono de Colapinto en la vuelta 32, los mecánicos comenzaron a guardar los elementos del box en grandes baúles cuando Max Verstappen todavía no había pasado a Esteban Ocon para ganar su primer GP después de diez carreras. La imagen se replica en el resto dos horas después de concluido el GP. Es tiempo de otra mudanza a otro rincón del mundo. Solo quedan tres más para al fin descansar.