Se financiaron con las arcas de prestadores de salud, laboratorios y con una coparticipación que parece receta de bruja: “una pizca de fondos provinciales, un toque de farmacia, revolver hasta que quede espeso”.
Los apellidos que aparecen son peronistas, macristas y hasta cameos raros, como Macri jugando al pádel con un empresario proveedor de la Agencia de Discapacidad. Sí, señores: el futuro del país se decide en shorts, con medias hasta la rodilla y pelotitas amarillas.
Lo más bizarro: el que puso la guita inicial para Milei fue … ¡Massa, el peronismo! Sí, los mismos que perdieron lo bancaron. Después vino Macri con el traje de “gran recaudador” y le dijo a Milei: “vos tirate al balotaje, yo te pongo las mesas, las urnas y los sobres, pero no te prometo el champagne”. Massa, mientras tanto, le aconsejaba a Milei que se bajara… y terminó bajándose él solito. Un papelón nivel Titanic: se hundió dándole instrucciones al iceberg.
El armado de listas fue tan caótico que hoy el Congreso parece un geriátrico de la flia Turcato. Entre los nuevos candidatos hay joyitas: Ramón Puerta, que ya fue de todo menos portero de edificio; José Furque, que volvió con más vidas que los gatos; y Héctor Maya, que directamente debería cobrar jubilación doble por insistente.
El PRO, mientras tanto, se quiere reinventar en Buenos Aires y CABA. Le ponen botox al muerto para que aguante hasta 2027. Y Macri sigue con su frase favorita: “me guardo tiempo”. Tiempo para qué, no sabemos, pero seguro para no jugar al pádel con Milei porque ahí se rompen las raquetas.
Mientras tanto, Milei desconfía hasta de la sombra de Patricia Bullrich. El interbloque LLA-PRO suena más a orquesta de casamiento que a coalición: Fargosi al violín, Torrendell a la guitarra y Victoria Villarruel repartiendo estampitas en la entrada.
Bullrich es la ministra de Seguridad de un país donde lo más peligroso es que te maten sin tortura previa. Petri es el ministro de Defensa de una nación que no tiene guerras gracias a D-os, y cuando la tuvo ya sabemos como terminó.
Por eso Olivos ya tomó la decisión: “chicos, Siberia los espera con los brazos abiertos”. Les dieron los cargos, les dieron la caja, y ahora les dan el pasaje: ida sin vuelta, con escala en Moscú.