Dicen que la política hace extraños compañeros de cama. Bueno, en Argentina directamente los mete en la misma cama, en pijama, con pochoclos y viendo Netflix. Lo de Milei y Cristina ya no es política: es Gran Hermano VIP: La Casa Rosada Edition.
Por Sergio M. Eiben-diarioplural.com.ar
El hombre que prometía prender fuego el sistema, que gritaba “¡casta, casta!” con más espuma que un café con leche mal batido, ahora aparece haciendo cucharita legislativa con Cristina. Y lo mejor: jura que no. Que son puras calumnias. Que ni la conoce. Que apenas la vio en una fotito. Que fue magia. Que fue Rovira. Que fue Lospennato. Que fue colitis.
Sí, colitis. Ese fue el justificativo de uno de sus diputados que desapareció misteriosamente en la sesión clave de Ficha Limpia. El tipo dijo que no bajó al recinto porque tuvo un “accidente gastrointestinal repentino”. Traducción: lo mandaron a ausentarse para salvar a Cristina, y se cagó… pero de obediencia.
Porque Ficha Limpia, esa ley pensada para que los chorros de guante blanco miren las elecciones por la tele y no desde la banca, estaba lista para salir. Ya se escuchaban los violines, las palomas, el Congreso aplaudiendo de pie. Pero justo ahí, ¡pum!, Milei desenchufó el micrófono y apagó la luz como si fuera DJ en un after en Angaco. ¿Qué pasó? Nada, sólo un pacto silencioso con el cristinismo, que es como el horóscopo chino: todos dicen que no creen, pero viven consultándolo.
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No es fácil explicar esto sin entrar en el terreno de la psiquiatría comparada. Porque Milei construyó toda su identidad política en base a dos enemigos: “la casta” y “los K”. Pero hete aquí que, cuando llega el momento de demostrarlo con hechos, pacta con los dos. En simultáneo. Como un poliamor ideológico pero sin consentimiento informado.
Y no es que sea nuevo. En noviembre ya se había bajado de la sesión de Ficha Limpia. Lo mismo. Seis libertarios se evaporaron. Otros se “olvidaron” la tarjeta de ingreso. Uno, según testigos, se fue al baño y no volvió. Otra dijo que pensaba que era martes y no jueves. Todo muy comprometido con la lucha contra la corrupción, como corresponde.
Ahora, Milei repite la jugada. Pero esta vez con la excusa nivel Hollywood: no, no fue un pacto con Cristina, fue culpa de Lospennato. Sí, Lospennato, la misma que impulsó la ley, que la defendió, que la tenía lista con moño. Pero claro, a Milei le vino mejor decir que ella no supo armar el quórum, y su hermana que maneja la política como la dueña del boliche no movió un dedo.
Rovira, el spoiler humano
Y cuando todo podía quedar tapado con marketing y gritos, apareció Carlitos Rovira, capo misionero, experto en feudos y fraudes, rey de las lealtades con ticket. Y dijo: “Fue Milei el que me pidió votar para Cristina”. Listo. Mic drop. Fin del acting.
A ver, si hasta Rovira, que con Cristina tiene menos onda que una reunión de consorcio, tragó el sapo, ¿qué nos queda al resto? Encima lo tragó sin agua, con la amargura de quien se da cuenta que, al final, Milei no vino a patear el sistema, sino a entrar por la puerta de atrás… y con alfombra roja.
¿Y qué le dio Cristina a cambio? Esa es la gran pregunta. Algunos dicen protección judicial. Otros, silencio en el criptogate Karina. Hay quienes juran que el acuerdo incluye una estampita de Néstor con una motosierra tallada en cuarzo. Pero la más sólida es esta: Milei quiere a Cristina en la cancha para tener con quién pelear. Sin ella, su discurso se desinfla como globo piñata de cumpleaños libertario.
Porque, seamos honestos, sin Cristina, Milei se queda sin antagonista. ¿A quién le grita entonces? ¿A Lospennato? ¿A Adorni? ¿A Baby Etchecopar? No da. Necesita a Cristina para decir “yo o el abismo”. Aunque el abismo le devuelva un WhatsApp con guiño y sticker de Néstor bailando cumbia.
La gran estafa republicana
El show sigue. Mientras el gobierno insiste en que “no hay pacto”, se multiplican los gestos de amor. Se cae Ficha Limpia. Se habla de ampliar la Corte (como quieren los K). Se sostiene a Martín Menem en Diputados (como arreglaron con el cristinismo). Y se persigue periodistas, republicanos, ñoños institucionalistas y todo lo que huela a democracia liberal. Milei no gobierna: hace copia trucha de Trump, pero versión Manaos, con chaleco y termotanque en la espalda.
Mientras tanto, su gurú espiritual, el Gordo Dan, le hace entrevistas de seis horas donde la pregunta más dura es “¿querés más café o te traigo una Coca?”. Todo eso, en un canal libertario financiado por el hijo de Rovira, el mismo que negoció con Cristina. Un canal llamado “Carajo”, porque “Credibilidad” ya estaba registrado.
Y en el medio de todo, un tal Augusto Marini, el millonario de 29 años que nadie sabe de qué vive, pero que tiene más camionetas que una concesionaria. Lo cuidan cuatro guardaespaldas, vive en Barrio Parque, y sus empresas tienen más contratos con el Estado que el Lázaro Baez. El nuevo símbolo de la libertad es hacer negocios con la casta mientras se insulta a la casta.
Final con moraleja libertaria
Así llegamos al final de este sainete. Milei, el profeta del “fuera los políticos”, terminó bailando lentos con Cristina, como si estuviera en Rogelio, abrazado a la casta, con Luisito Godoy como DJ y Rovira como coreógrafo. Todo mientras el país vota, la Justicia duerme y el show continúa.
Eso sí: no lo digas muy fuerte. Que si lo escuchan en el canal Carajo, te acusan de casta, te hacen una denuncia por pensamiento subversivo y te retuitea el Gordo Dan diciendo “vos antes eras más liberal, te vamos a seguir para saber que te pasa”.