Desde el piso 17 del departamento que eligió MatÃas Tissera para vivir con su familia en Caballito cuando fichó con Huracán, la Capital Federal parece chata, sin otros edificios. Se puede ver la torre de Interama como si fuese un faro que indica el Sur porteño. Las bocinas, el zumbido del tránsito y cualquier caracterÃstica sonora de esta jungla no se oyen a 60 metros. Ahà arriba, el silencio domina cada metro cuadrado.
Faltan algunas horas para la salida del jardÃn de Felipe, el hijo de Tissera y SofÃa Arozamena, y ella sabe que cuando lo vaya a buscar tendrá que reponer una historia de fantasÃa como cada vez desde el pasado 1 de abril, cuando la Policia de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detuvo a su pareja, futbolista del conjunto de Parque Patricios, después de que en Migraciones saltara un inesperado pedido de captura por una causa en la que se lo acusa de tentativa de extorsión.
El chico de tres años cree que su papá se encuentra en Brasil, donde nunca llegó junto al plantel del Globo que viajó a San Pablo para jugar frente a Corinthians por la Copa Sudamericana. Cuando sale del jardÃn, mira entre el enjambre de padres y busca al suyo. Hace más de 20 dÃas que solo ve a su madre y cuando lo confirma le cambia la cara. «Cuando todo esto termine, vamos a tener que hacer una revinculación», dice y se le escapa un rasgo de la psicopedagoga que no fue porque postergó la carrera cuando quedó embarazada.
«En el jardÃn me dijeron que ayer (por el miércoles) habló por primera vez del padre, dijo que sigue en Brasil», le cuenta SofÃa a ClarÃn. Eso es lo que le dijeron, que se habÃa roto una ala del avión y que en cuanto lo arreglaran, volvÃa a casa. Nunca pensó que la ‘mentirita’ iba a durar tanto. Desde que su vida «se puso en pausa», cuenta los dÃas como si cada uno durara mil horas, mientras Felipe se pregunta por qué tardan tanto en poder reparar el ‘pájaro volador’. Está enojado con su mamá, pero también con su papá, y a veces no quiere hablarle por teléfono.
«Si eso es tristÃsimo para mÃ, imaginate lo que es para MatÃas», admite SofÃa y la mirada se le cristaliza. Hay solamente dos momentos en los que no se permite llorar: cuando recibe el llamado de la persona con quien comparte la vida hace una década y conoce desde los 12 años, y cuando Felipe no está en el jardÃn. Después, todo es silencio y casi siempre llanto. Y también las notificaciones del teléfono.
El entrenador de Huracán, Frank Kudelka, la llama y le dice que le parte el alma llegar a La Quemita y ver estacionada la camioneta de Tissera donde la dejó cuando todos salieron rumbo Brasil. También le habla el presidente del club y compañeros actuales o de otras épocas. De pronto suena el teléfono y la caracterÃstica es de Córdoba. «¡Es Mati!», dice SofÃa y muestra por primera vez una sonrisa.
Tissera está en el penal de Bouwer en Córdoba. Primero pasó tres dÃas en las dependencias que la PFA tiene en el aeropuerto de Ezeiza y SofÃa pudo visitarlo. Le llevó dos libros, uno de Messi sobre su costado más humano y al otro dÃa le pidió otro porque ya lo habÃa terminado. Ella pensó que se iba a resolver todo por Zoom, pero lo trasladaron a Córdoba. Terminó en el viaje uno de Eduardo Sacheri y no se volvieron a ver.
El primer dÃa en Córdoba fue bravo: lo juntaron en una celda común con delincuentes de distinta Ãndole que le dieron una bienvenida tumbera. «Sofi, llegué y me quisieron pelear, sacar las zapatillas, lo que tenÃa puesto», le contó Tissera antes de explicarle que algunas horas después lo cambiaron de pabellón. Ahora está con delincuentes condenados, pero despojados de la marginalidad del resto de la población carcelaria.
«Dice que está ansioso», cuenta, después de cortar la llamada, y explica los motivos: «el cronograma del colegio lo tenemos desde el principio de año y él sabe que este sábado tenemos el dÃa de la familia en el campo de deportes y él le prometió a Felipe que iba a estar y por eso está ansioso, quiere que se resuelva todo para salir antes del sábado».

Esa conversación fue la segunda del dÃa. Rápida, querÃa saber las novedades de boca de su esposa y luego llamó a su abogado. Tienen un método: corta ella para que él pueda seguir usando la tarjeta. Sin darse cuenta, sus nuevos hábitos ya están aceitados. Pero no siempre los llamados son iguales.
«Hace algunos dÃas me llamó desesperado y me dijo ‘Sofi, sáquenme de acá’. No porque le haya pasado algo, sino porque la cabeza le juega en contra. Ahi es donde yo no lloro y le digo ‘Mati, por favor tranquilo, estamos haciendo todo lo posible porque no tenés que estar ahÃ, lo sabemos todos, pero necesitamos que estés tranquilo y tengas paciencia’. Corto y se me cae el mundo», grafica.
-¿Qué le dirÃas a la fiscal si pudieses hablarle?
-Me encantarÃa hablarle. No en términos judiciales, sino que me gustarÃa que separe las cosas: nosotros, bien o mal, somos los damnificados en este tema. Me gustarÃa que lo vea de la manera más empática posible. Yo entiendo que es un delito lo que se está investigando, pero MatÃas no tiene antecedentes, presentó todo lo que le pidieron y está detenido con un hijo que lo extraña y un trabajo que está incumpliendo. Le dirÃa: ‘necesito que sueltes a mi marido, lo necesitamos en casa’. Eso que le dirÃa…
-¿Y a Ferrara, el denunciante en esta causa y además la persona que se quedó con el dinero y nunca les entregó la casa que pagaron?
-Te vas a reÃr, pero cuando la gente que pasó por lo mismo que nosotros querÃa escracharlo o hacer cosas por el estilo, yo no lo hice. Esa persona me da lástima. Es una enfermedad jugar con los sueños de las personas y que no te afecte lo que le hacés pasar. Le dirÃa que ya no quiero nada de él, ni la plata ni la casa.
SofÃa dice que en lo único que piensa ahora es en el regreso de su esposo. «Todos los dÃas me imagino que lo liberan y vuelve a Buenos Aires. Lo imagino reencontrándose y abrazándose con su hijo. Yo tendré tiempo para fundirme en un abrazo también y ayudarlo a superar esto porque esto es muy dificil», dice.
Mientras espera ese momento, sabe que cuando esté Huracán en el televisor y su hijo busque al padre en la pantalla, ella dirá que está en el banco de suplentes.