Según la imputación, bajo su responsabilidad se destruyeron y alteraron pruebas clave, y en menos de diez horas ingresaron al departamento de Puerto Madero más de ochenta personas —entre funcionarios, policías, peritos y hasta curiosos— sin control ni registro. Ese desmanejo, lejos de ser un simple error, representó un daño irreparable en la investigación.
El fiscal Eduardo Taiano fue contundente al señalar que la desidia y la falta de profesionalismo de Fein arruinaron las posibilidades de reconstruir lo sucedido. “Lo que debía preservarse fue directamente contaminado”, describió. Lo mismo había advertido años atrás Sergio Berni, quien dejó claro que la única responsable de la preservación de la escena era la fiscal Fein, y lo que ocurrió fue exactamente lo contrario: un caos donde las pruebas se degradaron frente a sus propios ojos.
Hoy, la imputación no solo confirma lo que la sociedad sospechaba desde 2015, sino que además pone en evidencia que la primera funcionaria que debía garantizar transparencia e imparcialidad terminó siendo el eslabón más débil de la causa. El descontrol no fue casualidad ni simple torpeza: fue culpa directa de Viviana Fein, cuya actuación quedó marcada como el mayor obstáculo para conocer la verdad sobre la muerte del Fiscal Alberto Nísman