Lo que empezó como un simple caso de amenaza de bomba en una escuela de Rawson terminó convertido en Radiocafé, donde el Ministerio Público Fiscal (MPF) y la Fiscalía de Estado se transformaron en villanos de telenovela y héroes de comedia al mismo tiempo.
Todo comenzó con un expediente normalito, tipo “amenaza de bomba en una escuela”. Hasta aquí, nada raro. Pero cuando la Fiscalía de Estado decidió que quería ser querellante, el MPF reaccionó como cuando alguien te toca la última galleta: “¡No, no, NO! Aquí no hace falta tu intervención”.
Se armó el primer intercambio explosivo de palabras sofisticadas de esas que usan los abogados y que no entiende nadie. La Fiscalía de Estado gritaba (en un lenguaje muy formal, pero con cara de traste “¡Su actitud es ilegal, arbitraria e irrespetuosa!”
Y el MPF respondía: “Queridos, no estamos diciendo que sean malos, solo que no necesitamos su ayuda para nada… ¿se entiende?”
Mientras tanto, Axel Muñoz, el imputado, estaba sentado como quien llega a un cumpleaños equivocado: “¿Estoy en un juicio o en el circo de Gaby, Fofó y Miliki?
La jueza Carolina Parra, probablemente pensando en si debería dedicarse a la meditación o abrir un canal de YouTube de ASMR legal, intervino: “Chicos, me voy a tomar el fin de semana para reflexionar… si sobrevivo a esto”.
Los fiscales, sin perder tiempo, empezaron a lanzar papeles como si fueran shurikens y argumentos legales que nadie entendía, porque básicamente era un combate de intelectos en cámara lenta.
Los abogados de la Fiscalía de Estado estaban convencidos de que el MPF necesitaba consultarlos antes de respirar, mientras que el MPF pensaba: “Estos tipos deberían recibir un premio por insistencia absurda”. Axel Muñoz seguía siendo el extra confundido. En su mente, planeaba huir del juicio y abrir una tienda de amenzas de bomba de distintas clases, “Al menos ahí nadie se putea en forma elegante como esttos tipos». Cada intervención se volvía más ridícula: alguien sugirió revisar las cámaras de seguridad del año 1998 para buscar pistas… y nadie lo cuestionó.
Al final, la verdadera bomba no estaba en la escuela, sino en el tribunal:
Una pelea épica de egos, palabras complicadas y gestos teatrales que podría confundirse con comedia improvisada.
Así que si hay amenaza de bomba, los fiscales se pelean primero entre ellos, Un imputado puede pasar inadvertido en su propio juicio, la jueza puede usar el fin de semana para meditar… o para escribir su propia version del juicio de la risa, y ver que ¡todo es posible en la dimensión desconocida!

