Nadie se salva. Ni el más rubio, ni el más moreno, ni el más pintado de amarillo patito o azul peroncho: todos los intendentes están llorando como si hubieran visto la boleta de la luz después de prender el aire 15 minutos.
La intendenta de Chimbas, Daniela Rodríguez, se animó a decirlo en un acto y con la voz firme: la coparticipación cayó más rápido que la dignidad en un acto proselitista. Así que ahora los municipios están haciendo malabares para pagar sueldos, el camión de basura y el sueldo del primo acomodado que «hace redes sociales».
¿O será que la crisis económica solo destapó una olla de mala administración, enchastres y ñoquis nivel pastalinda? 🤔
Marcelo Orrego, que lleva la motosierra Milei-brand de un lado a otro, ya lo tiene anotado en una libretita: los intendentes peronistas no solo heredaron problemas, sino también un hermoso ejército de ex funcionarios uñaquistas que se refugiaron en los municipios como si fueran testigos protegidos.
Así, mientras Romina Rosas en Caucete y Orrego se tiran con indirectas más filosas que un machete, Daniela Rodríguez mantiene buena onda con el gobierno provincial. Tanto que algunos compañeros la miran con desconfianza, como si en vez de mate, estuviera tomando Gatorade amarillo. “Hay cinismo”, tiró ella. ¡Y sí! Hay cinismo, hipocresía y un poquito de oportunismo, como en toda reunión de políticos.
Rodríguez explicó que la coparticipación subió… un mísero 16%. Con la inflación corriendo más rápido que Messi en el Maracaná, eso es como que te inviten a comer asado y te den una aceituna.
Y mientras todos sufren, no importa si son de escarapela amarilla o de bandera azul: la guita no alcanza ni para comprar cinta adhesiva para pegar los carteles de “¡Seguimos trabajando!”.
Susana Laciar, desde Capital, dice que ahora toca “eficientizar”. Traducción: «Agárrense que empieza el sálvese quien pueda», pero dicho con carita de PowerPoint corporativo.
¿Que Milei cerró la canilla de fondos extraordinarios? Sí. ¿Que aplicaron motosierra sin anestesia? También. ¿Que los intendentes peronistas ahora extrañan las épocas de “toma y daca” con Nación? Más que nunca.
Mientras tanto, en Santa Lucía y en Rivadavia también chillan bajito, porque la única diferencia entre peronistas y orreguistas parece ser quién llora mejor en público.
Hoy todos están igual: sin plata, sin milagros y, para colmo, vigilados como en reality show de bajo presupuesto. Eso sí, que nadie se entere: el «rojo vivo» se lleva en silencio… como quien debe la cuota del auto y pone cara de poker cuando pasa el cobrador.