El Palacio Libertad fue escenario de una de las presentaciones más esperadas del Foro Argentino de Inversiones. Allí, Miguel Galuccio, expresidente de YPF y actual CEO de Vista, desplegó un relato que recorrió más de una década de experiencias en el sector energético y en nuevas fronteras de la ciencia. Su intervención giró en torno a una idea que atravesó cada etapa de su trayectoria: la Argentina es un país de enormes oportunidades, pero el modo de encararlas es lo que define el éxito.
Galuccio comenzó con una advertencia. No hay fórmulas mágicas para invertir en el país. Sin embargo, compartió lo que considera su propia receta. “No hay fórmula secreta que reemplace el profesionalismo, el talento y la seriedad en lo que hacemos”, dijo.
Luego enunció lo que, a su juicio, constituye la clave para transformar proyectos en realidades: creer en lo que se va a construir, incluso cuando los hechos digan lo contrario; transmitir una convicción total y contagiosa capaz de sumar a todos los actores; innovar para inventar lo que todavía no existe, y ejecutar siempre en equipo.
La primera gran historia de su disertación fue la de Vaca Muerta. Recordó que en 2012, cuando asumió la conducción de YPF tras la estatización del kirchnerismo, la formación no era más que un recurso geológico que aparecía en informes técnicos desde hacía más de ochenta años, pero que no lograba convertirse en una reserva explotable. La balanza comercial energética era negativa en -US$7000 millones.
“Vaca Muerta era para creyentes, no para ingenieros”, resumió. La Argentina atravesaba entonces un momento crítico: se cerraban industrias por falta de gas y petróleo liviano, y las refinerías trabajaban muy por debajo de su capacidad. Frente a ese panorama, dijo que lo primero que hizo fue cambiar la mentalidad y convencer a grandes compañías de apostar por un desarrollo que parecía lejano. Chevron, Petronas y Dow fueron algunos de los socios que llegaron al país.
Más de una década después, el resultado es contundente. El 60% de la producción nacional proviene de Vaca Muerta, con un nivel de extracción de 275.000 barriles diarios. La balanza comercial energética es positiva ahora en US$7000 millones, un cambio de US$14.000 millones, y las proyecciones son aún más ambiciosas: hacia 2030, el sector energético podría aportar un superávit de US$30.000 millones.
La segunda historia estuvo vinculada con la creación de Vista, en 2017. Después de dejar YPF, Galuccio se propuso fundar una compañía que combinara agilidad, innovación y talento en un mundo dominado por grandes corporaciones. “Una empresa de garaje de Vaca Muerta en el mundo de las corporaciones”, la definió.
Para lograrlo, recurrió a un mecanismo poco usual en la región: un SPAC, vehículo financiero que permite levantar capital basándose en la reputación y en una idea de negocio. Con esa herramienta recaudó US$700 millones, uno de los montos más elevados obtenidos a través de este formato en América Latina.
Con esos fondos adquirió una compañía convencional que producía apenas 24.000 barriles diarios y la transformó en Vista, que hoy alcanza los 125.000 barriles diarios, con un Ebitda (resultado final, sin incorporar los elementos financieros) de US$1600 millones.
“Vista se consolidó así en la primera exportadora de petróleo del país [alrededor de 75.000 barriles diarios] y como la mayor compañía independiente detrás de YPF”, dijo Galuccio.
En su repaso, el ejecutivo detuvo la mirada en el desafío que significó la pandemia. Relató que en ese momento crítico entendieron que el recurso más valioso no era el petróleo, sino las personas. Preservar empleos, reducir costos y mantener la cohesión del equipo fue la prioridad. La empresa llegó a almacenar medio millón de barriles en un barco que flotaba en el Atlántico, con la idea de proteger la producción y al mismo tiempo testear la tesis de negocio: si podían crecer lo suficientemente rápido, la Argentina se transformaría en exportadora neta.
“Esa jugada estratégica permitió exportar el primer cargamento de crudo de Vaca Muerta y abrir un mercado internacional que hasta entonces no existía para el crudo liviano argentino”, dijo.
La tercera experiencia que compartió se proyectó hacia el futuro. Hace 10 años, conoció a Matías Peire, un emprendedor que lo convenció de apostar a la ciencia latinoamericana como motor de nuevas industrias. Juntos fundaron Gridex, una incubadora de startups científicas que combina investigación de frontera con capital de riesgo.
El resultado, según enumeró, es el desarrollo de más de 100 empresas de base tecnológica que trabajan en biotecnología, producción de biofertilizantes, nuevos materiales, industria farmacéutica y soluciones para minimizar el impacto ambiental de sectores como la energía o la minería. Gridex, que hoy tiene una valuación de US$700 millones, demuestra que la innovación también puede surgir desde el laboratorio y expandirse hacia los mercados globales.
En el tramo final de su presentación, Galuccio volvió sobre la idea de la fórmula. Creer, innovar y ejecutar, dijo, son los tres verbos que guían su manera de encarar proyectos. “Creer es transformar una intuición en visión; innovar es convertir esa visión en un plan; y ejecutar es llevar ese plan a la práctica con disciplina y trabajo en equipo. Hagamos bien la primera vez, cada vez, todas las veces y siempre”, indicó.
La conclusión fue también un llamado a pensar en grande. “Vista ya invirtió US$6000 millones en la Argentina. Imaginemos tres Vistas en el agro, otras tres en la energía y más compañías similares en soluciones basadas en la naturaleza, generando créditos de carbono para el mundo. Esa es la Argentina posible”, señaló.