Se alinearon los planetas… pero en retroceso. En la Argentina de hoy, los jueces tiemblan, los gobernadores rugen, los ministros se esconden, y Cristina Kirchner prepara su vuelta como si la historia fuera una serie de Netflix y ella estuviera por estrenar la tercera temporada de “La Reina del Sur… del Conurbano”.
Cristina no se va ni en chancletas ni por decreto: quiere volver. Y no como diputada provincial de medio pelo sino con banda presidencial, bastón de mando, helicóptero personal y el dedito en alto como copyright. No es un deseo, es una amenaza con formato de candidatura. Lo grita en privado, lo susurra en público y lo garabatea en los márgenes del cuaderno de Oscar Parrilli. “Si volvió Trump, si volvió Lula, ¿por qué yo no?”, dijo Cristina, olvidando que Trump volvió con 91 causas penales y Lula con el archivo judicial tan completo como el de ella. Pero bueno, la lógica en el kirchnerismo es como los números del INDEC: maleable, reciclable y siempre a favor del relato.
Y ahí es donde entra “el Plan Máximo”. Sí, Máximo Kirchner, el hombre que heredó el poder como si fuera un local de ropa usada. Cristina dice que hay que ponerlo en la fila para la presidencia. Es como armar un equipo de fútbol y poner al arquero con miedo a la pelota. Pero no importa: en el Instituto Patria los aplausos son más obedientes que perro de desfile. Wado de Pedro y Parrilli lo corean como si fueran los coristas de Paul Mc Cartney. Todo el operativo retorno parece sacado de un sketch del negro Olmedo, pero sin gracia y con nuestra guita.
La Corte Suprema, mientras tanto, huele sangre. El fallo por la causa Vialidad está casi horneado y viene con salsa de condena. Rosatti y Rosenkrantz tienen el voto afilado, Lorenzetti se hace el indeciso, pero ya tendría decidido jugar a favor de la Justicia… o a favor de lo que convenga más en ese minuto. Porque en Argentina el reloj político tiene las agujas hechas de encuestas.
Y entonces aparece la conexión secreta entre Cristina y Milei. Sí, como lo leés. No es un delirio de Twitter ni una teoría conspiranoica de canal de YouTube: Milei y Cristina están empujando lo mismo en la Corte. ¿Por qué? Porque Milei necesita que Cristina esté viva políticamente. La quiere como rival, como espantajo, como fantasma que asuste a los mercados y a Doña Rosa. Porque si la oposición es seria, el Presidente se queda sin villano. Y sin villano no hay épica, y sin épica, Milei no puede justificar los insultos ni los modos que tiene.
Así es como entra en escena el estratega del dólar pisado, Santiago Caputo, alias “el Pibe”, que opera entre las sombras con la destreza de un adolescente hackeando la boleta del colegio. Y con él, Sebastián Amerio, el discípulo que piensa que la Corte es un grupo de WhatsApp donde todo se puede negociar si se mandan suficientes stickers de Milei gritando “¡Viva la libertad, carajo!”.
Mientras tanto, los gobernadores se pusieron en modo comando. En el CFI hubo más gritos que en una reunión de consorcio sin portero. Ignacio Torres dijo que hay “malversación de fondos”, Llaryora acusó a la Nación de “demagogos con plata ajena” y Zdero se animó a decir lo impensado: que no llega a pagar aguinaldos. El ajuste libertario ya no es motosierra: es una trituradora de documentos que arrastra provincias enteras. Hasta Jorge Macri, que fue al encuentro con cara de “yo no fui”, terminó susurrando que Milei se quiere llevar todo puesto, incluyendo el edificio.
Y como frutilla del postre, la Casa Rosada, en su intento de simular institucionalidad, resucitó el famoso Consejo de Mayo, ese aquelarre creado en Tucumán donde Milei iba a hacer de Cornelio Saavedra y algunos gobernadores de Damas Patricias. ¿La idea? Disfrazarlos a todos y leer una proclama. Por suerte no prosperó. Aunque si seguía el delirio, a esta altura Juan Grabois estaría ensayando para hacer de Mariano Moreno en TikTok.
En el Garrahan, el caos no para. Mario Lugones, el ministro que confundió la salud con la teoría del derrame, primero acusó a los médicos de ñoquis K y después tuvo que sentarse con ellos a firmar acuerdos como si nada. Se le escapó la tortuga, la iguana y hasta un quirquincho en chancletas. La motosierra libertaria no corta cuando hay cámaras. Y donde no corta, patina. Como en el caso del conflicto con las personas con discapacidad, que ya tomó temperatura de escándalo internacional.
Sturzenegger, mientras tanto, sigue redactando decretos como si fueran horóscopos. Anuncia cambios, reformas, privatizaciones, revoluciones jurídicas… pero todo termina en PDF olvidado. El tipo está tan enfocado en ajustar que se olvidó de ejecutar. Es como un chef con 13 recetas y ni un solo plato en la mesa.
Y Caputo… ah, Toto Caputo. El Messi del Excel, el gurú de las tasas, el profeta del dólar tranquilo. Le dijeron que era el garante del plan económico, pero el tipo está más cerca del papel de gaffeur en una comedia de enredos. Prometió que el dólar iba a bajar, que la inflación tocaba el piso, que el riesgo país se iba a desplomar… y lo único que se desplomó fue la recaudación, la actividad económica y su popularidad entre los asalariados. Hasta Ricardo Darín lo desautorizó. Sí, Darín. En Argentina, cuando te pelea Darín, es porque ya te fuiste al mazo.
Y ahora, para cerrar el show, Caputo quiere sacarle dólares al colchón. Mandaron una ley para tentar a los ahorristas. Pero la desconfianza es tan grande que el billete prefiere dormir entre las sábanas de 200 hilos que circular por el Banco Central. Mayo cerró con mil millones de dólares más bajo el colchón. Literal: el pueblo argentino confía más en el sommier que en Toto.
Próximo capítulo: Cristina se postula, Caputo se confunde de tasa, Milei invoca a Belgrano en cadena nacional y la Corte… bueno, la Corte decide si falla, o si se hace la que no escucha.
Y mientras tanto, la Argentina sigue siendo un país donde la Justicia llega tarde, la política se disfraza y la economía hace equilibrio como funambulista ciego en zancos.
Bienvenidos a la República de la Comedia Involuntaria.