Cristina Kirchner, ex vicepresidenta, parece haber adoptado un nuevo pasatiempo: coleccionar polémicas como si fueran figuritas del Mundial. Esta vez, el capítulo se titula «Zona Austral: el misterio de los 6 millones». Según dice, su domicilio está en Río Gallegos, aunque parece que su corazón (y residencia efectiva) está firme en Capital Federal. ¿Será que el viento patagónico es demasiado fuerte como para aguantarlo más de un par de días?
Mientras tanto, en ANSES, el fiscal Gerardo Pollicita está armando un equipo de investigadores dignos de una serie de Netflix. Llaman testigos, piden documentos, y buscan respuestas como si estuvieran descifrando el secreto detrás de la receta de la empanada perfecta. El director de Gestión Administrativa y Técnica, Cristian Villani, y la ex directora de Normas y Procesos, María Alejandra Bergamaschi, son los invitados estrella. ¿Qué dirán? ¿»Yo no fui»? ¿»Se firmó solo»? ¡Que se preparen para la alfombra roja de Comodoro Py!
Cristina, por otro lado, se encuentra en una batalla paralela, peleando por recuperar sus dos pensiones de privilegio, que suman unos 22 millones de pesos mensuales. Ella afirma que no tiene «otro ingreso para su subsistencia». Claro, porque con menos de eso, ¿quién puede vivir en Buenos Aires? ¿El resto de los mortales? Bueno, ellos tienen magia o algo así.
Y hablando de magia, parece que las dos pensiones de privilegio se esfumaron de sus cuentas en diciembre, cuando el gobierno le dijo «hasta aquí llegamos». Eso sí, Cristina no se da por vencida: ella quiere que le devuelvan lo suyo porque, como buena heroína de su propio drama, insiste en que vive en Río Gallegos. ¿Será que el reclamo por zona austral es una especie de souvenir emocional de la Patagonia?
Para colmo, las preguntas que se hacen en este caso son dignas de una novela de Agatha Christie: ¿Quién habilitó los trámites que permitieron cobrar este plus? ¿Quién dejó la máquina de café encendida en ANSES? ¿Y quién pensó que sería una buena idea combinar privilegios con zona austral? Todo un misterio que promete tener capítulos llenos de giros inesperados y quizás alguna que otra revelación explosiva.
En resumen, esta saga judicial tiene todos los elementos: drama, misterio, humor involuntario y, por supuesto, un toque de surrealismo tan típico de nuestra querida política argentina.