La ex presidenta profesional y actual influencer de la melancolía nacional, Cristina Kirchner, volvió este lunes a sus viejos hábitos de tía indignada en WhatsApp y le tiró con munición gruesa —y mayúsculas— a Kristalina Georgieva, gerenta general del FMI y coleccionista de países fundidos.
Arrancó con un tierno y afectuoso «Che Kristalina» (al parecer, a CFK le dijeron que tuitear con «che» es como tirarle una chancleta al imperio) para recordarle que la palabra «cambio» en Argentina ya nos costó más que varias guerras civiles.
«¿Sabés qué pasa, Kristalina? —arengó Cristina en X, la red social para indignarse gratis— en 2015 nos vendieron un «cambio» y nos desayunamos con ajuste, endeudamiento obsceno, fábricas fundidas y sueldos más flacos que dieta de hospital. Todo eso, con el cariñoso aporte de ustedes, claro».
Envalentonada, la arquitecta egipcia de Calafate disparó:
«EL ‘CAMBIO’ QUE USTEDES CELEBRAN NOS ARRUINÓ. Y AHORA VOLVIÓ, PERO MÁS RUIDOSO Y EN FORMATO GRITO LIBERTARIO».
La señora de los furcios históricos también recordó que no es casual que el FMI aplauda de pie cada vez que Milei dice «ajuste» como quien grita «¡gol!» en el Mundial.
Mientras Kristalina declaraba con la sutileza de una apisonadora que esperaba que «el cambio no se descarrile», Cristina la mandó a leer historia reciente y, de paso, le regaló una clase gratis de cómo perder elecciones y ganar deudas.
«Che Milei… también tengo para vos», advirtió en una sentida postdata más amenazante que abrazo de oso.
Recordándole al «león libertario» que llegó tarde al funeral del Papa Francisco (aunque, entre nos, ella ni fue), Cristina le dedicó una caricia al ego presidencial:
«¿Vos ATERRIZASTE en Roma cuando ya estaban cerrando la Basílica de San Pedro? ¡Haceme el favor! Cambiá de asesor, o al menos buscate uno que sepa leer un reloj.»
Le faltó mandarle un link de Mercado Libre para comprar un Casio de oferta.
Eso sí, Cristina omitió recordar su propio récord Guinness de impuntualidad diplomática, cuando hizo esperar a todos los líderes del G20 para sacarse la «foto de familia» (lo que vendría a ser el álbum de gente que todavía paga la cuota del Club de París).
Por si quedaba alguna duda de su mood «abuela vengadora», cerró su sermón con una dedicatoria especial a los legisladores nacionales:
«Levanta manos de ocasión que firman todo lo que huela a FMI. ¡Mamadera!»
Y, para rematar, les tiró un archivo de Clarín de 2006 como quien tira una piedra en la vidriera de la historia.