No es sorprendente que las generaciones más jóvenes busquen diferenciarse de sus antecesores. Por ejemplo, mientras que para estas últimas los libros en papel representan autenticidad y valor cultural, para los jóvenes pueden tener un significado completamente distinto.
Lo mismo ocurre con los emojis: una “carita” que para un adolescente transmite una emoción específica, puede interpretarse de otra manera por sus padres o abuelos.
“Actualmente observamos que la generación llamada Boomers (nacidos entre en 1946 y 1964) usa una gama acotada de emojis, y de forma aislada. En tanto, la Generación X (nacidos entre 1965 y 19800 los usa con mayor frecuencia. En simultáneo, los chicos que hoy tienen están en el colegio secundario y en los primeros años de la universidad los usan poco, porque prefieren apelar a los stickers”, explica Diego Tachella, Coordinador del Proyecto de Intervención Comunitaria “Educación Digital Integral para mejorar la relación con la pantalla ubicua”, de la Secretaría de Extensión Comunitaria de la Universidad Siglo 21.
Tachella señala que este fenómeno tiene que ver con una reasignación de sentido de ciertos emojis. “Hay algunos que son polisémicos. Es el caso de la berenjena, que, si bien tiene que ver con la verdura, también se la utiliza como representación del miembro viril masculino”, completa.
Según explica, uno de los motivos por los cuales los jóvenes prefieren los stickers es porque resulta muy sencillo crear los propios y, además, son animados. “También entra en juego la apropiación del uso de un lenguaje, que es lo mismo que sucede en otros ámbitos: los jóvenes llegaron primero a Facebook, cuando llegaron sus padres, ellos se fueron a Instagram; y así van moviéndose por las plataformas”.
Mariano Cáceres, que es director de la carrera de Psicología de la Universidad de Morón, concuerda: “para la población joven los emojis se han vuelto obsoletos. Algo que me llama la atención tanto entre mis pacientes adolescentes como entre mis alumnos de la facultad es que ellos usan este recurso principalmente con fines sarcástico. E incluso, para algunos, usar emoticones es, como ellos mismos lo definen, “cringe”.
Cáceres advierte que los emojis dentro de los usuarios jóvenes están siendo utilizados para transmitir mensajes “encriptados”, con un sentido diferente al clásico original.
Un claro ejemplo de este es la bola de billar con el número ocho (🎱), que puede pasar inadvertido para los adultos en general, pero tuvo un lugar destacado en una de las escenas de la miniserie “Adolescencia”. En concreto, Jamie Miller, el adolescente de 13 años, recibía este emoji de su compañera del colegio, a la que más tarde asesinó. En tal sentido, la bola ocho puede utilizarse según la jerga para referirse a 28 gramos de droga, posiblemente alguien que compra o vende, es decir, un dealer.
El emoji del pulgar hacia arriba (👍), que fue lanzado en 2015 por el consorcio Unicode (la entidad que se encarga de imaginar y aprobar nuevos emojis), es uno de los que se ha vuelto más denostado: para los adultos es un signo de afirmación rápida o confirmación de lo que se está hablando. Sin embargo, los jóvenes lo perciben como pasivo-agresivo. Además, sienten que terminar conversaciones con este símbolo es algo brusco y poco amable. Es una aprobación, sí, pero con desdén.
Otro ejemplo es el emoji de la cara sonriente (😂): mientras los adultos lo eligen para expresar que están “llorando de risa”, los más jóvenes utilizan stickers o bien el emoji de la calavera 💀 para expresar lo mismo. “Esto refleja cómo las percepciones de los símbolos evolucionan entre generaciones”, acota el profesional de Universidad Siglo 21.
Lo mismo sucede con los corazones, ya que cada uno significa una u otra cosa en función de su color: “El rojo (❤️) se utiliza para fines románticos, el verde (💚) tiene que ver con fines sexuales y el violeta (💜) expresa cariño o amistad”, ilustra Cáceres.
Evidentemente, estas diferencias intergeneracionales pueden crear malentendidos al momento del chat. Por este motivo, Cáceres recomienda a los adultos seguir utilizando los emojis con los cuales se sientan cómodos, pero interiorizarse acerca de cómo se están comunicando los jóvenes, es decir, aggiornarse para entender lo que quieren expresar los menores. “En internet hay enciclopedias de significado de cada emoji. En lo personal, trato de interiorizarse sobre estas nuevas tendencias para tener una comunicación más fluida con los adolescentes, así como también detectar cuestiones que podrían ser de alarma”, explica.
Por su parte, Tachella recomienda a los mayores abordar la cuestión con sinceridad: “Lo mejor es decir “no entendí”, sin tratar de ser ofensivo con la pregunta. Tampoco es aconsejable pretender usar un lenguaje que es de otra generación, y que, claramente no vamos a dominar de la misma manera”, remata.
De esta manera, no sería desacertado que los adultos continúen usando el emoji del pulgar para arriba porque cada generación debería mantener su estilo, y los jóvenes tampoco deberían sentirse susceptibles al recibirlo, de la misma forma que hay modismos del habla que están muy asociados a cada generación.
Más allá de los significados cambiantes y las reinterpretaciones generacionales, sumado los nuevos emojis que se presentan paulatinamente , lo que permanece constante es la necesidad de los humanos de comunicarse, pero siempre entendiendo que cuanto más acotado es el mensaje, más chances hay de que se malinterprete, sobre todo en un chat, donde no se puede leer el tono original con el que fue dicho algo; irónicamente, ese era el sentido original de los emoticones que creó Scott Falhman en 1982, antecesores de los primeros emojis, creados por Shigetaka Kurita en 1999.