Acto I – El golpe de efecto (dramón color hospital green)
Entra en escena el Colegio Médico, ondeando un comunicado tan apocalíptico que ni Netflix en huelga de guionistas se hubiese animado: “¡Se cierra el Cimyn! ¡La OSP nos debe 1.200 millones!” –y de fondo, violines llorones, médicos corriendo en cámara lenta y un estetoscopio caído que hace cling sobre el mosaico. El público —pacientes, enfermeros y una señora que vino a sacar turno- traga saliva. Fin del acto, blackout, suspenso.
Acto II – El contraataque contable (thriller de planilla Excel)
Se prende la luz y aparece el adoradísimo por UPCN Rodolfo Fasoli, interventor de la Obra Social Provincia, blandiendo una calculadora de bolsillo: «¿Mil doscientos palos? ¡Ni en Disney! A lo sumo, tres milloncitos… y eso con suerte”.
Se escuchan toses incómodas, un auditor saca lupa, y el Excel arroja números que no cierran ni con forro cervical. El público bosteza, pero igual aplaude: es Argentina, nos emociona cualquier recorte de presupuesto que venga en cuotas.
Acto III – Las navajas del plus (slasher quirúrgico)
La OSP afila el bisturí normativo: nuevo plan “Fidelización sin Plus”. Traducción: al cirujano que quiera cobrar extra lo mandan a la maquinita del tiempo y le pagan con tarifa de enero 2024 (o, en la práctica, con estampitas de la Difunta Correa). Los galenos sudan frío: abrir una vesícula por amor al arte suena menos glamoroso que un curso de crochet para otorrinos.
Mientras tanto, la auditoría interna descuelga diplomas truchos como si fueran adornos navideños fuera de temporada: dos médicos y un bioquímico, al horno por cobrar prácticas fantasma. Spoiler: se viene la precuela “Internación domiciliaria fantasma II, el retorno de la MULTA”.
Epílogo – La escena post-créditos (para los que se quedaron a leer la letra chica)
El Cimyn, con 10 % del mercado materno-infantil, amenaza con bajar la persiana. Pero Fasoli -el adoradísimo de UPCN- jura que el otro sanatorio tiene camas, neonatología y un cartel luminoso que dice “Bienvenidos, bebés desplazados”. Todo controlado, dice. Claro… como los precios del súper.
Moraleja con suero
Cuando una obra social se pelea con un sanatorio, el paciente queda en medio, vestido con camisolín abierto atrás y dignidad al aire. Pero tranqui: siempre habrá un funcionario explicando, un Colegio protestando y un Excel rebalsando. ¡Salud… y a rezar primero que te atiendan, y después que no te facturen el amén!