Jorge Gil, médico, amigo de Mario Parisí y especialista en olvidar cosas convenientes, acaba de consagrarse como la estrella involuntaria de la justicia. Acusado de falso testimonio, el doctor declaró en el juicio que no conocía ni a la víctima ni a Juan Pablo Ortega… aunque semanas antes había estado llamando a la ex de Parisí ofreciéndole dinerito para que se olvidara de la denuncia. Sí, olvidadizo, pero con sentido del timing impecable.
El juez Diego Sanz y la fiscal Daniela Pringles, al ver tanta creatividad narrativa, decidieron premiarlo con un acuerdo de suspensión de juicio a prueba: 12 horas de tareas comunitarias durante 4 meses y una módica multa de 3 millones de pesos. En otras palabras: “Anda a barrer plazas, doctor, y de paso paga la cuenta, pero no te olvides de que te estamos mirando”.
El abogado defensor Fernando Castro hizo malabares legales dignos de circo y logró que Gil esquivara la cárcel con la clásica probation. Así, el médico pasó de héroe de amigos olvidadizos a leyenda del “no recuerdo nada… pero pago caro”.
La jueza Ana Carolina Parra, viendo que la memoria de Gil tenía más agujeros que un queso gruyere, decidió que una breve visita a la comisaría era necesaria. Ahí, entre celda y celda, el doctor seguramente pensó: “Olvidé muchas cosas… pero cobrar honorarios sigue fresco en mi cabeza”.
Moraleja: en la justicia argentina, si vas a mentir, hazlo con estilo, ofrece dinerito y olvida todo… excepto tu cuenta bancaria. Y ojo: que tu memoria selectiva no sea tan selectiva que la graben.