¡Atención San Juan! Se acabó eso de elegir jueces como si fueran empanadas al gusto.
Ahora, para ser juez, fiscal o defensor, no alcanza con saber decir «¡objeción, su señoría!» con cara seria: hay que demostrar que uno sabe de leyes… ¡de verdad!
¿La novedad? Examen obligatorio. Sí, como en la escuela, pero sin recreo, sin amague de copiarse y sin profe buena onda. Además, hay que mostrar que uno no solo rinde en el despacho con café y carpetas, sino que también sabe hablar en público sin trabarse y tiene un historial más limpio que mate recién lavado.
El Consejo de la Magistratura, que antes armaba ternas como quien elige pizza (“¿con aceitunas o sin?”), ahora tiene que justificar cada voto y pedirle opinión a un panel de profes de derecho —esos que nunca te aprueban de una y siempre tienen una coma para corregirte.
Pero tranquilos, no van a borrar todo lo anterior. Los concursos que ya están en marcha siguen igual, para que no cunda el pánico ni falte juez en el barrio.
Esto es parte de una movida nacional para que la Justicia no se maneje más por amiguismos tipo «el primo del cuñado del padrino del juez», sino por méritos reales. Que la balanza pese lo justo y no se incline por reuniones con medialunas.
En resumen: si querés ser juez en San Juan, preparate. Porque ahora vas a tener que estudiar, rendir y convencer a más gente que en una primera cita. ¡Y cuidado! No vaya a ser que terminemos como en México, donde votaron jueces y ahora están viviendo una serie de Netflix, pero sin final feliz… todavía.