Si de lugares sagrados del automovilismo se trata, Alemania es uno de los países que pica en punta. Allí, en medio del espeso bosque, está el circuito donde hace 67 años Juan Manuel Fangio cambió para siempre los límites de lo que un ser humano podía hacer arriba de un auto. Una remontada histórica que le dio su quinto título de F1, y que para muchos expertos fue, simplemente, la mejor carrera en la historia de La Máxima.
“Cuando todo concluyó estaba convencido de que nunca iba a poder manejar como esa vez, nunca”, confesó El Chueco de Balcarce al bajarse del auto. Durante dos noches no pudo conciliar el sueño. Y no era para menos: había pulverizado todos los récords de Nürburgring, uno de los circuitos más difíciles del planeta con sus 176 curvas en casi 23 kilómetros.
Ese mismo lugar es el punto cúlmine de un viaje que incluyó 2000 kilómetros por las entrañas del mundo el automóvil en Alemania. Una experiencia singular a la que probablemente vamos a volver una y otra vez en la memoria; el viaje que todo fierrero siempre soñó hacer.
Si hubiera que elegir uno de todos los momentos vividos durante estos 12 días, seguramente sería el de acelerar sin más límite que el de uno mismo en el emblemático Nordschleife, el mismo trazado donde Fangio consumó su hazaña, pero donde también dieron cátedra pilotos como Niki Lauda, Ayrton Senna y Carlos Reutemann en aquel triunfó épico de 1975 a bordo de su Brabham.
Lo más interesante, no obstante, es que vivirlo detrás del volante hoy está al alcance de cualquier mortal. Antes de eso, los organizadores de este recorrido llamado “Alemania Petrolhead Tour” brindan una charla -en español- en la cual repasan las características principales del circuito y los consejos de seguridad esenciales para disfrutar de la experiencia. Luego sí, es el momento de salir a la pista, que es como hacerlo a un parque de diversiones.
El auto elegido es un Mini Cooper S de 190 caballos de fuerza, una potencia que hoy en día puede no sorprender, pero más que suficiente en una pista tan técnica y con tantas curvas. Como es imposible de memorizar, conviene ir con prudencia hasta entrar en confianza con el auto y los marcados desniveles del circuito.
Conducir aquí es una mezcla de sensaciones. Tras dos vueltas al circuito largo, de más de 20 kilómetros cada una, la adrenalina está a tope. Algunos quieren más y hasta se animan a un par de giros extra; otros se bajan conformes con la sonrisa del que recibió lo que vino a buscar. Manejar en Nürburgring, colgarse esa medalla.
Sería difícil incluso para alguien ajeno al mundo de los autos permanecer indiferente a un lugar como este. Una foto: el fondo lo aportan las montañas Eifel tapizadas de verde, al mirar hacia arriba cada tanto aparece el castillo de Nürburg, mientras que en dirección opuesta la cinta de asfalto se hunde en la profundidad del bosque hasta perderse. No en vano el triple campeón escocés de F1 Jackie Stewart lo bautizó “El Infierno Verde”.
La aventura de recorrer Alemania en clave fierrera comenzó a 650 kilómetros de Nürburgring, en la multicultural Berlín, donde se impone el peso de la Historia. Es inevitable el repaso por los sucesos más dramáticos que tuvieron lugar en la capital alemana: de los restos de la Segunda Guerra Mundial -todavía son visibles los impactos de balas- al infame Muro de Berlín; un siglo de tragedias palpable a cada paso.
Pero no hay que irse muy lejos del centro para que la historia se entrelace con el automóvil. El recorrido sigue por el circuito de carrera preferido por los nazis: el mítico AVUS. Hoy en desuso y funcionando solo como una autopista abierta al tránsito, aquí las Flecha de Plata de Mercedes-Benz y Auto Unión superaban los 350 km/h en la década del 30. Cuesta creerlo al advertir ¡que está en plena ciudad!
La siguiente parada es un taller de tranvías abandonado durante los años de la Guerra Fría, y reciclado para dar vida a los más exquisitos automóviles de todos los tiempos. Por supuesto hay ejemplares de todas las marcas alemanas, pero también italianas, británicas, francesas y hasta estadounidenses. Una de esas gemas escondidas por fuera del circuito turístico que bien valen la pena conocer.
Después de tanta historia, un sacudón de adrenalina: llegó el momento de elegir un superauto de hasta 600 caballos de fuerza para dar seis vueltas al Spreewaldring, una pista ubicada en las afueras de Berlín. El menú es irresistible: Porsche 911 GT3 (430 CV), Ferrari 488 GTB (670 CV), Lamborghini Huracán (610 CV), Mercedes-AMG GT S (510 CV) o Audi R8 V10 (600 CV).
La decisión es difícil, pero decanta hacia el 911 GT3, toda una leyenda. Al igual que el resto está modificado para la pista, con ajustes especiales que lo convierten en un auto de carrera. Sigue una charla -también en español- para interiorizarse en los secretos de la máquina y recibir algunos consejos de seguridad. Está todo listo para disfrutar de este purasangre que apenas puesto en marcha ya eleva el ritmo cardíaco.
No se trata de una carrera, sino de ir ganando confianza con el auto y mejorando kilómetro a kilómetro. Aquí uno compite contra uno mismo. La versatilidad es total: mientras los expertos afinan sus artes en el manejo de competición, los novatos pueden sentir lo gratificante que resulta animarse más y más. Y todo sucede en un entorno absolutamente seguro.
En cuanto al GT3, qué decir. Toda la mística de su motor bóxer de seis cilindros opuestos, 3,6 litros y 430 caballos de fuerza que le permiten acelerar de 0 a 100 km/h en 4,2 segundos y alcanzar los 330 km/h de velocidad máxima. Sin embargo, además de su brutal aceleración, lo que más impacta es la velocidad de paso en curva y el tremendo poder frenante.
La industria automotriz está en pleno proceso de transformación, y Alemania, considerado el país que inventó el auto, es un laboratorio ideal para observar esto. Es que la industria local se encuentra en un momento bisagra, ya que la transición hacia la electromovilidad implicó el ingreso de nuevos actores que ya se ven en las calles.
Y no hablamos solo de Tesla, que a pocos kilómetros de la Puerta de Brandeburgo fabrica el Model Y, un crossover completamente eléctrico que se convirtió en el auto más vendido del mundo en 2023, sino de nuevas automotrices como NIO, VinFast o Lynk & Co, ignotas años atrás y que hoy ¡tienen sus showrooms en pleno centro de Berlín!
El Grupo Volkswagen lo sabe y exhibe su futuro en el VW Drive Forum, un espacio ubicado muy cerca de donde pasaba el Muro de Berlín y donde a través de exposiciones temporales muestra lo que se viene en las distintas marcas que componen al grupo.
Pero si hablamos de Volkswagen imposible obviar Wolfsburg, sede central del gigante alemán. Ubicada a poco más de 200 kilómetros de la capital alemana, allí se levanta la imponente Ciudad del Auto (Autostadt), otro de los “highlights” de este recorrido y donde nos sumergimos en un paseo que oscila entre historia y nuevas tendencias.
Autostadt es un parque temático de más de 28 hectáreas dedicadas al automóvil y el entretenimiento familiar, donde no solo cada marca (Volkswagen, Audi, Porsche, Seat, Skoda, etc.) tiene un pabellón, sino que también hay un museo del automóvil con más de 250 ejemplares icónicos de todas las automotrices y épocas.
Además, se pueden visitar las famosas torres de autos, donde los compradores van a retirar sus Volkswagen cero kilómetro, y hacer una visita guiada -en un simpático trencito tirado por un ID.3 eléctrico- por la fábrica donde se produce ni más ni menos que el gran best seller que por estos días cumple 50 años: el Volkswagen Golf.
Para entender la cultura alemana del automóvil no hay nada mejor que salir a la ruta. Más específicamente a las famosas autobahn o autopistas sin límite de velocidad. En la actualidad hay un debate muy encendido en torno a si hay que mantenerlas así o si ya deben tener una máxima, pero lo que nadie discute es que son todo un símbolo de la idiosincrasia alemana.
Vale la pena contemplar de primera mano el cumplimiento de las normas de tránsito que muestra la gran mayoría de los conductores. También, por ejemplo, la correcta utilización de las luces -especialmente la luz de giro- y el respeto absoluto por mantener el carril correcto, todos puntos centrales de una cultura vial avanzada.
Claro que nada de esto es casual: obtener la licencia de conducir en Alemania es un proceso muy exigente. Primero se debe rendir un examen teórico para el que hay que estudiar más de mil preguntas. Luego es obligatorio pasar por una escuela de manejo, y recién con el visto bueno del instructor se puede ir a rendir el examen práctico, que dura una hora en la vía pública. El costo total puede ascender hasta 2000 euros y el registro es válido por 15 años.
Curiosidad al margen, tras unos 500 kilómetros de autopistas desde Berlín el GPS indica que llegamos a la ciudad de Ingolstadt, en la región de Baviera, una de las más vinculadas a la industria automotriz. Allí la primera pausa es para conocer el Museum Mobile de Audi, una muestra que expone lo mejor de la marca de los anillos, su rica historia y la íntima conexión con el automovilismo deportivo.
No muy lejos de allí visitamos los laboratorios de Latin NCAP, un lugar singular normalmente cerrado al público. Allí es donde el organismo realiza las pruebas de choque de los modelos que se venden en América Latina. Se trata de un centro de alta tecnología donde se puede entender la complejidad que se esconde detrás de cada prueba de choque, y cómo eso repercute en la seguridad vial.
El sur de Alemania es sin duda uno de los lugares más deseados por los amantes de los automóviles. A cada paso una marca, un museo, una exhibición. Todo es interesante y los días parecen no alcanzar.
Entre los obligados que pisamos por supuesto que está Múnich, sede de BMW, donde visitar la ciudad, el Museo BMW y el BMW Welt son paradas imprescindibles para entender la historia y presente de una de las marcas que más pasión despierta en el mundo entero.
Stuttgart es otro de los polos fierreros de la zona. Allí está Mercedes-Benz y su espectacular museo, que más que el museo de una marca lo es de la historia del automóvil. Comienza con el considerado primer auto -aquel triciclo motorizado patentado por Karl Benz en 1886- y tiene sorpresas como ¡un colectivo argentino!
Inevitablemente el rumbo vira hacia los deportivos, y también en Stuttgart está Porsche, una de esas marcas míticas que emocionan con los autos que fabrica, y cuyo museo se recorre con admiración por la importancia de las máquinas que supo construir a lo largo de los años, incluidos algunos “monstruos” como el 917.
Para cerrar, ni más ni menos que AMG, la cara más deportiva de Mercedes-Benz, y una recorrida por su fábrica de motores. Un lugar donde tecnología y trabajo artesanal se combinan a la perfección, y donde se puede apreciar lo más avanzado del mundo en la construcción de un motor. Acaso el cierre ideal para un viaje inolvidable.