Imagínense esto: año 1919, Estados Unidos. La gente no iba al supermercado, ¡iba a la «huevería»! Y no crean que compraban una docena… ¡Compraban de a huevo suelto! ¿Por qué? ¡Porque eran más caros que un diamante!
Un trabajador, sudando la gota gorda, llegaba a la huevería con su sombrero de fieltro y decía: «Señor huevero, deme un huevo, pero uno bueno, ¡que hoy es domingo!». Y el huevero, con su bigote retorcido, le respondía: «¡Un huevo! ¡Pero si con lo que gana en una hora solo le alcanza para medio huevo!».
Y así, la gente se conformaba con tortillas raquíticas y huevos estrellados en miniatura. ¡Era la época en que los huevos eran un lujo! ¡Más que un coche de último modelo!
Pero luego, llegaron los tiempos modernos, y los huevos se volvieron tan comunes como los memes de gatos. Ahora, podemos hacer tortillas gigantescas y huevos revueltos para todo el vecindario. ¡Y todo gracias a que ya no tenemos que trabajar una hora para comprar un solo huevo!
¡Así que la próxima vez que se coman un huevo, piensen en aquellos pobres trabajadores de 1919 que solo podían soñar con un huevo frito! ¡Y denle gracias a la gallina moderna por su generosidad!