No te dejes paralizar ni arrastrar por el caos que el presidente Donald Trump y sus aliados están creando deliberadamente con el volumen y la velocidad de las órdenes ejecutivas; el esfuerzo por desmantelar el gobierno federal; los ataques performativos a los inmigrantes, a las personas transgénero y al concepto mismo de diversidad; las exigencias de que otros paÃses acepten a los estadounidenses como sus nuevos señores; y la vertiginosa sensación de que la Casa Blanca podrÃa hacer o decir cualquier cosa en cualquier momento.
Todo esto tiene como objetivo mantener al paÃs a la defensiva para que Trump pueda seguir adelante en su búsqueda del máximo poder ejecutivo, de modo que nadie pueda detener la agenda audaz, mal concebida y con frecuencia ilegal que promueve su administración.
Por el amor de Dios, no dejes de escucharnos.
Las acciones de esta presidencia deben ser monitoreadas y, cuando cruzan lÃmites morales o legales, deben ser cuestionadas con valentÃa y reflexión, con la confianza de que el sistema de controles y equilibrios del paÃs demostrará estar a la altura de la tarea.
Hay motivos para preocuparse en ese aspecto, por supuesto.
Hasta ahora, el Congreso liderado por los republicanos ha abdicado de su papel como rama coigual del gobierno, desde permitir que sus leyes y directivas de gasto sean sistemáticamente desestimadas hasta consentir temerosamente que el presidente apiñe su gabinete con leales erráticos y no calificados.
Gran parte de la sociedad civil —desde la comunidad empresarial hasta la educación superior y sectores de los medios corporativos— ha estado inquietantemente callada, incluso complaciente.
Pero también hay señales alentadoras.
Los tribunales, el control más importante de un presidente que pretende ampliar sus poderes legalmente autorizados y eliminar cualquier barrera, han bloqueado hasta ahora una serie de iniciativas de Trump.
Los estados también han tomado medidas:
varios fiscales generales demócratas presentaron demandas por los intentos de Trump de congelar la financiación de subvenciones federales y poner fin a la ciudadanÃa por derecho de nacimiento y prometieron luchar contra el acceso del equipo de Elon Musk a los sistemas de pago federales que contienen información personal.
Los funcionarios estatales y locales también están defendiendo sus leyes frente a las redadas federales de inmigración y luchando contra la orden ejecutiva de Trump que prohÃbe la atención médica de afirmación de género para los niños transgénero.
Y las organizaciones periodÃsticas independientes han seguido informando de manera excelente sobre los excesos de aquellos primeros dÃas, llevando información esencial al público.
Nada de esto quiere decir que Trump no deberÃa tener la oportunidad de gobernar.
Setenta y siete millones de estadounidenses votaron para devolver a Trump a la Casa Blanca, y el Partido Republicano, ahora totalmente reestructurado al servicio del movimiento MAGA, tiene mayorÃas en ambas cámaras del Congreso.
Se observa a menudo que las elecciones tienen consecuencias.
Pero ¿es esta reforma inconstitucional del gobierno de Estados Unidos —mucho más radical, aleatoria y cruel que todo lo que propuso en su campaña— realmente lo que esos votantes aceptaron?
¿Poner en riesgo el sistema de controles y equilibrios de Estados Unidos, sus alianzas y su seguridad nacional?
Porque, más allá de lo borroso, eso es lo que están haciendo Trump, Musk y sus partidarios.
A tres semanas del segundo mandato de Trump, aquà hay un puñado de lugares a los que los estadounidenses no pueden darse el lujo de dar la espalda:
— La toma de control ejecutiva por parte de Musk.
El problema no es que Musk no sea elegido, sino que está violando la ley.
Ni siquiera es un empleado gubernamental a tiempo completo:
está tratando de cerrar o desmantelar unilateralmente agencias y departamentos federales enteros, ignorando los mandatos del Congreso, algo que está prohibido por la Constitución.
Él y su equipo están detrás de las anunciadas ofertas de indemnización a millones de empleados civiles —incluido todo el personal de la CIA— y han obligado a renunciar a altos funcionarios a quienes no tiene poder para despedir.
Su misión es arrasar con los sistemas de pago confidenciales del gobierno con el júbilo de un anarquista, decidiendo por su cuenta qué aspectos del gasto federal son legÃtimos y sustituyendo su aceptación instintiva de las teorÃas de conspiración por cualquier esfuerzo por comprender las funciones gubernamentales que está socavando.
Tanto el presidente como Musk parecen disfrutar de que la mayorÃa de sus acciones sean claramente ilegales, y desafÃan a los tribunales a intervenir y detenerlas, bajo la teorÃa de que estas leyes son defectuosas desde el principio.
Al mismo tiempo, el hombre más rico del mundo lidera este esfuerzo y aún mantiene intereses en sus empresas privadas, que hacen negocios por miles de millones de dólares con el gobierno federal y están reguladas por éste.
Es un nivel de conflicto de intereses como nunca hemos visto en la era moderna.
— La administración vs. funcionarios públicos (también conocidos como enemigos de Trump).
Además de despedir a más de una docena de miembros de la oficina del fiscal de Estados Unidos en Washington que habÃan trabajado en casos relacionados con el atentado del 6 de enero.
El 6 de octubre de 2021, tras los disturbios, la administración Trump comenzó a recopilar los nombres de miles de miembros del FBI que ayudaron a investigar los crÃmenes asociados con el ataque al Capitolio.
Varios funcionarios de alto rango de la agencia han sido despedidos.
La medida ofreció un primer vistazo a cómo Trump y su candidato para dirigir el FBI, Kash Patel (que publicó una lista literal de enemigos de los miembros del «Estado profundo del poder ejecutivo») podrÃan usar la aplicación de la ley federal contra los oponentes polÃticos del presidente.
En lo que quizás sea la advertencia más inquietante para aquellos que podrÃan pensar en cuestionarlo o desafiarlo, Trump despojó a varios de sus ex asesores de seguridad que fueron considerados necesarios dadas las amenazas creÃbles del gobierno iranà de asesinarlos por acciones que tomaron bajo sus órdenes directas.
—La fanfarronerÃa imperial del presidente y sus ataques a los aliados.
Trump ha pasado semanas sugiriendo tÃmidamente que Estados Unidos está a punto de apoderarse ilegalmente de territorio en tres continentes, dejando tras de sà todos los niveles de consternación.
Luego están sus aranceles, planificados desde hace tiempo y aparentemente legales (aunque extremadamente desacertados).
Todas las amenazas e insultos le han valido a Trump algunas concesiones a corto plazo, pero es poco probable que ninguna de ellas fortalezca la economÃa estadounidense ni haga que el paÃs sea un lugar más seguro en el mundo.
Atropellar alianzas centenarias perjudicará a los paÃses afectados, pero también podrÃa comprometer la seguridad nacional, aumentar el precio de los bienes, perturbar el comercio global y beneficiar a adversarios como China y Rusia, ansiosos por llenar el vacÃo de un Estados Unidos cada vez más desconfiado.
— La salud pública está en peligro.
Robert F. Kennedy Jr., un escéptico declarado sobre las vacunas, aún no ha sido confirmado como secretario de Salud y Servicios Humanos de Trump.
Pero la administración ya está tomando medidas para debilitar y destruir las protecciones de la salud pública y mundial.
El jueves, The New York Times informó que la administración planea reducir el personal de más de 10.000 estadounidenses en la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional a sólo unas 300 personas y cancelar casi 800 premios y contratos que administraba la agencia.
El presidente —y mucho menos Musk— no puede cerrar una agencia federal sin una votación del Congreso.
Hacerlo también es ilegal según la Constitución.
Más de la mitad del gasto de USAID en 2023 se destinó a programas de salud destinados a detener la propagación de enfermedades, como la polio, el ébola, la tuberculosis, el VIH/SIDA y la malaria, o a asistencia humanitaria para responder a emergencias y ayudar a estabilizar regiones devastadas por la guerra.
Si le preocupa prevenir la próxima pandemia o las presiones de la migración global, USAID es una inversión que deberÃa querer que Estados Unidos haga.
— La ofensiva del presidente contra los derechos civiles.
Trump ha emitido una avalancha de órdenes ejecutivas y pronunciamientos que hacen retroceder décadas de progreso en materia de derechos civiles y, a menudo, desafÃan abiertamente la Constitución.
Ha atacado especialmente a los transexuales estadounidenses y ha amenazado con financiación federal a las escuelas públicas que no se adhieran a la ideologÃa de derechas sobre cómo debe debatirse la historia y la raza.
También ha encontrado excusas casi a diario para arremeter contra las polÃticas de diversidad, equidad e inclusión, incluso culpando al D.E.I. del accidente aéreo del 29 de enero en Washington e insinuando enérgicamente que cualquier controlador aéreo que sea mujer o no sea blanco es inferior y que se le ha dado un trabajo por razones equivocadas.
Y la nueva fiscal general, Pam Bondi, anunció el miércoles que las empresas privadas que decidan mantener sus propias polÃticas de diversidad e inclusión podrÃan ser objeto de «investigaciones penales.»
Estados Unidos se enfrenta a una nueva realidad que exige sabidurÃa, resistencia y coraje.
Estados Unidos está ahora dirigido por un presidente que parece dispuesto a atropellar a cualquier persona, ley, estatuto del Congreso o paÃs que se interponga en su camino.
Se maneja por impulsos y no le interesan las reglas, la historia ni la realidad.
La forma en que los estadounidenses y el mundo manejen a un presidente asà determinará en gran medida los próximos cuatro años, y exigirá mucho de todos nosotros.
Debemos estar a la altura del momento.
Trump ganó las elecciones de manera justa, pero su posición es la de presidente, no la de rey o dios-emperador.
Cada vez que el Congreso le permite exceder su papel constitucional, alienta más comportamiento antidemocrático y debilita la capacidad de la legislatura para frenar una mayor erosión de las normas y valores que han ayudado a hacer de esta nación la más libre, rica y fuerte del mundo.
c.2025 The New York Times Company

