No resultó ninguna sorpresa, y ninguna casualidad, como se comprobó mucho después, que el papa Francisco lanzara su primera encíclica con eje en la Ecología. “Laudato si” (Alabado sea) fue el título de ese documento de junio del 2015, que resultó también el primero de un pontífice sobre ecología y en el cual acusó a grupos empresarios y financieros de arruinar el medio ambiente. El mismo tono crítico y el mismo énfasis se iban a notar a lo largo de todo el pontificado, inclusive en sus reuniones con los principales líder mundiales: el tema siempre estaba presente, habitualmente prioritario.
«No es una encíclica verde, sino una encíclica social», aclaró Francisco durante el lanzamiento de Laudato si.
Los puntos centrales de la encíclica fueron:
• Francisco sostuvo que “nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos”. Por eso pide “cambios profundos en los estilos de vida y modelos de producción.
• Afirma que el planeta “parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”
• Llama a “limitar al máximo el uso de recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar”
• Denuncia que las empresas “se desesperan por el rédito económico” y los políticos “por conservar o acrecentar el poder, y no por preservar el medio ambiente y cuidar a los débiles”.
• Cree que la “salvación de los bancos a toda costa solo podrá generar nuevas crisis”
• Asegura que “los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre” y también habla de “una verdadera deuda ecológica entre el Norte y el Sur”.
El lanzamiento de Laudato Si se concretó pocos meses antes de la cumbre sobre el Cambio Climático COP 21, desarrollada en París. Y en vísperas de dicho encuentro insistió desde la Plaza San Pedro, poco antes del Jubileo la Misericordia.
“Sigo con viva atención los trabajos de la cumbre y me viene a la mente una pregunta que he escrito en la Encíclica: ¿Qué tipo de mundo deseamos transmitir a todos los que vendrán después de nosotros, a los chicos que están creciendo?». Y demandó: “Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones, cada esfuerzo en París debe servir para atenuar los impactos del cambio climático y al mismo tiempo luchar contra la pobreza y hacer florecer la dignidad humana. Las dos cosas van juntas, frenar el cambio climático y luchar contra la pobreza”.
El Papa advirtió que era el momento de “salvar a la gran familia” y que se necesita llegar al 100 por ciento de energías limpias para el 2050, además de ser solidarios con los países más vulnerables. Y uno de sus primeros destinos pastorales fue Tacoblan, en Filipinas, donde impactó el huracán Hyan provocando miles de víctimas.
En muchos de sus discursos, citó la frase de un anciano que alguna vez le dijo: “Dios perdona siempre, los hombres a veces, la Tierra no perdona nunca”.
Ese mismo año, al reunirse con Fidel Castro en La Habana, la ecología fue uno de los temas principales y lo mismo ocurrió en 2017, al recibir a quien estaba en un ángulo totalmente opuesto: Donald Trump.
En la reunión con alcaldes de todo el mundo, Francisco insistió: “Hay que tomar conciencia sobre el cambio climático, un problema de destrucción que nosotros mismos estamos llevando. Es importante la cultura de cuidado del ambiente. Pero esa cultura no es sólo una actitud verde. Es mucho más. Cuidar el ambiente es una actitud de ecología humana, porque la ecología es total”.
En la visita a la Casa Blanca del mismo 2015 y recibido por el entonces presidente Barack Obama, Francisco expresó: “Me parece evidente que el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios necesarios a fin de lograr un desarrollo sostenible e integral”. Obama señaló que “apoyamos su llamado dirigido a todos los líderes mundiales para respaldar a las comunidades más vulnerables al cambio climático y para unirnos para preservar nuestro precioso mundo a las generaciones futuras”.
En el viaje a Perú del 2018, el Papa habló en Puerto Maldonado sobre los Pueblos amazónicos. Aseguró que “probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca han estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora”. Agregó: “debemos romper el paradigma histórico que considera la Amazonas como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes”. Y atacó “la fuerte presión de los intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro y monocultivos agroindustriales”.
La alusión a la Amazonas tampoco era casual. Al año siguiente, se organizó un Sínodo Especial sobre la región, que contó con la participación de 185 obispos. Allí Francisco cuestionó nuevamente al “colonialismo” y señaló: “El fuego prendido por intereses que destruyen, como los que recientemente devastaron la Amazonia, no es del Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en la unidad. El fuego devorado, en cambio, avanza cuando se quieren llevar adelante las propias ideas, quemar la diversidad para homologar todo y todos”.

La reunión se tituló “Amazonia: Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, discutieron la forma de aumentar la presencia de la Iglesia en esa región y cómo defender la naturaleza.
Al igual que en otros temas, los sectores ultraconservadores de la iglesia cuestionaron las posiciones ecologistas de Francisco y hasta aludieron a “un análisis panteísta de la realidad”. El cardenal Raymond Burke, uno de los líderes conservadores con base sobre todo en EE.UU. dijo que las discusiones previas y en los documentos del Sínodo, se reflejaba “un paganismo” pleno de errores y violaciones teológicas
En noviembre del 2019, Francisco dio otro paso: en su discurso ante el Congreso Internacional de la Asociación de Derecho Penal, en Roma, el Papa impulsó que el pecado ecológico forme parte del catecismo. Lo consideró un “Ecocidio”. Allí dijo que “se entiende como la contaminación masiva del aire, de los recursos de tierra y agua, destrucción a gran escala de la flora y fauna y cualquier acción capaz de producir un desastre ecológico o destruir un ecosistema”. Y anticipó que “un elemental sentido de la justicia impondría que algunas conductas, de las que son habitualmente responsables las corporaciones, no queden sin castigo. En particular todas las que se pueden considerar como ecocidio”