Se rompió el amor en la UNSJ, y no fue por falta de cariño, sino por exceso de ego. Fernando Gómez, peón juvenil del giojismo con ínfulas de prócer universitario, se bajó del barco de Guillermo Velasco y dejó una carta de renuncia que huele más a casting para una banca que a gesto ético. Eso sí: adornada con palabras lindas como “autonomía de pensamiento” y “proyectos colectivos”. Todo muy progresista, muy Instagram-friendly, muy «mirá qué bien pienso».
Pero no nos comamos el verso. Los muchachos de Ideas, esa mini-PJ con pretensiones revolucionarias, estuvieron dos años cómodos en el sillón del poder, calentando la silla y levantando el dedito con sonrisa militante. Ahora descubren que Velasco es un personalista. ¿O es que empezó a armar su candidatura sin pedirle permiso a papá José Luis?
La realidad es que el “Camello” Velasco creyó que con un poco de buena prensa y algunos cargos simbólicos podía pilotear su aventura rectoral. Se equivocó feo. Pensó que los Gioja boys eran decorativos, y resultaron ser que le tiraron hacia abajo en su idea de política universitaria. Le hicieron la cama, lo arroparon, lo ayudaron a subir… y ahora le patearon los dientes en la bajada. Sin anestesia.
Fernando Gómez renuncia y pone en su posteo una frase que quedará para el mármol del cinismo político: “no somos figuras decorativas”. Hermoso. Pero durante años posaron en cada acto, aplaudieron cada guiño del Camello, y se sacaron selfies como si fueran parte de un gobierno ejemplar. Ahora que no les dan los números, redescubren la dignidad. Milagroso.
Velasco, por su parte, sigue jugando al equilibrista. Coquetea con Uñac, recicla funcionarios del EPSE y hace campaña donde parte del electorado universitario lo califica como un producto más del viejo aparato. Desde IDEAS dicen ahora «que su proyecto rectoral se parece a una maqueta de primer año: endeble, sin base, y con mucha fantasía». ¿Y cuando lo aplaudían al Camello como era el proyecto?.
¿Y Gioja? Manda a los pibes al frente, juega por abajo con Berenguer, y mientras tanto cobra peaje ideológico en cada pasillo. Porque aunque se disfrace de vanguardia, el giojismo en la UNSJ sigue siendo lo mismo de siempre: un ejército juvenil que obedece órdenes, simula rebeldía y reparte lealtades según el clima.
En conclusión, la UNSJ está que arde, y no por debates académicos, sino porque los mismos de siempre quieren el sillón rectoral para seguir repartiéndose poder, cargos y favores. Los estudiantes, como siempre, quedan en segundo plano. Porque en esta película de traiciones, selfies y comunicados con olor a marketing militante ordenado, el único protagonista real es el ego.