Todo iba bien en la telenovela peronista hasta que Axel, nuestro gobernador rockero con cara de empleado de fotocopiadora de Filosofía, tiró la bomba:
—“Voy a desdoblar las elecciones en la provincia.”
Y ahí fue cuando temblaron los portarretratos en el Instituto Patria, se volcó un mate en una carpeta con apuntes de Néstor, y Cristina, desde su despacho en El Calafate, exclamó:
—“¡Pero mirá cómo me desdobla este mocoso con aires de Marx y peinado de Rick Astley!”
El mundo K entró en estado de emergencia nivel «Perón no lo hubiera permitido».
Máximo se atragantó con una medialuna. Wado rompió un PowerPoint de bronca. Hebe se revolvió en su tumba y le gritó desde el más allá:
—“¡Ese pibe es un infiltrado del trotskismo!”
Axel, por su parte, puso cara de nada, como siempre. Explicó que lo hacía “por el bien de la provincia”, como si en vez de desdoblar elecciones estuviera anunciando una nueva línea del subte en Villa Gesell.
Pero nadie le creyó. Todos sabían que el pibe se quiere despegar del Titanic K antes de que la banda empiece a tocar “La Marcha” en violines desafinados. Quiere salvarse solito, como rata universitaria del conurbano.
—“¿Y la unidad del movimiento?”, gritó un camporista entre lágrimas mientras apretaba fuerte su remera de Néstor 2003.
—“¡Esto es peor que cuando Randazzo se cortó solo y terminó hablando con muebles en los spots!”
En La Matanza, los punteros estaban confundidos:
—“¿Entonces ahora hay que hacer dos listas? ¿Y en cuál va el choripán?”
La interna está que arde. Y Axel, mientras tanto, pasea por los actos como si no hubiera hecho nada. Es el típico alumno que rompió el proyector y cuando lo retan dice:
—“Yo no fui, fue la coyuntura.”
Cristina, ofendidísima, ya mandó a hacer un altar paralelo con Scioli, Massa y ahora Axel: el santoral de los traidores simpáticos. Y cada vez que pasa por ahí, les tira una puteada tipo sahumerio.
Moraleja: en el peronismo te perdonan que votes mal, que no milites, que desaparezcas seis años… pero nunca, jamás, que te creas más vivo que la Jefa.