CÚCUTA, Colombia.- La desaparición del gendarme argentino Nahuel Agustín Gallo en territorio venezolano rememora el caso abierto en agosto con dos viajeros españoles, capturados en el Amazonas durante sus vacaciones.
A José María Basoa y Andrés Martínez, definidos por el propio Nicolás Maduro como los “turistas terroristas”, se los acusó inicialmente de ser miembros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para posteriormente señalarlos directamente como sicarios que formaban parte de una conspiración imposible para derrocar y asesinar al presidente. Algo complicado para un plomero y un desempleado a 750 kilómetros de distancia de la capital venezolana.
“Es un nuevo tipo de turismo, turismo de aventura: vienen a poner bombas y a matar gente aquí. ¡Turismo explosivo!”, ironizó el mandatario chavista.
La realidad es que el chavismo, desde hace años, aprovecha las detenciones casuales o intencionadas de ciudadanos extranjeros para convertirlos en rehenes de la revolución, mucho más si proceden de países enemistados con el régimen. De Basoa y Martínez no se sabe mucho más después de cuatro meses de demandas continuas del gobierno de Madrid: al parecer no han sido torturados y, como el resto de los extranjeros, permanecen en la prisión del Helicoide, una de las sedes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), la policía política de Maduro.
Esta cárcel, considerada uno de los peores centros de torturas del chavismo, fue vaciada de presos comunes y en su interior sólo permanecen presos políticos y todos los extranjeros.
Desde hace unas semanas al frente del Sebin se ha situado el mayor general Alexis Rodríguez Cabello, primo de Diosdado Cabello, flamante ministro de Interior, Justicia y Paz, a quien se le atribuye el interés por contar con rehenes extranjeros para sus distintas jugadas políticas.
Fue precisamente Cabello, hombre fuerte del chavismo, quien anunció en agosto la detención de Basoa y Martínez como si de un capítulo de Misión Imposible se tratase, incluso con un arsenal de armas que nadie supo de dónde había salido.
Esta captura se produjo sólo horas después de que el régimen de Maduro llamase a consultas a su embajadora en Madrid tras el “incidente” provocado por la ministra española de Defensa, Margarita Robles, que acusó al líder chavista de ser un dictador tras el fraude denunciado por la oposición y gran parte de la comunidad internacional del 28 de julio pasado.
El actual asedio contra la residencia de la embajada argentina en Caracas, bajo custodia brasileña, y las pésimas relaciones entre Maduro y el presidente Javier Milei, convierte en estratégica esta detención. En las últimas horas, Luis Almagro, secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), denunció la presencia de un francotirador en la vivienda colindante a la legación diplomática, que sufre desde hace 20 días el corte del suministro eléctrico y del servicio de agua. El sitio cuasimedieval incluye también el bloqueo a la entrada de alimentos y agua potable, además del sobrevuelo de drones.
La historia demuestra que la revolución ha sabido sacar máximo provecho de la detención de ciudadanos estadounidenses. Los famosos narcosobrinos de Maduro, condenados por narcotráfico en Estados Unidos después de una operación relámpago de la DEA en Haití, fueron canjeados en octubre de 2022, siete años después de su detención.
Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas obtuvieron la libertad a cambio de la excarcelación de cinco ciudadanos venezolano-estadounidenses, directivos de Citgo, la filial estadounidense de PDVSA, y de dos estadounidenses, el exmarine Matthew Heath y Oscar Khan. El segundo llevaba unos meses encarcelado en Caracas tras ser detenido en la frontera y el primero soportó un año y medio en prisión, acusado de participar en otro complot, hasta el canje con los narcosobrinos, que se realizó en la isla caribeña de San Vicente y las Granadinas.
El otro intercambio de prisioneros considerado como una victoria diplomática para el chavismo fue el de su actual ministro de Industria, Alex Saab. El magnate colombiano, considerado testaferro de Maduro por la antigua fiscalía venezolana, regresó a Caracas hace un año directamente desde una cárcel de Miami y tras un tormentoso proceso de extradición y juicio. Fue un canje de película por diez rehenes estadounidenses, entre ellos uno de los prófugos famosos, Fat Leonard, empresario que estafó al Pentágono y que fue capturado en el aeropuerto de Caracas camino de Asia.
Uno de los liberados, Edgar Marval, fue trasladado en camilla al avión que le llevó a la libertad. Este ciudadano de doble nacionalidad viajó el verano anterior a su país de origen, pero fue detenido bajo la acusación de ser agente de la CIA. Las torturas le provocaron la fractura de la columna vertebral.