El Congreso de la Nación parece una fiesta de fin de año en una oficina: todos están gritando, nadie entiende bien qué pasa, y hay un libertario en el rincón diciendo que se va a llevar el equipo de música porque “es suyo por derecho natural”.
Mientras tanto, Milei, con su cabellera al viento y un megáfono, se para frente a los legisladores y anuncia:
«¡El presupuesto es un invento socialista! ¡Si hay algo que detesto más que un presupuesto, es una reunión para hablar de presupuesto!»
Los libertarios asienten como si les estuvieran leyendo la Declaración de Independencia. Uno incluso levanta un cartel que dice: “Sin presupuesto hay más emoción”.
Mientras tanto, los diputados provinciales de San Juan llegan con un PowerPoint hecho en Comic Sans, mostrando sus humildes pedidos:
- “Un poquito de plata para las escuelas…”
- “Algo para arreglar las rutas, porfa…”
- “Un sueldito para los empleados públicos, aunque sea el aguinaldo…”
Pero el jefe de bloque libertario les responde:
«¿Sueldo? ¿Aguinaldo? ¿Qué sigue? ¿Un pan dulce? ¡La provincia tiene que aprender a sobrevivir sin dinero, como nuestros ancestros libertarios lo hicieron en el desierto del neoliberalismo!»
Mientras tanto, el resto del Congreso intenta razonar:
«Milei, sin presupuesto no podés gobernar.»
Y él responde:
«¡Claro que puedo! Tengo decretos, partidas discrecionales y un plan maestro. Si funcionó para mi economía familiar, ¿por qué no para el país?»
La realidad es que la prórroga del presupuesto 2023 dejó partidas tan simbólicas que dicen que el Ministerio de Economía está funcionando con vales de comida y rifas para comprar toner para las impresoras. La clave fue inflar todo a discreción: un «viva la libertad carajo» aplicado al Excel del Estado.
Finalmente, los diputados independientes (los agentes libres del Congreso, también conocidos como los Messi del voto decisivo) aparecen con su clásico discurso:
«Nosotros votamos según lo que más convenga… al pueblo, claro. ¿Alguien dijo viajes a Catar?»
Y así, entre gritos, memes, y algún mate compartido, el presupuesto terminará saliendo. Pero no porque sea necesario, sino porque a alguien se le acabó la paciencia y el café en el recinto. ¡Viva la libertad, pero con presupuesto, carajo!

